Cántavos – Cántabos, Granja de

Despoblado localizado en el término municipal de Fuentelmonge.

Cántavos, vista general.
Cántavos, vista general. Foto Ángel Lorenzo

Fecha de despoblación: Desconocida

Localidad: Fuentelmonge

Estado actual: Despoblado

Término municipal: Fuentelmonge

Descripción

Despoblado localizado en el término municipal de Fuentelmonge, aunque parte de la superficie no construida de la granja, al otro lado del río Nágima, pertenece al término de Torlengua. En ambos pueblos, cuando se refieren a este lugar, lo hacen generalmente denominándolo “La Granja”.

Aparece escrito tanto con “v” como con “b”, sin conocerse cuál es la forma correcta. Para este trabajo se ha elegido la forma Cántavos por una mera cuestión estadística al ser algo, poco, más habitual verla escrita de esta manera. Más infrecuente es la forma Cántagos con la que Manuel Blasco (1) (2) también dice haberla documentado.

Localizado en lo alto de un pequeño cerro a poco más de dos kilómetros al este de Fuentelmonge, en la margen derecha y lindando con el río Nágima.

Para llegar al lugar partiendo de Fuentelmonge, se sale del pueblo en dirección sudeste por la calle Bajera que luego se denominará Camino de la Dehesa. Tras recorrer 400 metros desde las últimas casas de Fuentelmonge llegaremos a un cruce sencillo en forma de horquilla, que a la derecha se pierde entre fincas de cultivo y a la izquierda se dirige a unas naves. Consideraremos este cruce como punto 1 y tomaremos el ramal izquierdo que se dirige al nordeste. Recorremos trescientos metros, pasando entre medio de una nave y una vieja majada, y llegamos a otro cruce triple que denominaremos punto 2.

El camino del centro es el más corto pero está en peor estado, por lo que puede ser adecuado para vehículos todoterreno, senderistas o ciclistas. No tiene pérdida pues desde ese punto hay que continuar recto durante 1,6 km por un camino que va derecho a Cántavos.

Si desde el punto 2 tomamos el camino que sale a la derecha, deberemos recorrerlo durante 2.150 metros hasta llegar a otro cruce con el canal, punto 3. Aquí el camino da un giro brusco de 90 grados a la izquierda para dirigirse en dirección nordeste y se divide en dos. Abandonaremos el más ancho y tomaremos el estrecho, que surge nada más cruzar el canal y avanza paralelo al mismo durante 1.150 metros hasta llegar a otro puente (no el primero que encontremos sino el segundo) que nos permitirá cruzarlo de nuevo y desde donde ya veremos Cántavos, muy próximo a nuestra derecha.

DATUM   LATITUD                    LONGITUD
ETRS89 41.424470                      -2.161580
ETRS89 41° 25′ 28′′ N                     2° 09′ 42′′ W
UTM 30    Coord. X                    Coord. Y
    570.058,40                 4.586.218,15
Altitud   837,16 m

Para Eleuterio Carracedo Arroyo (3) el topónimo “parece indicar el origen de sus pobladores, que serían personas procedentes de Cantabria”.

Al norte del despoblado en el paraje El Caserío, existen dos yacimientos romanos, uno de época altoimperial y otro de época bajoimperial, según Julio Gómez Santa Cruz (4).

Posteriormente el lugar pudo acoger un asentamiento musulmán como así nos lo indica la presencia de una atalaya de esa época, presumiblemente del siglo X, que todavía se conserva en bastante buen estado.

No obstante, si el paraje es todavía reconocido se debe a su vinculación con el monasterio cisterciense de Santa María de Huerta. Y es que este de Cántavos fue el primer asentamiento de los mencionados monjes en la zona, antes de que acabaran trasladando su sede principal al actual emplazamiento en la orilla del río Jalón.

