Castellanos del Campo

Despoblado de Villar del Campo. Es importante referirse a este despoblado con el nombre completo pues existe en Soria otro despoblado llamado Castellanos de la Sierra (Arévalo de la Sierra). 

Castellanos del Campo
Vista general. Foto Ángel Lorenzo

Fecha de despoblación: Desconocida

Localidad: Villar del Campo

Estado actual: Despoblado

Término municipal: Villar del Campo

Descripción

Castellanos del Campo: despoblado de Villar del CampoEs importante referirse a este despoblado con el nombre completo pues existe en Soria otro despoblado llamado Castellanos de la Sierra (Arévalo de la Sierra), y la omisión del complemento ha sido causa de algunas confusiones. El complemento del Campo le viene dado por su pertenencia a ese espacio eminentemente agrícola que se extiende por la provincia soriana desde allí hasta el sur, un espacio menos montañoso y prácticamente carente de monte, tan radicalmente diferente del paisaje que hay desde Castellanos hacia el norte, lo que le convierte en el punto intermedio entre la sierra y el campo. 

Aparece junto a la carretera N-122 en dirección Zaragoza, a la altura del punto kilométrico 125,8 donde surge un camino de tierra en dirección norte que lleva el indicador informativo de la atalaya medieval. El camino está en buen estado para hacerlo en turismo, pero es mejor dejarlo al principio pues el acceso a pie es fácil y en época de lluvia puede estar poco transitable para vehículos. 

Datum:  ETRS89  Huso UTM:  30 
Latitud:  41,8090044645  Coord. X:  570 586,25 
Longitud:  -2,1502304069  Coord. Y:  4 628 919,53 

Castellanos del Campo es más que uno, es una colección de despoblados de épocas distintas en el mismo o casi el mismo emplazamiento pues pudo allí haber un poblado de época romana, otro fechado en torno al siglo X-XI que se extendió o fue vuelto a poblar en el XII, que se abandonó en el XV, que fue vuelto a poblarse en el XVIII y abandonado en el XX, algo que nos permite ser optimistas y albergar la esperanza de que el vacío de hoy no tiene que ser definitivo, que como en otras ocasiones, Castellanos del Campo vuelva a resucitar. 

Para Clemente Sáenz Ridruejo (1) y Eleuterio Carracedo Arroyo (2), el topónimo “castellano” puede indicar una repoblación por parte de personas procedentes del reino de Castilla, algo que pudo suceder en las repoblaciones acontecidas a partir de 1109 promovidas por el rey aragonés Alfonso I el Batallador. A ese topónimo se le añadiría el complemento “de la Sierra” que llevan otros pueblos de alrededor y que indica su cercanía a la sierra del Alba.  

No cabe duda de la antigüedad de algunos hallazgos arqueológicos de la zona, algunos realizados en época reciente y otros en momentos muchos más antiguos pero mucho más inespecíficos, como los que describe Manuel Blasco Jiménez (3) al hablar de Villar del Campo donde en tres cavernas localizadas como a un kilómetro de Castellanos, en el paraje Los Villares dice:  

«Todavía se recuerda en el pueblo el hallazgo de cadáveres y restos humanos, hachas y una sierra de piedra, armas pétreas también, un punzón de hueso con su ojo á modo de aguja y otros objetos de aparente carácter celta y fenificio, siendo Gobernador de la Provincia D. Diego Pequeño, Diputado D. Francisco Benito Delgado y párroco D. Demetrio García Bachiller, que lo es aún actualmente».  

Sin poder confirmar ni desmentir si aquellos hallazgos fueron siquiera investigados, debemos analizar los datos que tenemos a nuestra disposición y así, en cuanto a sus más remotos orígenes, reconocer que Castellanos del Campo se encuentra a unos cuatro kilómetros de distancia de la calzada romana correspondiente a la vía romana de Clunia a Caesaraugusta en el tramo de Augustóbriga-Numancia y cerca de yacimientos romanos supuestos o identificados con toda seguridad por lo que no sería extraño que los orígenes o los antecedentes del despoblado correspondan a esa época, si bien la única pista que tenemos es la existencia en las inmediaciones del pueblo de una fuente cerrada con arco dovelado de medio punto que, como se analizará más adelante, su filiación está sujeta a varias interpretaciones y lo que para unos es indiscutiblemente romano, para otros no pasa de medieval. 

