Abioncillo de Calatañazor

Aunque hoy es un pueblo habitado, hubo un tiempo en el que Abioncillo estuvo despoblado, lo que es motivo para incluirlo en este listado con la etiqueta de recuperado.

Abioncillo de Calatañazor
Panorámica de Abioncillo. Foto Julián Ocón

Fecha de despoblación: Desconocida

Localidad: Abioncillo de Calatañazor

Estado actual: Recuperado

Término municipal: Calatañazor

Descripción

Entidad local menor de Calatañazor localizado a menos de cinco kilómetros de la cabecera municipal a través de la carretera SO-P-5026 en dirección a Muriel de la Fuente. A unos quinientos metros de distancia sale un desvío a la izquierda, la SO-P-5227, que tras cuatro kilómetros llega a Abioncillo.

Aunque hoy es un pueblo habitado y dotado de unas instalaciones formativas por las que han pasado miles de personas, hubo un tiempo en el que Abioncillo estuvo despoblado, lo que es motivo para incluirlo en este listado y con la etiqueta de recuperado, algo que ojalá se repitiese más a menudo.

Se localiza a menos de cinco kilómetros de Calatañazor, a través de la carretera SO-P-5026 en dirección a Muriel de la Fuente. A unos quinientos metros de distancia sale un desvío a la izquierda, la SO-P-5227, que tras cuatro kilómetros llega a Abioncillo.

Según María Isabel y María Luisa Goig Soler (1) su gentilicio es abionenses. José Antonio Pérez-Rioja (2) afirma que su apodo o gentilicio burlesco es el de alcarreños.

Eleuterio Carracedo Arroyo (3), al tratar del parecido topónimo Abión, lo relaciona con las raíces indoeuropeas AB- (agua, río), AP- (agua, río), AU- (humedecer, mojar, fluir), hipótesis que en este caso se cumple pues cerca discurre el río Abión que ha tenido gran aprovechamiento. Guillermo García Pérez (4) cree que el topónimo correspondiente al río Avión, puede significar bosque o cueva, o puede tener “alguna relación con Albión, Alfión, río, fuente o agua”.

Según Ana Carmen Pascual Díez (5), los indicios humanos más antiguos que se han hallado, se localizan en el paraje El Plantío donde han aparecido algunos restos cerámicos de siglo I d. C. y de un ara funeraria romana con epigrafía. También cita el hallazgo de un hacha pulimentada encontrada por los miembros de la Cooperativa del Río en una calle del pueblo.

No hay datos suficientes para suponer que este lugar haya estado ininterrumpidamente habitado, más bien al contrario pues no hay evidencias hasta la época medieval, pero es probable que si no ocupado, sí sería transitado y sus recursos empleados por los habitantes de la cercana Voluce primero, después Calatañazor, a cuya sombra acabaría surgiendo en la Edad Media como establecimiento humano. Lo que de momento no se ha podido averiguar es si el poblado surgió en época preislámica, musulmana, o, como todo parece indicar, cristiana y a partir de la conquista de Gormaz por Fernando I de León en 1060. Sí parece probable que entre los siglos XI-XII estuviera habitada pues en su iglesia parroquial se conserva una pila con trazas románicas que sugiere presencia humana medieval en esos siglos, un indicio que hay que reconocer resulta de escaso valor y poco determinante pues ese elemento religioso pudo ser traído desde otros despoblados cercanos o templos abandonados, ya que con seguridad en muy pocos kilómetros a la redonda sí documentamos núcleos de población estable en esa época.

Tampoco podemos recurrir a los clásicos censos medievales de Soria pues perteneció a la jurisdicción administrativa de la Comunidad de Villa y Tierra de Calatañazor y como tal no aparece como aldea de la Tierra de Soria. Para documentarlo tendremos que esperar algunos siglos, concretamente hasta el XVI pues no fue hasta la redacción del Censo de pecheros de 1528 cuando ya documentamos un lugar llamado Avioncillo, habitado entonces por una población de 8 vecinos que podría equivaler a unas 35-40 personas.

