El análisis del topónimo es de los más fáciles, primero porque es evidente que está formado por el sustantivo “campo” al que se le añadió el adjetivo calificativo “cerrado”, describiendo así lo que sería originalmente el espacio del hoy despoblado, un campo de reducidas dimensiones delimitado o cerrado por montes; y segundo porque la explicación debe tener rango oficial pues así se ofrece en el texto legislativo de carácter urbanístico Aprobación definitiva revisión Normas Subsidiarias de Ólvega (BOPSo. 13/03/2006 página 6) que dice «Campicerrado es un polje o uvala cuyo nombre nos evoca un valle constreñido entre montes».
Como a un kilómetro al sur del despoblado discurre la vía férrea del ferrocarril Soria-Castejón. Durante las obras de excavación de la trinchera aparecieron restos fosilizados de mamíferos grandes y pequeños fechados hace unos quinientos mil años, una información que se ofrece también en las citadas Normas Subsidiarias donde se especifica que «…han aparecido Bos primigenius (toro primitivo), Cervus sp. y numerosos roedores de hace unos 500.000 años».
No lejos del paraje anterior, a unos 1.300 metros siguiendo desde la Fuente de Juan Cañón por la carretera en dirección a Ólvega, en un paraje llamado La Muela y ubicado a escasos cien metros a la derecha de la carretera, aparece un cerrete que ha sido estudiado por Eugenio Sanz Pérez (2), quien lo califica como un castro celtibérico, una gran fortaleza de gruesas murallas y una extensión de 0,8 has. que defendía el paso más vulnerable de la sierra del Madero entre el Ebro y la Meseta. Allí, dice, se han encontrado monedas romanas.
Buena parte del interés económico de estas tierras olvegueñas se debe a la agricultura y a la ganadería, pero parece que a esa riqueza común a toda la provincia se le añadían otros recursos mucho menos frecuentes; la explotación minera de materiales ferruginosos con los que allí mismo o en hornos ubicados en las inmediaciones, se obtenía hierro.
Sabemos que, al menos durante parte del siglo X, esta zona de la provincia estuvo sometida al califato de Córdoba y a esa cultura musulmana se atribuye la construcción de la atalaya del Castillazo.
Tras la conquista de Zaragoza en mayo de 1118 por las huestes cristianas del rey de Aragón y Pamplona Alfonso I El Batallador, el proceso de reconquista avanzó velozmente en lo que hoy más o menos vendría a ser la mitad oriental de la provincia de Soria, que pasó de ser una tierra de nadie, poco o escasamente habitada por cristianos y/o musulmanes, a ser un territorio conquistado por los aragoneses, reivindicado por los castellanos y repoblado por todos ellos, pues para alejar el peligro de un contraataque musulmán y conseguir el asentamiento poblacional, el rey Alfonso I de Aragón primero, y su hijastro Alfonso VII de León después, iniciaron una política encaminada a aumentar la población de aquellas tierras entre las que se incluía Campicerrado.
A partir de 1119 se produciría la repoblación del lugar por un contingente humano que sustituyó o se unió a los posibles habitantes musulmanes o mozárabes que pudiera haber previamente, quizá instalados en el entorno del Castillazo. Aquel poblado acabó abandonando el cerro y se instaló en el llano, a unos quinientos metros al norte en el entorno de la actual ermita de San Marcos que sería su templo parroquial, y que, como veremos, por su estilo arquitectónico parece obra de ese mismo siglo XII. Aquel entorno resultaba mucho más adecuado para el asentamiento humano pero tenía un inconveniente, la falta de agua, la que según un informador local se extraía mediante un pozo y una canalización con cañerías de barro desde el Manantial de Juan Cañón (tres kilómetros al sur, al pie de la ladera con aerogeneradores, un extraño topónimo curiosamente relacionado con el aumentativo de cañería), una afirmación que creíamos poco factible o exagerada, pero que confirma el citado documento Aprobación definitiva (o. c. página 8) que en el apartado hidrológico de Ólvega recoge en Campicerrado un pozo y el agua de la Fuente de Juan Cañón. No hay que confundir, en este caso, manantial con fuente: el primero, el manantial, se encuentra cerca del Alto de Juan Cañón, próximo al término de Pozalmuro, mientras que la “Fuente de Juan Cañón”, junto a la que hemos pasado para llegar a Campicerrado, está al borde de la carretera SO-P-2001.