Posteriormente y a partir del siglo X, toda esta zona de la actual provincia de Soria adquirió un gran interés estratégico en las guerras entre cristianos y musulmanes, algo que pudo ser el origen de la construcción de una red de atalayas de vigilancia en la comarca de la que quedan varios ejemplares desde Ágreda, Matalebreras, Castellanos del Campo, Hinojosa del Campo, La Pica, Masegoso…, torres de carácter estratégico, parece que construidas más para vigilar que para proteger a la exigua tropa que se ocupara de esas labores, pero que tenían comunicación visual entre sí.  

Pero con las atalayas pasa como con las fuentes romanas, que lo que para algunos investigadores es sin duda una construcción característica de la cultura musulmana y construidas en torno al último cuarto del siglo X, para otros es un error pues estamos claramente ante torres más tardías levantadas en época cristiana, quizá con el fin de vigilar, pero en el contexto de esos enfrentamientos entre cristianos y musulmanes del siglo XI, y si no construidas, reutilizadas militarmente en las guerras habidas entre castellanos y aragoneses a partir del siglo XII cuando Alfonso I de Aragón repobló Soria enfrentándose con su esposa doña Urraca. 

Probablemente sería en esa misma repoblación promovida por el rey aragonés cuando vinieran hasta estas tierras colonos aragoneses, navarros o castellanos que fundaran nuevos poblados, que ocuparan algunos ya existentes, o que se instalasen en lugares que entonces estaban vacíos. Ese pudo ser el origen de Castellanos del Campo y el de otros muchos pueblos y aldeas de la Comunidad de Villa y Tierra de Soria, una organización administrativa dependiente de la hoy capital, entonces villa.  

Esa dependencia administrativa y ciertos problemas entre el clero soriano y el de las aldeas, obligó la confección de un censo poblacional en 1270 ordenado por el rey Alfonso X de Castilla y que constituye un valiosísimo informe que nos documenta la existencia de muchos pueblos y despoblados actuales. En ese texto se citan dos “Castellanos” de los que uno debe ser sin lugar a dudas Castellanos del Campo donde por aquel entonces se estaría construyendo la iglesia parroquial, originalmente románica. Enrique Díez Sanz y Víctor M. Galán Tendero (4) recuerdan que según aquel censo Castellanos disponía de 8 dezmeros, de los que 2 tenían la consideración de atemplantes y 6 de moradores. 

Algunos pueblos recogidos en aquel censo se despoblaron poco después, pero no fue el caso de Castellanos del Campo pues casi cincuenta años después, concretamente en 1339, se documentan ciertas transacciones económicas que nos sugieren que estaba habitado. Lo demuestra Agustín Rubio Semper (5) cuando recoge el protocolo número 133 de compraventa de propiedades en el lugar de Castellanos,aldea de Soria. 

Aquellos problemas de los clérigos sorianos que motivaron la redacción del censo de 1270 no se arreglaron, y en 1352 se hizo necesario confeccionar un nuevo censo poblacional para atender las reclamaciones de parte del clero. Ese censo, también llamado de la Sentencia de la Concordia, se conserva incompleto pero es una fuente de información valiosísima pues nos permite comparar los datos demográficos y así averiguar, por ejemplo, que en estos mediados de siglo XIV Castellanos del Campo seguía teniendo ocho parroquianos, pero que otros muchos pueblos quedaron abandonados debido a la peste, las malas cosechas o las guerras que causaron estragos en tierras sorianas, u otros muchos factores, una situación que se alargó muchos años, logrando que muchos poblados acabaran abandonados, entre ellos Castellanos del Campo que ya sufrió una primera despoblación en la segunda mitad del siglo XV, según Agustín Rubio Semper (6).  

Máximo Diago Hernando (7) puntualiza y dice que un informe sobre Castellanos del Campo redactado el 9 de diciembre de 1496 por Cristóbal de Salinas, corregidor de Soria, informaba que: «vista la disposición del dicho lugar e como la yglesia estaba cayda” y que era “lugar desarraigado, segund cierto y manifiestamente parescía”, que “los vezinos e moradores de la dicha ciudad de Soria e su tierra pudiesen arar e rroçar, e pescar, cazar e pascer e abrebar en el dicho lugar”, es decir, Castellanos tenía una población igual o inferior a cinco vecinos -dos vecinos nos dice el mismo autor (8)-, con lo que se consideraba “derraygado” y por lo tanto aunque se respetaran las propiedades particulares que pudiera haber, el lugar pasaba de nuevo a la jurisdicción real que permitía la explotación de los recursos naturales del ya despoblado por parte de todos los vecinos de la Tierra de Soria. 