Para conocer los orígenes del monasterio de Santa María de Cántavos, que así es como se denominaba, debemos recordar muy someramente el nacimiento en 1098 de la orden del Císter, que surgió como una reacción a la relajación de la norma monacal de la orden Benedictina de Cluny. El monje Roberto de Molesmes, de la Abadía de Císter (Dijon, Francia) quiso dar un cambio a su vida religiosa y retornar a la pureza de la orden según la entendió san Benito de Nursia, basada en la autenticidad y radicalidad evangélica a la que se añade un afán de soledad, retiro del mundo y voto de pobreza que impide el lujo en el vestido, la vivienda o la comida, siendo sus tareas habituales la lectura de los textos sagrados, el trabajo y la alabanza a Dios (ora et labora).

Esa forma de pensamiento condicionó las características arquitectónicas de sus construcciones, aplicando en ellas unas normas muy estrictas que la orden establecía basándose en la austeridad y la sobriedad, impidiendo que los monasterios se construyesen en ciudades, castillos o aldeas. Únicamente se permitía su edificación en lugares apartados, lejos del tráfico de la gente, donde se levantaran edificios con paredes rectas, desnudas, carentes de representaciones escultóricas que distrajesen a los monjes de su objetivo principal que debía ser la búsqueda sincera de Dios.

La orden se introdujo en la península hacia 1140 a partir de un grupo de monjes procedentes de la Borgoña francesa, y en ese contexto histórico, dos años después, en 1142, el rey de Castilla y de León Alfonso VII hizo promesa que si tomaba al Islam la fortaleza de Coria (Cáceres) se comprometía a edificar en su reino un convento para la orden cisterciense.

En junio de ese año el rey cumplió sus objetivos militares y sus promesas, pues a partir de esa fecha consta que doce monjes procedentes del monasterio de Molesmes, en la Borgoña francesa, y dirigidos por el abad Rodulfo, se instalan en el lugar de Cántavos, un emplazamiento ideal para establecerse pues no estaba cerca de ciudad, castillo o aldea.

Sin embargo, trascurridos apenas veinte años, los monjes cistercienses mudaron su emplazamiento principal al actual de Santa María de Huerta, en una zona más llana, fértil y cerca del más caudaloso Jalón, aunque quizá demasiado cerca del río como comprobamos periódicamente a resultas de las repetidas inundaciones que afectan al monasterio.

Las instalaciones monacales, habitacionales o agroganaderas, que pudieran haber construido en Cántavos serían muy sencillas y no han perdurado, los escasos restos de muros que aún se conservan no han aportado, por el momento, datos significativos. No obstante la Orden no abandonó el lugar y siguió manteniendo una “granja” como luego veremos.

Respecto a la cesión del terreno de Cántavos al Císter, recordemos que fue una iniciativa del rey Alfonso VII. José Antonio García Luján (5) indica que esta donación fue firmada por el monarca estando en Calahorra el 30 de enero de 1152, si bien fray Toribio Minguella y Arnedo (6) matiza esta fundación afirmando que el solar original de Cántavos fue donado por Miguel Muñoz de Finojosa y su mujer Sancha Gómez, entonces vecinos de Deza y padres de Martín de Finojosa.

Y no es el único es comentar el hecho; José María Alcalde Jiménez (7) dice que el lugar de Cántavos fue donado por Miguel Muñoz de Finojosa a los monjes del Císter en 1144, y por su parte, Santiago Esteras Gil (8) afirma que fue doña Sancha, esposa de Miguel Muñoz y madre de san Martín de Finojosa, la que siendo propietaria del terreno de Cántavos, se lo donó a su hijo en 1158, quien lo puso a su vez a disposición de la orden.

Entonces, ¿Los padres de san Martín de Finojosa cedieron el solar al rey y éste a los monjes o se trató más bien de un añadido a lo que ya había donado el monarca?

Según Juan Antonio Gaya Nuño (9) la compra del nuevo terreno junto al Jalón se realizó en 1152 y el traslado definitivo a Huerta se efectuó el 20 de marzo de 1179, con la presencia del abad don Martín de Finojosa y el rey Alfonso VIII, en presencia de los obispos de Sigüenza, Osma y la reina Leonor, que entre todos pusieron la primera piedra.

Antes comentábamos que los monjes se habrían trasladado de Cántavos a Santa María de Huerta, pero que ni abandonaron, ni renunciaron, ni vendieron su propiedad, más bien al contrario, la defendieron con ahínco ante quien quiso arrebatársela mediante la ocupación de un lugar vacío, una forma de apropiación indebida de una propiedad rústica o inmobiliaria que no es un problema exclusivo de nuestros tiempos.