El Catastro de la Ensenada, redactado en este lugar el 25 de septiembre de 1751, informa que era señorío del duque de Medinaceli, que había prados, dehesas, algo de regadío, secano (trigo común, avena, cebada, yeros y berzas), poco arbolado y de carácter silvestre, además de ovejas, lechones, ganado vacuno, pollos o animales de tiro como mulas y pollinos. Residían allí nueve vecinos en trece casas habitables y había además otras seis “que no lo son”. Los vecinos tenían a su servicio una taberna y una panadería.

Pocos años después el Censo de Aranda de 1768 ya ofrece datos demográficos concretos, 48 habitantes, y nos los muestra agrupados por edad, sexo y estado civil.

El siglo XIX fue benévolo para Abioncillo; según Madoz (6) con datos referidos a mediados de esa centuria, en Avioncillo residían 16 vecinos, 67 habitantes, en 24 viviendas, una situación incrementada según los datos de Manuel Blasco en 1880 (7) cuando llegó a haber 70 moradores. Este autor introduce en su texto un detalle nuevo pues lo llama «Avioncillo (del señorío de Abrantes)», una denominación que al menos admite un comentario. En el párrafo anterior vimos que Abioncillo había sido del señorío del de Medinaceli y que lo sería hasta la desaparición de estas instituciones con la Constitución de 1812. Al parecer, el comentario de Blasco cabe entenderse más bien como una hipérbole, una forma de dar a conocer que esta familia que también ostentaba entre otros títulos nobiliarios el del condado de Fuentepinilla, tenía en Abioncillo un buen número de propiedades que ya en el siglo XX acabaron vendiendo a los vecinos.

El auge poblacional de Abioncillo se alcanzaría en el primer tercio del siglo XX, cuando rozó el centenar de vecinos, concretamente el 31 de diciembre de 1930 en que los censos arrojan la existencia de 97 habitantes de derecho y 83 de hecho. Diez años después, en 1940, se había producido una importante reducción al pasar a tener 85 vecinos de derecho y 71 de hecho, iniciándose un lento proceso especialmente en las décadas de 1960 y 1970 que prácticamente lo llevó a la despoblación.

A comienzos de la década de 1980 el abandono del medio rural soriano era un fenómeno que, salvo a los afectados, apenas preocupaba a la sociedad en general, e incluso es posible que en algunos despachos oficiales se estuviese evaluando positivamente las consecuencias de aquellas nefastas políticas colonizadoras de los últimos años de la dictadura que en comarcas como las Tierras Altas de Soria pretendieron agrupar la población dispersa y carente de servicios de varios pequeños núcleos dispersos, en dos o tres pueblos que tuvieran un poco de todo. Algunos reportajes periodísticos de la época hacían hincapié en que la juventud de las zonas rurales ansiaba dejar el campo para marchar a hipotecarse a Móstoles o Badalona donde, trabajando en una fábrica, soñaban que serían más felices.

Algunos pueblos se abandonaron totalmente. Otros que estaban más cerca de poblaciones importantes tenían vida como lugar de trabajo pero nadie dormía en ellos. En muchos, sus vecinos tenían reparo en empadronarse en sus lugares de residencia real y aunque vivían en la capital, nunca perdieron la vecindad del pueblo al que sólo regresaron para enterrarse.

Algo de esto ocurrió en Abioncillo de Calatañazor hacia 1980. Algunos vecinos de Blacos nos recuerdan que entonces allí no vivía nadie, si acaso algún cabrero que ni siquiera dormía allí, pues era de su pueblo y regresaba cada noche. Otros nos dicen que sí, que era de Abioncillo, vivía con un hermano también pastor y hasta le ponen nombre recordando su carácter afable y cordial.

En cualquier caso, su destino parecía ser el mismo que el de tantos otros, el abandono, el saqueo, la ruina y la desaparición. Pero los milagros existen.

En 1983 (8) un grupo de docentes con ganas de desarrollar un proyecto común de innovación pedagógica, se reunieron para tratar de llevar a cabo un sueño en una zona rural, y aprovechando los recursos naturales, culturales e históricos de Abioncillo, fundaron la “Cooperativa de Enseñanza del Río” (9), e iniciaron un programa educativo innovador e integrado en un medio natural, cultural e histórico que desarrollaron en lo que desde entonces se conoció como un Pueblo Escuela, algo que, viendo hoy Abioncillo cuesta imaginarlo, tuvo lugar en un pueblo en vías de extinción sin carreteras, alumbrado público, pavimento ni agua corriente.