El problema, muy frecuente en la época, fue que algunos nobles sorianos miembros de la nobleza local y a menudo poderosos integrantes del concejo soriano, ocupaban unilateralmente y por la fuerza los términos derraygados, explotándolos económicamente en exclusiva como si fueran de su propiedad, pero sin serlo, y sin permitir que otros vecinos de la Tierra de Soria pudieran beneficiarse de ello, y aunque en alguna ocasión el asunto acabó en los tribunales, no se puso demasiado interés en hacer cumplir las sentencias. 

Esto es lo que ocurrió con Castellanos del Campo en el siglo XVI, que fue ocupado por algunos nobles, desocupado, explotado por parte de la ciudad, declarado otra vez derraygado y vuelto a poblar con seguridad en el siglo XVIII, una situación que nos hace pensar en la despoblación como un fenómeno cíclico que quizá algún día revierta y veamos Castellanos del Campo ocupado otra vez.  

Siguiendo el orden cronológico, conocemos algunos datos más gracias al Catastro de la Ensenada (1752), época en la que era un pueblo de realengo integrado en el sexmo de Frentes de la Universidad de la Tierra de Soria, con tierras de hortaliza que se riegan por acarreo, de sembradura de secano, prados, dehesa, montes y tierras yermas que les permitían recoger trigo, cebada, avena, yeros, guijas y alverjones. En cuanto a ganadería disponían de ganado ovino churro, animales de labor, cerdos y veintidós colmenas que les proporcionaban cera y miel. No tenían árboles frutícolas, solo los silvestres del monte y de la dehesa, y tampoco había molinos ni minas. Estaba entonces habitada por diez vecinos y el cura que residían en algunas de las catorce casas que había, cinco de ellas vacías, sin moradores. Tenían fragua, pero no establecimientos de comercio. 

El Censo de Floridablanca (1785) lo denomina de una forma nunca antes documentada, Castellanos del Cubo, e informa que entonces estaba habitado por 25 hombres y 24 mujeres, de los que sólo uno de cada sexo tenía más de 50 años. 

A mediados del siglo XIX Pascual Madoz (9) nos ofrecía una información estadística mucho más clara e interesante, pero parcialmente errónea al confundir datos de Castellanos del Campo y de la Sierra, y que avala la confusión que adelantábamos en el primer párrafo: 

«ald.  con ayuntamiento en la provincia de Soria (5 leg.), partido Jud. de Agreda (5), aud. terr. y c. g. de Burgos (27), diócesis de Osma (14): srr.  Al pie de la sierra del Madero con CLIMA frío, por las muchas nieves de que se cubren las cordillera, tiene 11 CASAS y una iglesia Parr. (San Justo y Pastor) aneja de la del Villar: confina el término N. Arévalo; E. la Ventosa; S. Segoviela y Portelarbol, y O. El Cubo: el TERRENO participa de montuoso y llano y es de regular calidad, CAMINOS: los que dirigen á los pueblos limítrofes , de herradura y en mal estado, CORREO: se recibe de la adm.  de Soria por el baligero de San Pedro Manrique, PROD.: trigo, cebada, avena, yeros y lentejas; cria ganado lanar, y las caballerías necesarias para la agricultura, IND.: la agrícola.» 

En las dos ediciones del Nomenclátor de Manuel Blasco Jiménez a finales del siglo XIX (10) y comienzos del XX, Castellanos del Campo está omitido como entrada propia, algo por cierto muy irregular en este autor que recogía todos los núcleos de población poblados y despoblados, lo que puede llevarnos a pensar en que estuviera ya abandonado, algo que se confirma en la página 573 de esa segunda edición cuando al hablar de los límites de Valdegeña, al este dice que limita con «el despoblado de Castellanos», si bien al hablar de Villar del Campo en sus dos ediciones, lo recoge como agregado a su Ayuntamiento. 