En este sentido tenemos noticia de la existencia de algún incidente y conflictos recogidos por fray Toribio Minguella y Arnedo (o. c. página 148), quien dice que el concejo de Soria se apoderó de Cántavos por la fuerza pero que el abad defendió sus derechos consiguiendo que se le reconociese su propiedad. Una vez demostrado, lo vendió pacíficamente al mismo concejo de Soria por lo que califica Minguella de muy poco precio “mil mencales y trescientos cahices de trigo… reservándose un pequeño predio, como memoria de la estancia de los religiosos.

Los monjes comprendieron que los problemas que habían tenido con el concejo soriano podrían repetirse y que la única forma de evitarlos sería habitar el lugar e instalar allí una pequeña población, apenas una bailía en la que establecer una granja con algunos colonos y tal vez algún fraile que dirigiera la explotación y las almas de los que allí residían. Eliseo González y Cabrerizo (10) afirma, no sabemos con qué fundamento, que allí quedaron dos renteros del monasterio que eran feligreses de Huerta:

«…donde van a cumplir el precepto pascual, haciendo un cuerpo con los demás renteros y colonos del barrio de Huerta, los diezmos de esta eran propios exclusivamente de la mesa abacial. Cántavos nunca tuvo iglesia parroquial, sino que siempre fue villa desierta, y tan solo hubo en Huerta un religioso señalado por el abad para administrar los Sacramentos á todos los renteros ó colonos del monasterio…»

Antonio Ruiz López (11), en su obra sobre Monteagudo de Las Vicarías, saca a la luz un documento de la Real Chancillería de Valladolid que resuelve un conflicto de aguas en el siglo XVII entre los colonos de Cántavos, defendidos por el Monasterio de Santa María de Huerta, y la villa de Monteagudo. Los monjes se vieron obligados a demostrar su propiedad, para lo que aportan un documento en el que se precisa (12) “dicho Monasterio de Nuestra Señora de Huerta es dueño y poseedor único de dicho término de Cántabos que antes fue villa y de todo su distrito heredades, pastos, aguas, montes, corta y roza y demás aprovechamientos por donación y merced del Señor emperador don Alfonso séptimo de castilla y que el dicho monasterio ha poseído y gozado …”.

Aunque en Soria no abunden los casos de despoblados vinculados al traslado de un monasterio en el que servían, como puede ser el caso de Cántavos, en Castilla fue relativamente frecuente este ejemplo o el de otras pequeñas bailías de carácter agropecuario que, dependientes de un monasterio principal, estuviesen trabajadas por sirvientes que no tendrían más remedio que abandonar esas tierras si los propietarios decidían venderlas o dejar de explotarlas por otros cultivos que exigiesen menos mano de obra.

A pesar de que en Fuentelmonge aseguran que los problemas y enfrentamientos entre frailes y vecinos del pueblo por el aprovechamiento de las tierras y del agua han sido prácticamente continuos, sólo tenemos prueba de ello a partir de 1728, cuando los frailes subieron a los de Fuentelmonge la renta por la que disfrutaban desde antiguo de unas tierras en Cántavos. No hubo acuerdo y los vecinos del pueblo metieron sus ganados a la fuerza, lo que originó una situación de tensión entre ambas partes que se mantuvo durante muchos años en los que hubo amenazas de excomunión, tiros, heridos de consideración, insultos, denuncias…, un largo proceso en el que hubo algún breve acuerdo y periodos de paz, pero que sólo culminaron con la exclaustración de los frailes en 1835. Unos años después, buena parte de las fincas de Cántavos que habían pertenecido a los religiosos, fueron adquiridas por veintinueve vecinos de Fuentelmonge.

Madoz (13) ofrece una somera referencia diciendo que Cántavos es una granja de Fuentelmonge, y algo más tarde Manuel Blasco (14) (15) en las dos ediciones de su Nomenclátor recoge que se le conoce como Cántagos o Cántabos y que estaba habitada constantemente por un vecino.