Poco a poco los miembros de la Cooperativa consiguieron instalar la acometida de agua, empedrar la plaza Mayor, arreglar fuentes, plantar árboles, rehabilitar buena parte de las casas del pueblo que estaban arruinadas, y todo para transformarlo en lo que hoy es, más que un centro, un complejo educativo para alumnos y profesores reconocido en todo el país, que en estos años ha formado a miles de personas que antes de llegar conocían perfectamente la teoría heliocentrista o el fundamento de las longitudes de onda que generan los colores, pero jamás habían visto una puesta del sol en el campo entre grillos y luciérnagas.

La cooperativa recibió en 1988 el primer premio de Educación Ambiental otorgado por la Junta de Castilla y León, y en sus instalaciones de Abioncillo dispone de colección etnográfica, fragua, construcciones típicas reconstruidas, así como de aulas, dormitorios, comedores y laboratorios de investigación, todo ello repartido en más de tres mil metros cuadrados de superficie.

Se calcula que por sus aulas habrán pasado unas cincuenta mil personas, entre ellos los miembros del grupo musical Celtas Cortos quienes acudieron a estas instalaciones durante los años 1991 y 1992 (en lo que sin duda fue su mejor momento), para preparar sus giras y ensayar nuevos éxitos, pero aún les sobró tiempo para hacer excursiones y conocer la naturaleza o la gastronomía de la zona, una mezcla de sensaciones irresistibles que con toda probabilidad acabó por inspirarles.

Para consultar más detalles puede consultarse la web https://escuela-abioncillo.com/

Iglesia parroquial de San Miguel Arcángel

Pequeño edificio de planta rectangular y nave única construido en el sigo XIX tras arruinarse el templo original. Es obra de mampostería cubierta con mortero, esquinales en sillarejo y cubierta a tres aguas de teja árabe. A los pies lleva una portada en arco de medio punto de gran dovelaje sobre salientes impostas que se cierra por una puerta de cuarterones de madera pintada en verde, tan sencilla como interesante y mal cuidada. Por encima de la puerta se dispone la espadaña de ladrillo rematada en frontón y dos vanos con campanas, todo coronado por cruz de hierro con veleta. Francesc Llop i Bayo (10) recoge en su ficha que ambas campanas llevan el nombre de Jesús, María y José. La del vano derecho fue fundida en 1768, tiene un diámetro de 46 centímetros y un peso de unos 56 kilos. La del vano izquierdo es más moderna, de 1842, y de mayores dimensiones pues tiene un diámetro de 57 centímetros y un peso de unos 107 kilos.

De su interior poco conocemos, pues pese a su indudable valor artístico y que podría ser uno más de los atractivos de Abioncillo, amén de prestar atención espiritual a los miles de visitantes que pasan por allí, la iglesia siempre permanece cerrada, y para conocerla tenemos que recurrir a los estudios de Manrique, García y Monje (11) que dicen que la nave se cierra con cubierta a dos aguas de madera con tirantes, la misma solución elegida para cubrir la capilla mayor. Completan su descripción recogiendo la existencia en el baptisterio del sotocoro de una pila bautismal de piedra con gran copa, decorada con formas geométricas y arquillos ciegos, de traza románica que sería transportada hasta aquí desde el anterior templo, y que para Pedro Luis Huerta Huerta (12) es románica, decorada con bocel en la embocadura y hacia abajo por una banda de tacos y una arquería de medio punto, una pieza propia de los primeros años del siglo XIII. Del resto del contenido de la iglesia destacan que contiene enseres, muebles e imágenes de los siglos XVIII y XIX, así como la cajonería de la sacristía, neoclásica, de madera y tres cuerpos con repecho.

