Eleuterio Carracedo Arroyo (3), al tratar del parecido topónimo Abión, lo relaciona con las raíces indoeuropeas AB- (agua, río), AP- (agua, río), AU- (humedecer, mojar, fluir), hipótesis que en este caso se cumple pues cerca discurre el río Abión que ha tenido gran aprovechamiento. Guillermo García Pérez (4) cree que el topónimo correspondiente al río Avión, puede significar bosque o cueva, o puede tener “alguna relación con Albión, Alfión, río, fuente o agua”.
Según Ana Carmen Pascual Díez (5), los indicios humanos más antiguos que se han hallado, se localizan en el paraje El Plantío donde han aparecido algunos restos cerámicos de siglo I d. C. y de un ara funeraria romana con epigrafía. También cita el hallazgo de un hacha pulimentada encontrada por los miembros de la Cooperativa del Río en una calle del pueblo.
No hay datos suficientes para suponer que este lugar haya estado ininterrumpidamente habitado, más bien al contrario pues no hay evidencias hasta la época medieval, pero es probable que si no ocupado, sí sería transitado y sus recursos empleados por los habitantes de la cercana Voluce primero, después Calatañazor, a cuya sombra acabaría surgiendo en la Edad Media como establecimiento humano. Lo que de momento no se ha podido averiguar es si el poblado surgió en época preislámica, musulmana, o, como todo parece indicar, cristiana y a partir de la conquista de Gormaz por Fernando I de León en 1060. Sí parece probable que entre los siglos XI-XII estuviera habitada pues en su iglesia parroquial se conserva una pila con trazas románicas que sugiere presencia humana medieval en esos siglos, un indicio que hay que reconocer resulta de escaso valor y poco determinante pues ese elemento religioso pudo ser traído desde otros despoblados cercanos o templos abandonados, ya que con seguridad en muy pocos kilómetros a la redonda sí documentamos núcleos de población estable en esa época.
Tampoco podemos recurrir a los clásicos censos medievales de Soria pues perteneció a la jurisdicción administrativa de la Comunidad de Villa y Tierra de Calatañazor y como tal no aparece como aldea de la Tierra de Soria. Para documentarlo tendremos que esperar algunos siglos, concretamente hasta el XVI pues no fue hasta la redacción del Censo de pecheros de 1528 cuando ya documentamos un lugar llamado Avioncillo, habitado entonces por una población de 8 vecinos que podría equivaler a unas 35-40 personas.
El Catastro de la Ensenada, redactado en este lugar el 25 de septiembre de 1751, informa que era señorío del duque de Medinaceli, que había prados, dehesas, algo de regadío, secano (trigo común, avena, cebada, yeros y berzas), poco arbolado y de carácter silvestre, además de ovejas, lechones, ganado vacuno, pollos o animales de tiro como mulas y pollinos. Residían allí nueve vecinos en trece casas habitables y había además otras seis “que no lo son”. Los vecinos tenían a su servicio una taberna y una panadería.
Pocos años después el Censo de Aranda de 1768 ya ofrece datos demográficos concretos, 48 habitantes, y nos los muestra agrupados por edad, sexo y estado civil.
El siglo XIX fue benévolo para Abioncillo; según Madoz (6) con datos referidos a mediados de esa centuria, en Avioncillo residían 16 vecinos, 67 habitantes, en 24 viviendas, una situación incrementada según los datos de Manuel Blasco en 1880 (7) cuando llegó a haber 70 moradores. Este autor introduce en su texto un detalle nuevo pues lo llama «Avioncillo (del señorío de Abrantes)», una denominación que al menos admite un comentario. En el párrafo anterior vimos que Abioncillo había sido del señorío del de Medinaceli y que lo sería hasta la desaparición de estas instituciones con la Constitución de 1812. Al parecer, el comentario de Blasco cabe entenderse más bien como una hipérbole, una forma de dar a conocer que esta familia que también ostentaba entre otros títulos nobiliarios el del condado de Fuentepinilla, tenía en Abioncillo un buen número de propiedades que ya en el siglo XX acabaron vendiendo a los vecinos.