Otros testimonios indirectos parecen sugerir que su abandono definitivo aconteció durante el primer tercio del siglo XX cuando sus últimos vecinos se empadronaron en Villar del Campo, razón por la que buena parte de su territorio pasó a este pueblo, aunque consta que vecinos de Valdegeña adquirieron algunas fincas. Gervasio Manrique de Lara (11) ofrece una variante y dice que se deshabitó cuando sus moradores emigraron a América. 

Esteban Valtueña Jiménez (12) ofrece como último censo con habitantes el de 1880 con 48 personas inscritas. 

Iglesia parroquial de los Santos Justo y Pastor

Se encuentra a la entrada del pueblo desde la carretera, un poco separada del caserío y con una orientación ligeramente irregular pues más que una perfecta orientación O-E, el eje que va pies-cabecera se dirige de SO a NE. Tras el abandono del poblado la iglesia parroquial rebajó su categoría a la de ermita aneja a la parroquial de Villar del Campo y fue objeto de alguna romería mantenida hasta finales del siglo XX. 

Lado norte de la iglesia. Castellanos del Campo
Lado norte de la iglesia en 2007 con la cubierta de la nave ya parcialmente arruinada. Foto Alberto Arribas

Se trata de un edificio arruinado de nave única de planta rectangular construido con muros de mampostería, sillares en arcos y vanos y cerrado por cubierta de madera a dos aguas. La nave se abre a la capilla mayor a través de un gran arco de medio punto desarrollando ésta una planta cuadrada cubierta con cúpula sobre pechinas y cerrada con tejado a cuatro aguas de teja árabe. Carece absolutamente de cualquier elemento litúrgico aunque a juzgar por la impronta adosada en el muro del testero debió llevar un sencillo retablillo, pero mantiene molduras de yeso en la cúpula y en el intradós del arco triunfal. Por el lado del evangelio se abre a una estancia igualmente arruinada, probablemente la sacristía. El interior de la capilla está lucido de yeso y decorado con franjas en añil que remarcan las formas arquitectónicas y el zócalo. Las pechinas están vacías pero quizá llevaran algún panel ovalado decorado con motivos religiosos. 

A los pies del templo se encuentra el coro elevado y protegido con una interesante balaustrada de madera con barrotes tallados con formas geométricas y pétalos radiales e intercolumnios elaborados con cuarterones de madera, que fue arrancada y empleada por algún salvaje para encender fuego pues los restos de los barrotes estuvieron allí durante algún tiempo. También había una verja de madera que cerraba el baptisterio en un rincón bajo el coro. El hueco de la escalera que permitía el acceso al coro era, en 1992, a la vez huesera donde se guardarían los restos humanos cuando ya no cabían en las fosas del suelo de la nave, pero en 2007 aquellos restos habían sido extraídos sin motivo y esparcidos incluso por el exterior del templo. 

Castellanos del Campo
Nave de la iglesia hacia el coro desde la capilla mayor. Foto Cándido Las Heras

Todo el interior aparecía lucido en yeso sobre el que unas toscas pintadas antiguas, aparentemente no mucho más tarde del siglo XVIII, trataban de representar el despiece de los sillares en color negro, así como motivos florales y geométricos en rojo. 

Al exterior, al pie de la nave, lleva espadaña en mampostería y sillar de dos vanos vacíos y tapiado. Esta parte lleva un cerramiento con tapia de mampostería que cierra un espacio cuadrangular que tuvo puerta hoy perdida, y carente de cubierta. En el lado de la epístola y abierta al tramo medio de la nave, se encuentra la sencilla puerta de acceso desarrollada en arco de medio punto dovelado, que por encima llevaba una cornisa tallada en piedra y soportada por canecillos de nacela que fue desmontada y robada en 2015. 

Pedro Luis Huerta Huerta (13) asegura que es una obra tardía de las primeras décadas del siglo XIII que fue después reformada en el siglo XVIII, época en la que consta que la parroquia fue sede de una cofradía bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario. 

El templo se mantuvo en un estado de conservación aceptable hasta finales de la década de 1980, algo que sugeriría que alguien le prestaba unas mínimas atenciones, quizá por parte de los vecinos de Villar del Campo pues la iglesia acabó como ermita de su pueblo y a ella acudían en romería. 