Según la relación de municipios y lugares de la provincia de Soria y población de 1858, recogida por Carmelo Romero Salvador, Carmelo García Encabo y Margarita Caballero Domínguez (16) se trata de una población con rango de “granja” del término municipal de Fuentelmonge, que contaba entonces con cinco habitantes.

En la cima de un cerrete, no el más alto del entorno, rodeado de caminos y fincas de cultivo aparecen los restos de Cántavos, de entre los que destaca una torre “de señales” musulmana. A su alrededor se aprecian los arruinados muros de diferentes dependencias que formaban un conjunto de planta rectangular con diferentes divisiones. Únicamente la torre mencionada, adosada al interior del muro norte, ha conservado su integridad y, junto con los restos de muros que la rodean, dan al conjunto una falsa apariencia de fortaleza o castillo. Cerca de la torre se encuentran los restos, cegados, de una cueva que, según dicen las guías, pudo ser una bodega.

Cántavos, atalaya y restos de muros. Foto Ángel Lorenzo
Cántavos, atalaya y restos de muros. Foto Ángel Lorenzo

La torre, que conserva siete metros de altura, parece corresponder a una atalaya musulmana con puerta de acceso elevada a unos tres metros, que conserva los goznes de las hojas y el hueco de la tranca. Tiene planta circular de unos seis metros de diámetro exterior por tres y medio interior, con muros de casi uno y medio de ancho.

Esta torre mantiene contacto visual con la cercana atalaya de Villapardillo (17), ubicada en la cima del cerro Alto del Molino, a poco menos de 2 km de distancia en línea recta en dirección sur-sureste.

Cántavos, atalaya. Foto Ángel Lorenzo
Cántavos, atalaya. Foto Ángel Lorenzo

La torre de Cántavos sería lo único que se encontraran en el lugar los primeros monjes cistercienses que la readaptaron para sus intereses, añadiéndole alrededor diversas estancias. El acceso actual a pie llano es una remodelación posterior de época imprecisa, aunque analizando los elementos que componen el oratorio en que se trasformó la planta baja, todo parece indicar que fue en el siglo XVIII cuando en esta parte se construyó una capilla de estilo neoclásico con cúpula de adobe, altar, presbiterio, hornacina y entrada a nivel del suelo, que se decoró con dintel en forma de concha y jambas abocinadas.

En 2018 todo el conjunto se encontraba en muy mal estado, pero gracias a una inversión a cargo de los Fondos Europeos, la Junta de Castilla y León inició una serie de actuaciones de consolidación de muros, limpieza general y colocación de una cubierta para proteger la estructura de la torre de las inclemencias meteorológicas.

A mediados del siglo XX se construyó un canal que desvía parte del agua del río Nágima para conducirla al embalse de Monteagudo. El azud de inicio de este acueducto se encuentra a unos doscientos metros del despoblado de Cántavos.

Cántavos, a la izquierda de la torre azud en el río Nágima para abastecimiento del embalse de Monteagudo de las Vicarías. Foto Ángel Lorenzo
Cántavos, a la izquierda de la torre azud en el río Nágima para abastecimiento del embalse de Monteagudo de las Vicarías. Foto Ángel Lorenzo

En Fuentelmonge hay tradición oral que recuerda que hacia el primer tercio del siglo XX, el día 20 de agosto, festividad de San Bernardo, se celebraba una romería dedicada a este santo con misa en la capilla de la torre. ¿Será casualidad la coincidencia de esta advocación con el nombre del reformador de la orden del Císter…?

 

Alberto Arribas con la colaboración de Ángel Lorenzo, Maribel Zapatero, Luis C. Pastor

(1) BLASCO JIMÉNEZ, Manuel (1880): Nomenclátor histórico, geográfico, estadístico y descriptivo de la provincia de Soria, 1ª edición, Soria. Imprenta y Librería de la Infancia.

(2) BLASCO JIMÉNEZ, Manuel (1909): Nomenclátor histórico, geográfico, estadístico y descriptivo de la provincia de Soria. IIª edición, Soria. Ed. Tipografía de Pascual P. Rioja.