En la actualidad, a los pies de la ermita, hay una fuente de piedra con abrevadero que parece de factura moderna, probablemente reutilizando materiales de una obra anterior.
Sería en esa primera mitad del siglo XII y bajo el auspicio del rey Alfonso VII, cuando el territorio se organizó y articuló según el sistema de Comunidades de Villa y Tierra, fundándose la de Ágreda de la que Campiserrado formó parte, si bien debemos esperar algunos años para ver su nombre escrito.
Máximo Diago Hernando (3) recuerda que el 17 de junio de 1291 se firma una tregua entre los concejos de Ágreda y Tarazona, castellano y aragonés respectivamente, así como una concordia entre ambos municipios en donde se comprometían a guardarse mutuamente en personas y cosas y a poder perseguir a los ladrones de unos términos a otros. Manuel Peña García (4) dice que gracias a este documento es posible conocer las veintiuna aldeas que componían el Concejo de Ágreda, entre ellas Campiel Ferrado.
Continuamos teniendo noticias de Campicerrado en 1339 que nos sugieren que seguía habitado, como las que ofrece Agustín Rubio Semper (5), quien recoge el protocolo número 83 de 18 de julio de 1339 en el que se trata del arrendamiento de la fonsadera de Ólvega, Campiserrado (Campiel Rado), Cul de gallinas (Cuel de Gallinas), La Mata, la Cueva y Fuentes.
Sin embargo, no tenemos más noticias del lugar, y conociendo las calamidades que soportó todo este territorio en la segunda mitad del siglo XIV a consecuencia de las enfermedades y las guerras, podríamos suponer un abandono de la población en ese periodo. Es fácil llegar a esas conclusiones sabiendo lo que por aquí aconteció, pero hay que reconocer que tampoco podría descartarse un abandono mucho más pragmático por pura comodidad, por el desplazamiento voluntario de sus vecinos hacia poblaciones más grandes donde hubiera más y mejores y servicios, desde donde podrían desplazarse a seguir trabajando las fincas o cuidando de los animales. El problema resultante, el mismo que el de otros casos bien conocidos, es que los aprovechamientos de los pastos, baldíos y montes de un despoblado despertaban el interés de los pueblos vecinos y su ocupación no siempre era pacífica. Máximo Diago Hernando (6) incluye Campicerrado en la relación de términos de despoblados de la Tierra de Ágreda que fueron ocupados por concejos o personas particulares, con la circunstancia de que la ocupación de este lugar fue realizada por los concejos de Ólvega, Fuentes y La Cueva. De ese reparto puede originarse una de las causas de las rivalidades entre los de Ólvega y los de Ágreda, y es que dice una antigua leyenda que los agredeños se llevaron las campanas de esta ermita como única compensación por la pérdida de este término, y que las colocaron en su iglesia de San Juan Bautista que, por cierto, no se corresponden a las que hay en la actualidad.
El término continuó despoblado y ya no aparece ni documentado como tal en los censos de 1528 ni en los posteriores, pero su memoria no se perdió pues como despoblado de Ólvega así lo recogen el Catastro de la Ensenada (1752), Pascual Madoz (1850) (7) y Blasco (1890 y 1909) (8) (9).
El Catastro de la Ensenada lo califica como un despoblado de realengo de la jurisdicción de la villa de Ágreda que comprendía tierra de cultivo de secano, monte, así como «tierra yerma por desidia ê ynculta por Naturaleza», que proporcionaban una cosecha anual de trigo, centeno y avena.