Araviana

Nombre de un mítico despoblado soriano, tan mitológico y legendario que realmente no sabemos si existió ni dónde estuvo.

Foto Maribel Zapatero (nov. 2020)

Fecha de despoblación: Desconocida

Localidad: Desconocida

Estado actual: Desconocido

Término municipal: Ágreda

Descripción

Araviana: nombre de un mítico despoblado soriano, tan mitológico y legendario que realmente no sabemos si existió ni dónde estuvo, y por no saber, no sabemos si ese fue su verdadero nombre, o si tomó el del río cercano o el de un lugar, incluso si se llamaba así de verdad o era el mismo que otros llaman Caldegallinas o Torrambril.

Aunque esté mal comenzar por el final, ofreceremos ahora las conclusiones que pueden ser estas o las contrarias, pero como trataremos de desarrollar más adelante, creemos que en ese entorno del Valle del río Araviana solo hubo dos despoblados de origen medieval: uno llamado Caldegallinas (o bajo sus diversas formas, como veremos en su lugar) y otro un poco más alejado llamado Torrambril (también con varios nombres de formas parecidas).

Del Araviana que tantas veces se ha dicho que fue un despoblado que estaría cerca del río del mismo nombre, creemos que nunca ha existido como poblado, aunque sí como mito y como un espacio físico que ha perdurado durante siglos, aunque no se puede descartar que en algún momento de los siglos XV y XVI llegase a existir un pequeño asentamiento agropecuario como alguno de los varios que ahora continúan allí, no localizado y de escasa población que no llegó a formar una unidad poblacional o parroquial bien cohesionada que les ofreciese ese sentimiento de identidad propia, orgullo o pertenencia a un núcleo de población, y que a falta de un nombre mejor se llamase como se llama todo este lugar, Araviana.

Partimos de la seguridad de que existe un río llamado Araviana que nace en la laderas del sudoeste del Moncayo, se alimenta con las aguas de varios arroyos en los Campos del Araviana, y desemboca en el Rituerto, afluente del Duero, en término de Jaray. Estos Campos de Araviana son una amplia franja de terreno limitada al nordeste por la sierra del Moncayo, y al sudoeste por las del Toranzo y la del Tablado que en su mayor parte pertenece a los términos de Cueva de Ágreda y Beratón. En este amplio espacio de más de cuatro mil hectáreas hay sobre todo campos de cultivo, granjas, caminos, un río, varios arroyos y un montón de historia, pero ¿despoblados? Uno, tal vez dos, quizá tres.

El mito del despoblado “Araviana” se va liando y mezclándose con otros topónimos y accidentes geográficos como el de la “Peña de los Siete Infantes de Lara” o el de “Cerro de la batalla”, un lugar pedregoso donde algunos son capaces de identificar ruinas de casas y de castillos pero donde los menos avezados apenas observamos informes montones de piedras sueltas, y solo con mucha imaginación y esfuerzo podemos imaginarnos el lugar donde hubo todo un poblado. Que allí hubiera un campamento militar, un pequeño núcleo o una granja, podría ser, pero ¿un despoblado? Cuesta verlo. Si a esa falta de observación crítica o de sentido común le añadimos la escasez de documentación y la particular costumbre de llamar a un lugar como a cada uno le sale de las narices, podemos justificar que los investigadores que nos dedicamos a buscar esos lugares legendarios en pleno siglo XXI, acabemos bastante confundidos.

Hemos quedado entonces que Araviana es un lugar que acabó dando nombre a un río ¿O quizá fue el río el que dio nombre al lugar? No lo sabremos nunca, como tampoco sabremos qué significa ni quién le puso un nombre tan bucólico y evocador que suena lo mismo a palabra vieja de esas que llenan la boca, como a nombre de señora mayor, uno de esos como Izana o Nuane que los padres del siglo XXI que quieren ser originales vuelven a recuperar para ponérselos a sus hijas.

Hay estudios más formales como los de Adolf Schulten (1) que encontró alguna similitud con el río Areva que cita Plinio y que dio origen a la región de los arévacos, hipótesis que comparte Consuelo Mayor Andrés (2) que plantea la posibilidad de que el famoso río Areva citado por Plinio pueda ser nuestro Araviana, que bien podría ser el nombre indígena dado por los celtíberos que habitaban esos lares.