(3) CARRACEDO ARROYO, Eleuterio (1996) Toponimia de la Tierra de Soria. Ediciones de la Excma. Diputación Provincial de Soria. Colección Temas sorianos nº 32. Imprenta Provincial de Soria, Soria, pp. 193 y 194.

(4) GÓMEZ SANTA CRUZ; Julio (1992): Actas del 2º Symposium de arqueología soriana. 19-21 de octubre de 1.989. Publicaciones de la Excma. Diputación Provincial de Soria, Colección Temas sorianos nº 20, volúmenes I y II. Soria, página 949 y 952.

(5) GARCÍA LUJÁN, José Antonio (1981): Cartulario del Monasterio de Santa María de Huerta. Edita Monasterio de Santa María de Huerta y Excma. Diputación Provincial de Soria, página 3.

(6) MINGUELLA Y ARNEDO, Fray Toribio (1910): Desde los comienzos de la diócesis hasta fines del siglo XIII. Volumen I. Madrid, Imprenta de la «Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos», página 144.

(7) ALCALDE JIMÉNEZ, José María (1997): EI poder del Señorío. Señorío y poderes locales en Soria entre el Antiguo Régimen y el Liberalismo. Colección Estudios de Historia. Junta de Castilla y León, Consejería de Cultura y Turismo. Valladolid, página 330.

(8) ESTERAS GIL, Santiago (1975): Deza y sus circunstancias. Trabajo inédito.

(9) GAYA NUÑO, Juan Antonio (1946): El Románico en la provincia de Soria. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Diego Velázquez. Madrid.

(10) GONZÁLEZ y CABRERIZO, Eliseo (13/02/1909): Artículo de carácter narrativo titulado Carta Abierta publicado en el periódico Tierra Soria.

(11) RUIZ LÓPEZ, Antonio (2022): Monteagudo de las Vicarías. Patrimonio e Historia. .Edita Excelentísimo Ayuntamiento de Monteagudo de las Vicarías. Páginas 135-136.

(12) Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. Signatura: PL. civiles, Pérez Alonso (F), caja 3802,2. Código de referencia: ES 47 186. ARCHV// PL CIVILES, PÉREZ ALONSO (F), CAJA 3802,2. P.167. renumerada. Pleito litigado por el Monasterio de Santa María de Huerta. Orden de San Bernardo de Santa María de Huerta (Soria), con El Concejo de Monteagudo de las Vicarías (Soria), sobre aprovechamiento de aguas y riego de la vega y otras heredades del término de Cántabos por parte de sus colonos y arrendadores, que impedía el concejo de Monteagudo.

(13) MADOZ, Pascual (1846-50): Diccionario geográfico-estadístico-histórico. Edición facsímil de los textos relativos a la provincia de Soria. Edita Ámbito ediciones SA y Diputación de Soria, 1993. Imprime Gráficas Ortega SA Valladolid.

(14) BLASCO JIMÉNEZ, Manuel (1880): Nomenclátor histórico, geográfico, estadístico y descriptivo de la provincia de Soria, 1ª edición, Soria. Imprenta y Librería de la Infancia.

(15) BLASCO JIMÉNEZ, Manuel (1909): Nomenclátor histórico, geográfico, estadístico y descriptivo de la provincia de Soria. IIª edición, Soria. Ed. Tipografía de Pascual P. Rioja.

(16) ROMERO SALVADOR, Carmelo; GARCÍA ENCABO, Carmelo y CABALLERO DOMÍNGUEZ, Margarita (1985): La provincia de Soria entre la reacción y la revolución (1833-1843). Ediciones de la Excma. Diputación Provincial de Soria, colección Temas Sorianos nº 10, Soria, páginas 215 a 232.

(17) El despoblado de Villapardillo es citado por Gonzalo Martínez Díez (1983): Las Comunidades de Villa y Tierra de la Extremadura castellana. Editora Nacional, Madrid. También nos habla de él, así como de su torre de señales musulmana, Vicente Alejandre Alcalde (2014) en “El sistema defensivo musulmán entre las marcas media y superior de Al-Ándalus (siglos X-XII)”. Centro de Estudios Bilbilitanos, Institución Fernando el Católico. Excma. Diputación de Zaragoza. Calatayud.