En 1992 el templo estaba abierto, saqueado, parcialmente destrozado y con indicios de ser ocupado para guardar ovejas. En 2007 tenía las puertas arrancadas por la fuerza y algún desprendimiento grave de la cubierta pero que se mantenía, todavía recuperable. En 2011 toda la cubierta de la nave ya se había colapsado y derrumbado hacia el interior del templo.  

Atalaya 

En el caserío del pueblo, un poco retirada de la iglesia, aparece una soberbia torre o atalaya construida en aparejo de tosca mampostería dispuesta en hiladas irregulares, separadas por franjas de lajas cada noventa centímetros, con la finalidad de ordenar la horizontalidad de los tendeles y asegurar la construcción. Tiene planta casi cuadrada con unos nueve metros por cada lado que se asienta sobre una base con refuerzo en talud, y desarrolla una forma ligeramente troncopiramidal de aristas vivas trabajadas toscamente. El aparejo se muestra menudo y bien trabajado, formando un bloque sólido unido con argamasa de cal y pequeñas piedras lo que le da a la torre un aspecto sólido y robusto que la ha hecho resistir tantos años. 

Atalaya de Castellanos. CASTELLANOS DEL CAMPO
Atalaya de Castellanos. Foto Alberto Arribas

Probablemente tuvo una disposición interior con planta baja, tres pisos y mirador en el que se observan restos de almenaje. Su entrada se sitúa en el primer piso y orientada al mediodía, a poca altura pero inaccesible desde el suelo sin el uso de una escala, y aunque ahora aparezca enmarcada en un arco de piedra de sillería de factura reciente tallado a imitación del de la torre de Masegoso, es probable que el original fuera parecido hasta que fue arrancado. En esta parte se aprecia el espesor de más de metro y medio de los muros. 

Dispone de ventanas aspilleras toscamente talladas sin más función que ventilar e iluminar someramente el interior, además de una ventana  ajimezada enmarcada en sillería, sin decoración, abierta al tercer piso, que parece corresponder a alguna reforma posterior a la obra. 

Ventanas de la atalaya.
Ventanas de la atalaya. Foto Alberto Arribas

Contó con algún sistema de protección en forma de muro perimetral, un pequeño recinto que protegía la atalaya y la escasa población que podía haber vinculada a los encargados de la vigilancia, si bien otros autores como Emilio José Almajano García, María José Ayllón Aguado, Montserrat García Jiménez, Carmen Gonzalo Pérez, Armando Pérez Ruiz y Ana Isabel Sanz Yagüe (14) la consideran una obra independiente de diferente época pues el grosor del muro y el aparejo es diferente al de la torre. 

La atalaya, como todos los elementos históricos de carácter defensivo en España, fue declarada Monumento Nacional, categoría asimilable a la actual de Bien de Interés Cultural (BIC), según expediente incoado y declarado el 22 de abril de 1949. Sus restos fueron consolidados en 2002 e incluidos en la llamada Ruta de la Atalayas que en las inmediaciones tiene tres ejemplares ubicados en despoblados fácilmente accesibles: Castellanos del Campo, La Pica y Masegoso. 

En cuanto a sus orígenes, para el investigador Ángel Lorenzo Celorrio (15) -de quien hemos tomado muchos datos para la descripción- es sin duda una torre defensiva musulmana del siglo X pues responde a su estilo y características constructivas, una opinión distinta de la del arquitecto Fernando Cobos Guerra (16) quien cree que esta red de torres o atalayas son posteriores y de factura cristiana, recordando que la presencia de los arcos de herradura de alguna de ellas y su interpretación como elemento característico de la arquitectura musulmana es cierta, pero aunque sea un elemento mucho más frecuentes en el mundo islámico no exclusivo y también fue empleado en la cultura cristiana. Cree que en época del reinado de Fernando I (siglo XI), sus huestes ocuparían los valles en torno a la Sierra del Madero «donde aparecen un conjunto de torres cuyos emblemas serian La Pica y Noviercas y cuya coherencia tecnológica, tipológica, cronológica y geográfica ya identificamos como un sistema propio que responde a una estrategia de ocupación y control del territorio que es también reconocible en amplios sectores de las Merindades burgalesas». 