Abioncillo de Calatañazor
Iglesia y plaza. Foto Julián Ocón

Esa descripción del interior se fechaba en 1989 pero presumiblemente ya no es la misma, pues el templo fue vaciado y parece que sus bienes y elementos no han regresado. Actualmente el templo se encuentra en buen estado de conservación pero en 2011 estuvo a punto de sucumbir cuando tras varios avisos dados por los miembros de la Cooperativa, parte de la cubierta de la nave se hundió en agosto de ese año. La explicación del obispado fue que al no disponer de fieles y que los últimos actos de culto se remontaban a nueve años antes, la parroquia no disponía de fondos y no se podía hacer nada. A los pocos días del hundimiento de la cubierta acudieron unos operarios del obispado para retirar algunos elementos y trasladarlos a los almacenes del Museo Diocesano, comunicando el gabinete de prensa que se realizarían las obras mínimas e imprescindibles para evitar el colapso total pero que no se repararía la cubierta, lo que en la práctica la invalidaba para el culto y conseguía alargar la agonía del edificio unos años más.

Finalmente y tras unas tensas negociaciones, durante el verano de 2013 el Ayuntamiento de Calatañazor y el Obispado rehabilitaron el edificio que mantiene siempre sus puertas cerradas a los devotos, curiosos y visitantes.

A raíz de aquellas obras, el Ayuntamiento de Calatañazor trató de documentar el origen de la construcción y daba a conocer (13) que originalmente el templo fue un almacén y que “según una inscripción” en el siglo XIX el almacén se reconvirtió en iglesia.

El edificio no denota mucha más antigüedad y es perfectamente compatible con una construcción realizada en el siglo XIX que sustituyera a otra anterior, pero si ese cambio se hizo, ¿dónde se encuentra entonces el emplazamiento original de la anterior parroquia de San Miguel?

Sin haberlo buscado a fondo, no la hemos localizado ni siquiera intuido, pero en el casco urbano no parece encontrarse, aunque cabe la posibilidad de que tras su destrucción la iglesia fuese totalmente desmantelada y sus piedras reutilizadas para otras construcciones. Pero también cabe otra posibilidad, que la construcción religiosa de la que hablaremos a continuación, no fuese ermita y sí la parroquia arruinada que nos falta (14).

Ermita de la Virgen del Rosario

Siguiendo con el punto anterior, los ya citados Madoz y Blasco hicieron mención en sus trabajos a una iglesia parroquial  de la Dedicación de San Miguel Arcángel el primero, o de San Miguel el segundo, pero ninguno de los dos recogió la existencia de ermita alguna, algo que no es determinante pero que sí solían acostumbraban a recoger. El único investigador en documentar la existencia de una ermita y además ponerla bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario fue Juan Luis Sorondo  (15) en su importante pero a veces erróneamente documentada obra, lo que nos lleva a pensar si no estaría mal informado y la que ahora tratamos fuese aquella desaparecida iglesia.

A la salida del pueblo por el norte, al otro lado del río y junto al camino de tierra que va a Muriel de la Fuente, rodeada de fincas de cultivo y con la singularidad de estar señalizada por la presencia de un poste con un nido de cigüeñas, aparecen unas ruinas no consolidadas, pero aún accesibles entre los escombros y la maleza.

Abioncillo de Calatañazor
Ermita de la Virgen del Rosario. Foto Julián Ocón

Se trata de una construcción de muros de mampostería con sillares y sillarejos en esquinas y puerta, todo en piedra caliza, que levantan un edificio de planta rectangular que perdió su cubierta y parte de la espadaña, manteniendo a duras penas la caja de los muros que muestra grietas en la parte correspondiente a la capilla mayor, que lleva un testero plano, hoy parcialmente arruinado por una grieta que lo atraviesa, y una ventana adintelada con reja que iluminaría el presbiterio. También dispuso de un pequeño vano rectangular en el coro, igualmente cegado, que enmarcado por sillarejos permitiría iluminar el templo con el sol vespertino, pero eso con respecto a un eje muy extraño pues la tradicional orientación de los templos que más o menos suelen disponerse con los pies al oeste y la cabecera al este, en este caso ofrece una rara orientación noroeste-sudeste que aún extraña más si como parece a simple vista, no había elementos o construcciones previas que condicionasen tan poco frecuente disposición.