El auge poblacional de Abioncillo se alcanzaría en el primer tercio del siglo XX, cuando rozó el centenar de vecinos, concretamente el 31 de diciembre de 1930 en que los censos arrojan la existencia de 97 habitantes de derecho y 83 de hecho. Diez años después, en 1940, se había producido una importante reducción al pasar a tener 85 vecinos de derecho y 71 de hecho, iniciándose un lento proceso especialmente en las décadas de 1960 y 1970 que prácticamente lo llevó a la despoblación.
A comienzos de la década de 1980 el abandono del medio rural soriano era un fenómeno que, salvo a los afectados, apenas preocupaba a la sociedad en general, e incluso es posible que en algunos despachos oficiales se estuviese evaluando positivamente las consecuencias de aquellas nefastas políticas colonizadoras de los últimos años de la dictadura que en comarcas como las Tierras Altas de Soria pretendieron agrupar la población dispersa y carente de servicios de varios pequeños núcleos dispersos, en dos o tres pueblos que tuvieran un poco de todo. Algunos reportajes periodísticos de la época hacían hincapié en que la juventud de las zonas rurales ansiaba dejar el campo para marchar a hipotecarse a Móstoles o Badalona donde, trabajando en una fábrica, soñaban que serían más felices.
Algunos pueblos se abandonaron totalmente. Otros que estaban más cerca de poblaciones importantes tenían vida como lugar de trabajo pero nadie dormía en ellos. En muchos, sus vecinos tenían reparo en empadronarse en sus lugares de residencia real y aunque vivían en la capital, nunca perdieron la vecindad del pueblo al que sólo regresaron para enterrarse.
Algo de esto ocurrió en Abioncillo de Calatañazor hacia 1980. Algunos vecinos de Blacos nos recuerdan que entonces allí no vivía nadie, si acaso algún cabrero que ni siquiera dormía allí, pues era de su pueblo y regresaba cada noche. Otros nos dicen que sí, que era de Abioncillo, vivía con un hermano también pastor y hasta le ponen nombre recordando su carácter afable y cordial.
En cualquier caso, su destino parecía ser el mismo que el de tantos otros, el abandono, el saqueo, la ruina y la desaparición. Pero los milagros existen.
En 1983 (8) un grupo de docentes con ganas de desarrollar un proyecto común de innovación pedagógica, se reunieron para tratar de llevar a cabo un sueño en una zona rural, y aprovechando los recursos naturales, culturales e históricos de Abioncillo, fundaron la “Cooperativa de Enseñanza del Río” (9), e iniciaron un programa educativo innovador e integrado en un medio natural, cultural e histórico que desarrollaron en lo que desde entonces se conoció como un Pueblo Escuela, algo que, viendo hoy Abioncillo cuesta imaginarlo, tuvo lugar en un pueblo en vías de extinción sin carreteras, alumbrado público, pavimento ni agua corriente.
Poco a poco los miembros de la Cooperativa consiguieron instalar la acometida de agua, empedrar la plaza Mayor, arreglar fuentes, plantar árboles, rehabilitar buena parte de las casas del pueblo que estaban arruinadas, y todo para transformarlo en lo que hoy es, más que un centro, un complejo educativo para alumnos y profesores reconocido en todo el país, que en estos años ha formado a miles de personas que antes de llegar conocían perfectamente la teoría heliocentrista o el fundamento de las longitudes de onda que generan los colores, pero jamás habían visto una puesta del sol en el campo entre grillos y luciérnagas.
La cooperativa recibió en 1988 el primer premio de Educación Ambiental otorgado por la Junta de Castilla y León, y en sus instalaciones de Abioncillo dispone de colección etnográfica, fragua, construcciones típicas reconstruidas, así como de aulas, dormitorios, comedores y laboratorios de investigación, todo ello repartido en más de tres mil metros cuadrados de superficie.
Se calcula que por sus aulas habrán pasado unas cincuenta mil personas, entre ellos los miembros del grupo musical Celtas Cortos quienes acudieron a estas instalaciones durante los años 1991 y 1992 (en lo que sin duda fue su mejor momento), para preparar sus giras y ensayar nuevos éxitos, pero aún les sobró tiempo para hacer excursiones y conocer la naturaleza o la gastronomía de la zona, una mezcla de sensaciones irresistibles que con toda probabilidad acabó por inspirarles.
Para consultar más detalles puede consultarse la web https://escuela-abioncillo.com/