Para Clemente Sáenz Ridruejo (1) y Eleuterio Carracedo Arroyo (2), el topónimo “castellano” puede indicar una repoblación por parte de personas procedentes del reino de Castilla, algo que pudo suceder en las repoblaciones acontecidas a partir de 1109 promovidas por el rey aragonés Alfonso I el Batallador. A ese topónimo se le añadiría el complemento “de la Sierra” que llevan otros pueblos de alrededor y que indica su cercanía a la sierra del Alba.
No cabe duda de la antigüedad de algunos hallazgos arqueológicos de la zona, algunos realizados en época reciente y otros en momentos muchos más antiguos pero mucho más inespecíficos, como los que describe Manuel Blasco Jiménez (3) al hablar de Villar del Campo donde en tres cavernas localizadas como a un kilómetro de Castellanos, en el paraje Los Villares dice:
«Todavía se recuerda en el pueblo el hallazgo de cadáveres y restos humanos, hachas y una sierra de piedra, armas pétreas también, un punzón de hueso con su ojo á modo de aguja y otros objetos de aparente carácter celta y fenificio, siendo Gobernador de la Provincia D. Diego Pequeño, Diputado D. Francisco Benito Delgado y párroco D. Demetrio García Bachiller, que lo es aún actualmente».
Sin poder confirmar ni desmentir si aquellos hallazgos fueron siquiera investigados, debemos analizar los datos que tenemos a nuestra disposición y así, en cuanto a sus más remotos orígenes, reconocer que Castellanos del Campo se encuentra a unos cuatro kilómetros de distancia de la calzada romana correspondiente a la vía romana de Clunia a Caesaraugusta en el tramo de Augustóbriga-Numancia y cerca de yacimientos romanos supuestos o identificados con toda seguridad por lo que no sería extraño que los orígenes o los antecedentes del despoblado correspondan a esa época, si bien la única pista que tenemos es la existencia en las inmediaciones del pueblo de una fuente cerrada con arco dovelado de medio punto que, como se analizará más adelante, su filiación está sujeta a varias interpretaciones y lo que para unos es indiscutiblemente romano, para otros no pasa de medieval.
Posteriormente y a partir del siglo X, toda esta zona de la actual provincia de Soria adquirió un gran interés estratégico en las guerras entre cristianos y musulmanes, algo que pudo ser el origen de la construcción de una red de atalayas de vigilancia en la comarca de la que quedan varios ejemplares desde Ágreda, Matalebreras, Castellanos del Campo, Hinojosa del Campo, La Pica, Masegoso…, torres de carácter estratégico, parece que construidas más para vigilar que para proteger a la exigua tropa que se ocupara de esas labores, pero que tenían comunicación visual entre sí.
Pero con las atalayas pasa como con las fuentes romanas, que lo que para algunos investigadores es sin duda una construcción característica de la cultura musulmana y construidas en torno al último cuarto del siglo X, para otros es un error pues estamos claramente ante torres más tardías levantadas en época cristiana, quizá con el fin de vigilar, pero en el contexto de esos enfrentamientos entre cristianos y musulmanes del siglo XI, y si no construidas, reutilizadas militarmente en las guerras habidas entre castellanos y aragoneses a partir del siglo XII cuando Alfonso I de Aragón repobló Soria enfrentándose con su esposa doña Urraca.
Probablemente sería en esa misma repoblación promovida por el rey aragonés cuando vinieran hasta estas tierras colonos aragoneses, navarros o castellanos que fundaran nuevos poblados, que ocuparan algunos ya existentes, o que se instalasen en lugares que entonces estaban vacíos. Ese pudo ser el origen de Castellanos del Campo y el de otros muchos pueblos y aldeas de la Comunidad de Villa y Tierra de Soria, una organización administrativa dependiente de la hoy capital, entonces villa.
Esa dependencia administrativa y ciertos problemas entre el clero soriano y el de las aldeas, obligó la confección de un censo poblacional en 1270 ordenado por el rey Alfonso X de Castilla y que constituye un valiosísimo informe que nos documenta la existencia de muchos pueblos y despoblados actuales. En ese texto se citan dos “Castellanos” de los que uno debe ser sin lugar a dudas Castellanos del Campo donde por aquel entonces se estaría construyendo la iglesia parroquial, originalmente románica. Enrique Díez Sanz y Víctor M. Galán Tendero (4) recuerdan que según aquel censo Castellanos disponía de 8 dezmeros, de los que 2 tenían la consideración de atemplantes y 6 de moradores.
Algunos pueblos recogidos en aquel censo se despoblaron poco después, pero no fue el caso de Castellanos del Campo pues casi cincuenta años después, concretamente en 1339, se documentan ciertas transacciones económicas que nos sugieren que estaba habitado. Lo demuestra Agustín Rubio Semper (5) cuando recoge el protocolo número 133 de compraventa de propiedades en el lugar de Castellanos,aldea de Soria.
Aquellos problemas de los clérigos sorianos que motivaron la redacción del censo de 1270 no se arreglaron, y en 1352 se hizo necesario confeccionar un nuevo censo poblacional para atender las reclamaciones de parte del clero. Ese censo, también llamado de la Sentencia de la Concordia, se conserva incompleto pero es una fuente de información valiosísima pues nos permite comparar los datos demográficos y así averiguar, por ejemplo, que en estos mediados de siglo XIV Castellanos del Campo seguía teniendo ocho parroquianos, pero que otros muchos pueblos quedaron abandonados debido a la peste, las malas cosechas o las guerras que causaron estragos en tierras sorianas, u otros muchos factores, una situación que se alargó muchos años, logrando que muchos poblados acabaran abandonados, entre ellos Castellanos del Campo que ya sufrió una primera despoblación en la segunda mitad del siglo XV, según Agustín Rubio Semper (6).