El interior estuvo encalado con una capa de mortero prácticamente desaparecido del que quedan algunos paños en el muro de lo que sería el sotocoro. En esta parte quedan restos de una espadaña que todavía se insinúa en el arranque de sus muros, cuya base es de mayores dimensiones que la nave, un recrecimiento que sugiere pueda corresponder al lateral de un pórtico ya desaparecido o que en un determinado momento el muro meridional sufrió un derrumbe y la nave se estrechó. El acceso principal estaría, como es habitual, abierto al sur en el lado de la epístola, resuelto en un arco ligeramente apuntado, dovelado y sobre impostas. Pero no fue el único acceso pues en el muro frontero y en la cabecera, aún es visible un arco de medio punto de dovelas mucho más toscas que aparece tapiado y cuya utilidad no logramos deducir pues parece una puerta de excesiva dimensión para acceder a la dependencia anexa. Además, se encuentra desplazada y junto a dos sillares de lo que pudo ser la esquina de una construcción previa o trasladada de otro lugar.

En el lado norte del templo lleva adosado el cementerio, con muro de mampostería enfoscado al exterior con mortero de cal y arena conservado en algunas partes y protegido con una albardilla de teja en muy mal estado. La puerta se abre a poniente. En enero de 2022 todo el conjunto estaba limpio de maleza y a través de las rendijas de la puerta se podía observar que el espacio interior estaba limpio y cuidado, con al menos una tumba con flores.

Casa tradicional

Las construcciones de los pueblos del entorno suelen corresponder a las mismas características; muros de piedra de mampostería cogida con barro, y una estructura de madera en vigas, columnas, dinteles y jambas que es visible en la fachada. Levantan planta baja, un piso y somero, aunque no es excepcional la existencia de dos pisos. Ventanas pequeñas, muy pocos balcones, y carpintería tallada con hacha y tronzador, cubierta de teja árabe de barro cocido generalmente a dos aguas de dos grandes planos.
Abioncillo de Calatañazor
Arquitectura tradicional. Foto Julián Ocón

Calles

Las calles están pavimentadas y bien cuidadas, y a falta de mobiliario urbano específico, algunos troncos de madera siguen haciendo la función de bancos igual ahora que hace siglos. En algunos rincones del pueblo se ha dispuesto maquinaria agrícola antigua con función decorativa.

Escultura tótem

En la esquina de una de las casas se ha colocado un tronco de madera seco en el que se ha tallado un rostro humano, un adorno más pero que a juzgar por las fotos que se toman muchos de los niños que por allí han pasado y cuelgan en las redes sociales, va camino en convertirse en el símbolo del pueblo.

Abioncillo de Calatañazor
Edificio con escultura totem. Foto Julián Ocón

Olmo seco

Como tantos pueblos, Abioncillo tuvo su olmo centenario en el lugar preferente del pueblo. A su derredor y a modo de alcorque se construyó un pódium circular usado como banco. Como casi todos, aquel olmo murió por la grafiosis y estuvo muchos años seco hasta que fue sustituido por el actual, un árbol joven que ha echado raíces y que es una metáfora de lo que fue, es y será Abioncillo.

Abioncillo de Calatañazor
Edificios recuperados. Foto Julián Ocón
  • Celebraba fiestas patronales a finales de septiembre en honor de San Miguel Arcángel, el santo titular de la parroquia.
  • El 8 de mayo celebraban la fiesta de San Miguelito, en el día de celebración de San Miguel en el antiguo calendario canónico, por lo que de ahí derivará el diminutivo de la fiesta. Se conmemoraba con los actos religiosos y recreativos habituales hasta que desaparece entre 1975 y 1980.
    En 2002 se recupera el evento, trasladado al sábado anterior, pero ya no con carácter religioso sino con motivo de celebrar la Primera edición de la Feria de Productos Ecológicos y Artesanos para el desarrollo sostenible.

 

Por su término discurre el río Abión que daba fuerza a un molino y a un batán.

Tras muchos años de trámites y aún más problemas, por fin en septiembre de 2007 los vecinos de Abioncillo pudieron contar con agua corriente en sus domicilios. En ese mes son veinticuatro las viviendas que solicitan engancharse al servicio.

Además del propio pueblo-escuela, hay un albergue de turismo. La mayor parte del término es monte o está dedicada al cultivo cerealístico.