Esta de Castellanos controlaría los posibles movimientos de tropas por las Sierras del Madero y Almuerzo 

Fuente romana  

Tradicionalmente el adjetivo “romano” aplicado a determinadas obras antiguas, sobre todo fuentes o puentes, es más que una datación o adscripción a un momento cultural concreto, la constatación de que se trata una obra antigua, y aunque ya se haya asumido que “fuente romana” es todo aquel manantial del que surge agua que se recoge en una oquedad y que se cubre por una sencilla construcción, generalmente cuadrangular de piedra de sillería, con tejado a dos aguas y puerta en arco de medio punto al frente, no todas las “fuentes romanas” fueron realizadas por los romanos. 

El problema es discernir entre las fuentes romanas originales y las medievales o hasta modernas que se hayan podido construir en épocas más recientes y que lleva a encendidos debates que no queremos avivar al hablar de la fuente romana de Castellanos del Campo, un manantial ubicado como a setecientos metros del pueblo en dirección norte hacia las antiguas minas de plata de San Adrián (véase), que brota en un pozo de más de un metro de anchura y de dos de profundidad, que se protege con un cerramiento que aprovecha el desnivel y las rocas del terreno y que lleva una portada en arco de medio punto dovelado, elaborado en piedra de sillería, y que protege la estancia interior, de donde se toma el agua. 

La situación de la fuente en un punto tan alejado del pueblo fundado o habitado en torno a los siglos XII-XIII, no la hace especialmente adecuada para el suministro de agua por lo que se dotaron de otras infraestructuras que veremos más adelante, pero si no fue construido para el suministro de los vecinos medievales de Castellanos ¿Cuándo y con qué objeto se construyó esta fuente? En el entorno de la “fuente romana” no hay restos constructivos a nivel visual que puedan indicarnos si ahí existió algún poblamiento más antiguo y, que se sepa, no hay evidencias arqueológicas de ello, pero diversas tradiciones locales insinúan que en el cercano San Adrián, despoblado o convento medieval, hubo minas de plomo y/o plata que supuestamente fueron explotadas por los romanos. 

Castellanos del Campo
Fuente de tipo romano. Foto Ángel Lorenzo

Casa tradicional

Como ya hemos comentado, el poblado se abandonaría en algún momento de los primeros años del siglo XX y, posiblemente, algunos edificios serían arrasados pues en los años noventa de ese siglo apenas quedaban en pie un par de edificios aparentemente empleados, uno para cerrar las ovejas y el otro como refugio del pastor. 

Castellanos del Campo
Vivienda tradicional. Foto Maribel Zapatero

Si esta muestra nos permite generalizar, podríamos afirmar que la casa tradicional de Castellanos del Campo estaba construida al estilo rústico de la zonas en el siglo XVIII y XIX en piedra de mampostería cogida con barro que desarrolla edificio de planta baja –donde probablemente estarían los corrales y el hogar-  y una primera con las habitaciones y alcobas, sobre el que estaría el somero, cerrado con cubierta de madera a dos aguas y tejado de teja árabe, todo dotado de pequeñas ventanas de sillería, y puertas con cargaderos de madera, si bien hay algún ejemplar de dintel monolítico que lleva grabada una reja de arado indicativa de que era casa de un labrador, y una cruz en la ventana superior. Uno de los edificios presenta una singularidad en la fachada orientada más al sur. Insertos en el muro, aparecen dos troncos ahuecados para su utilización como colmenas. Mediante una portezuela serían revisables desde el interior de forma muy similar a los colmenares que en otras localidades se denominan “hornos” de apicultura.  

Vivienda tradicional. Castellanos del Campo
Vivienda tradicional. Foto Maribel Zapatero

La fotografía aérea de Google maps permite identificar, incluso a ojos inexpertos, una serie de estructuras poligonales en el entorno sur y este de la atalaya, dispuestas en posición radial, lo que sugiere que las viviendas o corrales del poblado original pudieron disponerse alrededor de la torre, algo difícil de demostrar por su lados norte y oeste, pues toda la superficie ha sido labrada. 

El suministro de agua por los habitantes podrían hacerlo en la fuente romana, algo poco práctico, por lo que junto al pueblo se excavó un pozo dotado de brocal circular o puteal -no vaya a ser también romano- que se tapaba con unas tablas modernas de madera.  