Es posible que esa todavía hipotética ocupación celtíbera de Araviana se convierta pronto en realidad pues algunas investigaciones arqueológicas realizadas en el entorno parecen demostrar que esa cultura y la romana después, conocieron y explotaron el mineral de hierro del entorno del Moncayo que, a falta de conclusiones definitivas, es posible que se procesara en algunos hornos tipo ferrería existentes en los campos de Araviana.

Foto Maribel Zapatero (nov. 2020)

Manuel Peña García (3) lo escribe con «b» Arabiana, relacionándolo con la misma Arabia de las Mil y Una Noches argumentando que la zona estuvo un tiempo bajo influencia islámica, y continúa su exposición relacionándola también con el euskera que podría equivaler a «lugar gragoso» o «valle de dos vertientes«, mencionando una hipótesis elaborada por Palacios Madrid para quien significaría «Cerca de la vía o camino real de Aragón«. Francisco García Berlanga (4) afirma que el sufijo -na puede derivar del euskera e indicar abundancia y el mismo autor traduciría el topónimo como «Gran valle de arándanos«.

Pero más que eso, Araviana es sobre todo un campo de batalla de la categoría de las Termópilas o de Midway pues que sepamos, en este espacio han tenido lugar al menos tres grandes batallas: la primera aquella del año 985 que aún vive entre el mito y la realidad, en la que los Siete Infantes de Lara derrocharon heroismo, criadillas y estupidez a partes iguales pues acabaron perdiendo hasta la cabeza, literalmente. La segunda aconteció el 22 de septiembre de 1359 entre las huestes del rey castellano Pedro I el Cruel contra el rey aragonés Pedro IV el Ceremonioso y fue la que en opinión de Manuel Peña García (o. c.) dio nombre al cerro; y la última, la que en 1429 terminó con la derrota de Íñigo López de Mendoza, capitán fronterizo de Ágreda, que aquí mismo se enfrentó a las huestes navarras y compuso sus famosas Serranillas del Moncayo.

Esa triple condición bélica de los campos de Araviana permite asegurar sin lugar a dudas que sus entrañas guardan los restos de soldados moros, castellanos o aragoneses, hombres comunes en definitiva que lo único que tuvieron en común fue la obligación de entregar su vida a cambio de defender el honor de unos señores o de una patria que poco más que la muerte les llegó a ofrecer.

En cuanto a la existencia documental de un lugar llamado Araviana, la primera noticia conocida cronológicamente la ofrece Eugenio Sanz Pérez (5) que documenta su existencia en 1399 como perteneciente al término de Ágreda, si bien no especifica si se le documenta como poblado o como una referencia geográfica, y recuerda el hallazgo de una moneda de vellón de Felipe IV (1621-1665) que según él probaría estar habitado en este siglo, así como noticias de pleitos entre Ágreda y Ólvega por el disfrute de los derechos de pastos en los “Quintos de Araviana”.

Foto Maribel Zapatero (nov. 2020)

Máximo Diago Hernando (6) lo incluye en la relación de términos de despoblados de la Tierra de Ágreda que fueron ocupados por concejos o personas particulares, y concretamente de Araviana dice que su dehesa fue ocupada por los concejos de Ólvega, Fuentes y La Cueva, y que cuando el concejo de Ágreda consiguió desocuparlo lo destinó a arrendar sus pastos que en algún momento quedaron derraigados.

Según Pascual Madoz (7) la población fue arruinada en el siglo XIV, una información de la que no ofrece más datos y que no parece del todo correcta pues Agustín Rubio Semper (8) recoge en el protocolo número 63 la venta de un molino y dos huertos en dicho lugar, lo que aconteció el 18 de junio de 1339, y no es el único, que otros protocolos como el número 80 tratan del alquiler del nuevo propietario de aquel molino.

Parece que, con seguridad y según dice José María Tejero de la Cuesta (9), el lugar estaba abandonado a finales del siglo XV cuando Isabel la Católica solicitó a los olvegueños ayuda para la guerra de Granada y a cambio del favor éstos le pidieron permiso para hacer tres dehesas con cuyos beneficios sufragar los gastos de su ejército. Una de estas dehesas estaba en Araviana.