En una entrevista (16) realizada al ganadero jubilado Pablo Verde en 2015, este vecino de Abioncillo recordaba que poco antes de la instalación de la Cooperativa, en Abioncillo había una amplia y variada cabaña ganadera formada por vacas, ovejas, cabras, mulos, asnos y cerdos, explicando la utilidad que tenían, ofreciendo unas nociones básicas y fundamentales sobre sus cuidados o la forma de alimentarlos, un conocimiento transmitido oralmente de generación a generación que ha permitido subsistir al ser humano durante siglos pero que desaparece cada vez que muere el último habitante de un pueblo.

Alberto Arribas, Luis C. Pastor, con la colaboración de Ángel Lorenzo, Maribel Zapatero.

(1) GOIG SOLER, Mª Isabel y Mª Luisa (1995): Soria pueblo a pueblo (Barcelona: Gráficas Signo).

(2) PÉREZ RIOJA, José Antonio (2005): El alma de Soria en el lenguaje. Colección Temas Sorianos nº 50. Edita Excma. Diputación Provincial de Soria, Soria, 2005, página 28.

(3) CARRACEDO ARROYO, Eleuterio (1996): Toponimia de la Tierra de Soria. Ediciones de la Excma. Diputación Provincial de Soria. Colección Temas sorianos nº 32. Imprenta Provincial de Soria, Soria. página 76.

(4) GARCÍA PÉREZ, Guillermo (1998): Las rutas del Cid. Editorial Tierra de Fuego, 1988, página 23.

(5) PASCUAL DIEZ, Ana Carmen (1991) Carta arqueológica de Soria. Zona Centro (Publicaciones de la Excma. Diputación Provincial de Soria páginas 13 a 16).

(6) MADOZ, Pascual (1846-50): Diccionario geográfico-estadístico-histórico. Edición facsímil de los textos relativos a la provincia de Soria. Edita Ámbito ediciones SA y Diputación de Soria, 1993. Imprime Gráficas Ortega SA Valladolid.

(7) BLASCO JIMÉNEZ, Manuel (1909): Nomenclátor. IIª edición. Ed. Tipografía de Pascual P. Rioja, Soria.

(8) TEJEDOR JIMÉNEZ, Ángel (1990): Abioncillo, pueblo escuela. Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado nº 7, pp. 15-46.

(9) El complemento “del Río” hace referencia a sus situación geográfica junto al río Abión, pero también trata de homenajear a Julián Sanz del Río (1814-1869), un destacado y casi olvidado pedagogo soriano de Torrearévalo que pese a sus humildes orígenes logró estudiar en universidades españolas y alemanas de donde regresó con una nueva mentalidad de lo que debía ser la escuela, unas ideas nuevas que supo inculcar a sus discípulos y que a la larga supusieron un gran avance cultural y formativo para todo el país.

(10) Inventario de campanas de la parroquia de Abioncillo en  http://campaners.com/php/campanar.php?numer=3525consultado el 22/01/2021.

(11) MANRIQUE MAYOR, María Ángeles; GARCÍA ENCABO, Carmelo; MONJE GARCÍA, Juan Antonio (1989): Inventario artístico de Soria y su provincia. Tomo II. Edita Ministerio de Cultura, Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, Madrid 1989.

(12) HUERTA HUERTA, Pedro Luis (2012): Soria. Todo el Románico. Ed. Fundación de Santa María la Real. Aguilar de Campoo.

(13)  Reportaje en Heraldo de Soria 27/01/2012.

(14)  A falta de documentar adecuadamente estas hipótesis en los archivos episcopales, rogamos a los descendientes de Abioncillo que lo conozcan con seguridad que nos lo hagan saber vía correo electrónico para continuar ofreciendo las mejores informaciones posibles.

(15) SORONDO, Juan Luis de (1997): Censo de ermitas de Soria. Ediciones de la Excma. Diputación Provincial de Soria. Colección Temas sorianos nº 35. Imp. Diputación Provincial de Soria, 1997.

(16) http://www.camposonoro.com/abioncillo/ganaderia.htm  19/09/2015, actualmente disponible en https://web.archive.org/web/20150919041756/http://www.camposonoro.com/abioncillo/ganaderia.htm