Máximo Diago Hernando (7) puntualiza y dice que un informe sobre Castellanos del Campo redactado el 9 de diciembre de 1496 por Cristóbal de Salinas, corregidor de Soria, informaba que: «vista la disposición del dicho lugar e como la yglesia estaba cayda” y que era “lugar desarraigado, segund cierto y manifiestamente parescía”, que “los vezinos e moradores de la dicha ciudad de Soria e su tierra pudiesen arar e rroçar, e pescar, cazar e pascer e abrebar en el dicho lugar”, es decir, Castellanos tenía una población igual o inferior a cinco vecinos -dos vecinos nos dice el mismo autor (8)-, con lo que se consideraba “derraygado” y por lo tanto aunque se respetaran las propiedades particulares que pudiera haber, el lugar pasaba de nuevo a la jurisdicción real que permitía la explotación de los recursos naturales del ya despoblado por parte de todos los vecinos de la Tierra de Soria.
El problema, muy frecuente en la época, fue que algunos nobles sorianos miembros de la nobleza local y a menudo poderosos integrantes del concejo soriano, ocupaban unilateralmente y por la fuerza los términos derraygados, explotándolos económicamente en exclusiva como si fueran de su propiedad, pero sin serlo, y sin permitir que otros vecinos de la Tierra de Soria pudieran beneficiarse de ello, y aunque en alguna ocasión el asunto acabó en los tribunales, no se puso demasiado interés en hacer cumplir las sentencias.
Esto es lo que ocurrió con Castellanos del Campo en el siglo XVI, que fue ocupado por algunos nobles, desocupado, explotado por parte de la ciudad, declarado otra vez derraygado y vuelto a poblar con seguridad en el siglo XVIII, una situación que nos hace pensar en la despoblación como un fenómeno cíclico que quizá algún día revierta y veamos Castellanos del Campo ocupado otra vez.
Siguiendo el orden cronológico, conocemos algunos datos más gracias al Catastro de la Ensenada (1752), época en la que era un pueblo de realengo integrado en el sexmo de Frentes de la Universidad de la Tierra de Soria, con tierras de hortaliza que se riegan por acarreo, de sembradura de secano, prados, dehesa, montes y tierras yermas que les permitían recoger trigo, cebada, avena, yeros, guijas y alverjones. En cuanto a ganadería disponían de ganado ovino churro, animales de labor, cerdos y veintidós colmenas que les proporcionaban cera y miel. No tenían árboles frutícolas, solo los silvestres del monte y de la dehesa, y tampoco había molinos ni minas. Estaba entonces habitada por diez vecinos y el cura que residían en algunas de las catorce casas que había, cinco de ellas vacías, sin moradores. Tenían fragua, pero no establecimientos de comercio.
El Censo de Floridablanca (1785) lo denomina de una forma nunca antes documentada, Castellanos del Cubo, e informa que entonces estaba habitado por 25 hombres y 24 mujeres, de los que sólo uno de cada sexo tenía más de 50 años.
A mediados del siglo XIX Pascual Madoz (9) nos ofrecía una información estadística mucho más clara e interesante, pero parcialmente errónea al confundir datos de Castellanos del Campo y de la Sierra, y que avala la confusión que adelantábamos en el primer párrafo:
«ald. con ayuntamiento en la provincia de Soria (5 leg.), partido Jud. de Agreda (5), aud. terr. y c. g. de Burgos (27), diócesis de Osma (14): srr. Al pie de la sierra del Madero con CLIMA frío, por las muchas nieves de que se cubren las cordillera, tiene 11 CASAS y una iglesia Parr. (San Justo y Pastor) aneja de la del Villar: confina el término N. Arévalo; E. la Ventosa; S. Segoviela y Portelarbol, y O. El Cubo: el TERRENO participa de montuoso y llano y es de regular calidad, CAMINOS: los que dirigen á los pueblos limítrofes , de herradura y en mal estado, CORREO: se recibe de la adm. de Soria por el baligero de San Pedro Manrique, PROD.: trigo, cebada, avena, yeros y lentejas; cria ganado lanar, y las caballerías necesarias para la agricultura, IND.: la agrícola.»
En las dos ediciones del Nomenclátor de Manuel Blasco Jiménez a finales del siglo XIX (10) y comienzos del XX, Castellanos del Campo está omitido como entrada propia, algo por cierto muy irregular en este autor que recogía todos los núcleos de población poblados y despoblados, lo que puede llevarnos a pensar en que estuviera ya abandonado, algo que se confirma en la página 573 de esa segunda edición cuando al hablar de los límites de Valdegeña, al este dice que limita con «el despoblado de Castellanos», si bien al hablar de Villar del Campo en sus dos ediciones, lo recoge como agregado a su Ayuntamiento.
Otros testimonios indirectos parecen sugerir que su abandono definitivo aconteció durante el primer tercio del siglo XX cuando sus últimos vecinos se empadronaron en Villar del Campo, razón por la que buena parte de su territorio pasó a este pueblo, aunque consta que vecinos de Valdegeña adquirieron algunas fincas. Gervasio Manrique de Lara (11) ofrece una variante y dice que se deshabitó cuando sus moradores emigraron a América.
Esteban Valtueña Jiménez (12) ofrece como último censo con habitantes el de 1880 con 48 personas inscritas.