Salvo las ya citadas no hemos encontrado otras referencias documentales a Araviana, y ninguna en los censos tradicionales de los siglos XVI y XVII, aunque según nuestra hipótesis es posible que en esos siglos existiese como un molino o sencilla granja que ni llegó a tener esa etiqueta mínima de núcleo poblacional, lo que justificamos porque en los censos/catastros de 1752 y 1789 ya se documente a Araviana como un despoblado de la Tierra de Ágreda.

El Censo del Catastro de la Ensenada (1752) lo cita como despoblado de realengo de la jurisdicción de Ágreda ofreciendo una amplia referencia geográfica pues dice que limita al este con Beratón, al oeste con Ólvega, al norte con Cueva y al sur con Borobia. La tierra se destinaba al cultivo de cereal de secano, trigo sobre todo, pero no estaba sobreexplotado pues dice que por desidia había tierras yermas, y a diferencia de la situación actual, había prados y montes como el Berdugal que era del Común de Ágreda. Las aguas del río movían las muelas de dos molinos harineros de una piedra.

A fínales del silgo XIX, Manuel Blasco (10) dice que solo quedaban rastros de un molino y de la ermita de la Virgen de los Remedios, siendo el primero en incluir ese importante detalle al ofrecer el nombre de una ermita que persiste en la actualidad, lo que nos permite ya localizar el emplazamiento de Araviana ¿no? Pues ojalá pero no, no podía ser tan fácil. Aunque próximo a los Campos de Araviana, la ermita de los Remedios se encuentra fuera de su ámbito y más que por estar separados unos tres kilómetros, que es lo que en línea recta se lee en los mapas, están separados por la Sierra de Toranzo que formó desde siempre una frontera entre los límites de la Tierra de Soria y la de Ágreda, de forma que la ermita de los Remedios y Noviercas pertenecía a la primera, y Araviana a la segunda.

El razonamiento tiene su fundamento y es que cuando hay una ermita en medio del campo alejada de cualquier pueblo, a menudo suele corresponder con la iglesia parroquial de un despoblado que al quedar vacío quedó relegada a la categoría de ermita de algún pueblo vecino, por lo que si analizamos las ermitas que hay en los Campos de Araviana comprobaremos que -sin negar la posibilidad de que haya alguna no conocida- la única que queda en pie aunque a medio arruinar sea la de San Bartolomé, un sencillo templo románico justo en la linde de Araviana, en el extremo noroeste de los Campos, ya en término de Ólvega de cuya parroquia depende.

No cabe duda de la antigüedad de esta ermita de San Bartolomé a la que se accede desde la C-101 por la carretera SO-P-2106 que va hasta La Cueva y Beratón, en el desvío que sale al norte a la altura del kilómetro 1. Es de estilo románico con elementos como la nave que parece corresponder al siglo XII y una cabecera algo posterior, del XIII, por lo que bien pudo ser la iglesia parroquial de un despoblado medieval coetáneo a esos siglos. También podemos intuir la existencia de un poblado antiguo alrededor del templo en los edificios arruinados que persisten, si bien las ruinas existentes parecen corresponder a algún tipo de edificación ya antigua pero no tanto como la ermita, y posiblemente las piedras de los muros que hoy vemos sean las mismas reutilizadas que en el siglo XIII formaron las viviendas de época medieval. Para probar nuestra hipótesis tendremos que preguntar a algún olvegueño que nos lo confirme y nos dirá que sí, que la tradición dice que allí alrededor hubo un pueblo. Así pues, con toda esta información ya está más que claro, clarísimo, y ¡blanco y en botella…! Pues lo mismo puede ser leche que vino de Rueda.

Foto Maribel Zapatero (nov. 2020)

Uno de los investigadores que cree que San Bartolomé fue la iglesia de un despoblado es Manuel Peña García (o. c.) pero con buen sentido crítico y tras analizar las fuentes documentales, no afirma nada, llegando a plantear la hipótesis de que el despoblado conocido como Araviana quizá no haya existido y que las ruinas que aún hoy pueden observarse en el entorno de la ermita correspondan en realidad al despoblado llamado Culdegallinas, un nombre mucho menos mítico y evocador sin pizca de romanticismo, pero probablemente mucho más real que ya no suena bien como nombre de niña.