Los restos del actual poblado son, probablemente, elementos arquitectónicos de época no muy antigua, pero resulta razonable pensar que quizá tuvo su origen en algún tipo de poblado surgido como un anexo de la propia atalaya donde se refugiase la tropa con sus familias fuera de sus jornadas de vigilancia. 

  • Aunque no se conozcan leyendas relacionadas con Castellanos del Campo, el despoblado está indirectamente relacionado con la leyenda de El fantasma de Masegoso (véase) pues en la versión de Manuel Ibo Alfaro (17), bajando del Madero como dice, lo primero que se ve es la torre de Castellanos y no la de Masegoso. 
  • Según Fidel, el último vecino del pueblo citado por Isabel Goig Soler y Antonio Ruiz Vega (18) la patrona del pueblo era Santa Ana, cuya imagen se veneraba para evitar el granizo en las cosechas. 
  • Como integrantes de la Concordia de la Virgen de la Llana de Almenar, acudían a su romería que aún sin ellos se reúne en la Pascua de Pentecostés cada veinticinco años. Son miembros de la Concordia de la Virgen de la Fuente en Gómara, más en teoría que en la práctica pues la última vez que se reunió fue en 1937. 
  • Los vecinos de Villar del Campo celebraron, al menos hasta la década de 1980, una romería a la antigua parroquia de los santos Justo y Pastor el 6 de septiembre. También consta que en mayo de 1994 la Diputación provincial organizó allí una jornada de convivencia entre los vecinos de Villar del Campo y Valdegeña. 
  • Estando ya despoblado Castellanos del Campo, ha sido lugar de celebración de algún acto cultural, como el desarrollado el 7 de mayo de 2005 por la Asociación de Amigos de Avelino que eligió este emplazamiento para la presentación de su obra Mientras cenan con nosotros los amigos, un lugar que seguro el escritor conoció muy bien pues se encuentra al lado de Valdegeña, su pueblo natal. 

Hemos visto que en el siglo XVIII su economía era eminentemente rural basada en la agricultura de secano, algunos productos hortícolas que no tendrían un excedente superior al de las necesidades familiares, además de ganadería ovina y cerdos para el consumo propio. Esa situación podría extenderse a lo largo y ancho de su historia sin apenas diferencias, si acaso con una mítica explotación minera de plata o de plomo (19) que en Valdegeña nos han certificado como real, pero que no fue especialmente rentable aunque dio trabajo antes de la Guerra Civil, y que se extendió algún tiempo después, pero ya por personas que nada tenían que ver con Castellanos del Campo. 

Esas informaciones recogidas en Valdegeña nos dicen que muchas fincas de labor son propiedad de vecinos o del ayuntamiento de Villar del Campo que las arrienda, al igual que los montes y pastos de los que se alimentaban las cabras de Villar al norte del pueblo, ya en la sierra del Madero. Allí hay un extenso monte de roble, alguno de cuyos ejemplares ha sido destacado por Carlos Molina Martín (20), aunque también hay encinas y carrascas. 

También contó con una cantera de piedras de moler identificada y localizada en 2003 por los arqueólogos Pilar Pascual Mayoral y Pedro García Ruiz (21) que destacan que estas piezas eran unas enormes piedras circulares de entre cien a ciento ochenta centímetros de diámetro con un grosor aproximado de unos treinta centímetros, que llegaban a transportarse hasta a ochenta kilómetros de distancia. Estas muelas de molino, dicen, tenían un coste muy elevado pues podían llegar a costar más que una casa de la época. 

Alberto Arribas, con la colaboración de Ángel Lorenzo, Maribel Zapatero, Luis C. Pastor

(1) SAENZ RIDRUEJO, Clemente (1985): Historia de Soria. Edita Centro de Estudios Sorianos, vol.+6 I página 225.

(2) CARRACEDO ARROYO, Eleuterio (1996): Toponimia de la Tierra de Soria. Ediciones de la Excma. Diputación Provincial de Soria. Colección Temas sorianos nº 32. Imprenta Provincial de Soria, Soria.

(3) BLASCO JIMÉNEZ, Manuel (1909): Nomenclátor. IIª edición. Ed. Tipografía de Pascual P. Rioja, Soria.