Otros investigadores como Martínez Díez (11) o Lorenzo Celorrio (o. c. página 96) siguen identificando la existencia de un despoblado en el entorno de la ermita, paraje también llamado Corrales del Santo, si bien no hay acuerdo unánime en cuanto a identificarlo como Araviana o como Culdegallinas.

La hipótesis propuesta resulta lógica y coherente, pero no es la única.

Eugenio Sanz Pérez (12) (13) ofrece una ubicación distinta para Araviana, unos tres kilómetros al sur. Según este investigador, el despoblado estaría ubicado en torno a un castillo o atalaya arruinada que él descubrió en 2002, y ambos en el cerrete de la sierra de Toranzo llamado Cerro de la Batalla. Refiere el hallazgo de una punta de flecha y otras armas de hierro en los alrededores. Del despoblado medieval, Sanz Pérez afirma que se encuentra en derredor de la torre y que apenas persisten algunas líneas de los edificios desaparecidos, «todo ello cubierto actualmente de pradera» muy mal orientado expuestos a los vientos del norte, pero persiste brotando una fuente que nunca se ha secado.

Así que a falta de otras investigaciones documentales y arqueológicas que nos puedan ofrecer nueva información y confirmar alguna hipótesis, siendo tan válidas unas como otras, nosotros nos inclinamos a pensar que Araviana no existió como despoblado, pero quizá y más que eso, Araviana seguirá siendo un lugar legendario en la mitología soriana que vale la pena no descubrir, pues casi siempre una leyenda supera a la realidad, es más interesante y menos frustrante.

Alberto Arribas, con la colaboración de Ángel Lorenzo, Maribel Zapatero, Luis C. Pastor

(1) SCHULTEN, Adolf (1944): Historia de Numancia. Colección histórica Laye nº I. Editorial Barna. Barcelona.

(2) MAYOR ANDRÉS, Consuelo (2019): Reflexiones sobre cinco voces de origen prerromano. Boletín de Información Lingüística de la Real Academia Española en http://revistas.rae.es/bilrae/article/view/292/740)

(3) PEÑA GARCÍA, Manuel (1982): Ólvega. Historia, Arte, folklore. Almazán.

(4) GARCÍA BERLANGA, Francisco (1992): Cultura iberoeuskérica. El euskera fue la lengua primitiva de España. Edición del propio autor, página 107 y 169.

(5) SANZ PÉREZ, Eugenio (2016): Geografía histórica de la muerte de los Siete Infantes de Lara: La Torre y Atalaya de Araviana. Celtiberia nº 110, página 150.

(6) DIAGO HERNANDO, Máximo (1991): Los términos despoblados en las comunidades de villa y Tierra del Sistema Ibérico castellano a finales de la Edad Media. Revista Hispania LI/ 2, 178, página 514.

(7) MADOZ, Pascual (1846-50): Diccionario geográfico-estadístico-histórico. Edición facsímil de los textos relativos a la provincia de Soria. Edita Ámbito ediciones SA y Diputación de Soria, 1993. Imprime Gráficas Ortega SA Valladolid.

(8) RUBIO SEMPER, Agustín (2000): Fuentes Medievales Sorianas: Ágreda. Colección de Archivos sorianos nº 1. Imprenta de la Diputación Provincial. Soria.

(9) TEJERO DE LA CUESTA, José María (1988): Análisis del Medio físico de Soria. Delimitación de unidades y estructura territorial, editado por la Consejería de Fomento de la Junta de Castilla y León. Valladolid. página 142.

(10) BLASCO JIMÉNEZ, Manuel: Nomenclátor histórico, geográfico, estadístico y descriptivo de la provincia de Soria, 1ª edición, Soria 1880. Imprenta y Librería de la Infancia, página 163.

(11) MARTÍNEZ DÍEZ, Gonzalo (1983): Las Comunidades de Villa y Tierra de la Extremadura castellana. Editora Nacional, Madrid.

(12) SANZ PÉREZ, Eugenio: El Castillo de Araviana (Ólvega, Soria) y la muerte de los Siete Infantes de Lara, en Revista de Soria IIª época, nº 40 página 77 y siguientes

(13) SANZ PÉREZ, Eugenio (2016): Geografía histórica de la muerte de los Siete Infantes de Lara: La Torre y Atalaya de Araviana. Celtiberia nº 110, página 147 y ss.