(4) DÍEZ SANZ, Enrique y GALÁN TENDERO, Víctor M. (2012): Historia de los despoblados de la Castilla Oriental. Tierra de Soria siglos XII a XIX. Ediciones de la Excma. Diputación Provincial de Soria, colección Temas Sorianos nº 56, página 340.

(5) RUBIO SEMPER, Agustín (2000): Fuentes Medievales Sorianas: Ágreda. Colección de Archivos sorianos nº 1. Imprenta de la Diputación Provincial. Soria.

(6) RUBIO SEMPER, Agustín. (1983). “Notas para el estudio de la despoblación en Soria durante la baja Edad Media”. Revista de Investigación del Colegio Universitario de Soria, tomo III, nº 3, págs. 37-44.

(7) DIAGO HERNANDO, Máximo (1993): Soria en la baja edad media: Espacio rural y economía agraria. Editorial Complutense, Madrid. páginas 59 y 60.

(8) DIAGO HERNANDO, Máximo (1991): Los términos despoblados en las comunidades de villa y Tierra del Sistema Ibérico castellano a finales de la Edad Media, artículo en la revista Hispania LI/ 2, 178 (1.991) páginas 470 y 471

(9) MADOZ (1850): Diccionario geográfico-estadístico-histórico. Edición facsímil de los textos relativos a la provincia de Soria. Edita Ámbito ediciones SA y Diputación de Soria, Imprime Gráficas Ortega SA Valladolid, 1993.

(10) BLASCO JIMÉNEZ, Manuel (1880): Nomenclátor histórico, geográfico, estadístico y descriptivo de la provincia de Soria. Editorial Imprenta y Librería de la Infancia, Soria, 1880.

(11) MANRIQUE DE LARA, Gervasio (1926): Soria la ciudad del Alto Duero. Leyendas y tradiciones de su provincia (IIª edición realizada por Soria Edita en 2002, página 233).

(12) VALTUEÑA JIMÉNEZ, Esteban: Nomenclátor de todas las entidades de población de la provincia de Soria. Censo de Población de los años 1880, 1920, 1940, 1960, 1966 y 2007. Revista de Soria IIª época nº 62, página 50.

(13) HUERTA HUERTA, Pedro Luis (2002): Iglesia de los Santos Justo y Pastor (despoblado de Castellanos del Campo), Enciclopedia del Románico d Castilla y León. Soria, volumen III. Ed. Fundación Santa María la Real, Centro de Estudios del Románico, pp 1246 y 1246.

(14) ALMAJANO GARCÏA, Emilio José, AYLLÓN AGUADO, Mará José, GARCÍA JIMÉNEZ, Montserrat, GONZALO PÉREZ, Carmen, PÉREZ RUIZ, Armando y SANZ YAGÜE, Ana Isabel (1998): De Ruta de los torreones Orinoco Artes Gráficas, Madrid, página 54.

(15) LORENZO CELORRIO, Ángel (2003): Compendio de los Castillos medievales de la provincia de Soria. Edita la Excma. Diputación Provincial de Soria, Colección Temas Sorianos nº 44, Soria, página 82.

(16) COBOS GUERRA, Fernando: en la conferencia Alfonso I el Batallador: La ciudad de Soria y su territorio, ofrecida el 14 de marzo de 2019 en el marco del congreso “Soria 1119” (recogida en la publicación Soria 1119, editada por el Ayuntamiento de Soria, 2019, página 113 y ss)

(17) ALFARO LAFUENTE, Manuel Ibo (1955): El fantasma de Masegoso: trágica leyenda de una aldea soriana. Edición de Murillo promovida por Florentino Zamora Lucas, 1955.

(18) GOIG SOLER, María Isabel y RUIZ VEGA, Antonio (1999): Remedios caseros y otras magias sorianas. Soria, página 51.

(19) GOIG SOLER, María Isabel y GOIG SOLER, María Luisa (1996): Soria pueblo a pueblo. Gráficas Signo S.A. Esplugues de Llobregat (Barcelona), página 365.

(20) MOLINA MARTÍN, Carlos (1991): Catálogo de árboles notables. provincia de Soria, editado por Junta de Castilla y León, Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, Asociación Soriana para la defensa y Estudio de La Naturaleza. Soria.

(21) Artículos de prensa en Heraldo de Soria 05/05/2008 y Diario de Soria 01/03/2009.