Lomeda, La Lomeda
La disposición del caserío en la ladera de una suave loma puede justificar el origen del topónimo que haría referencia a la característica del terreno en el que se encuentra.
- Fecha de redacción:
- Última revisión: abril 2022
La disposición del caserío en la ladera de una suave loma puede justificar el origen del topónimo que haría referencia a la característica del terreno en el que se encuentra.
Lomeda: despoblado con categoría de granja de Velilla de Medinaceli, término municipal de Arcos de Jalón, al que puede documentarse también con artículo, La Lomeda. El conjunto urbano está formado por una unidad de cuatro manzanas de edificios dispuestos prácticamente de forma perpendicular, de modo que generan un amplio espacio o plaza de planta cuadrangular en pendiente pero cuyos extremos no se cierran.
Aparece situado a unos 1.100 metros de altitud en un cerrete del término municipal de Arcos de Jalón, a unos tres kilómetros y medio en línea recta al norte de Arbujuelo, con el que no tiene un camino directo, y al oeste de Velilla de Medinaceli desde donde se accede a través de una pista de tierra en mal estado de unos 3 kilómetros que sale del pueblo por el puente junto al lavadero. Tras recorrer unos cien metros hay un desvío, en el que hay que tomar el camino de la derecha (el de la izquierda lleva a Úrex). Aunque fuera de la época de lluvias se puede ir en coche normal, se aconseja ir a pie desde Velilla o en todo terreno pues hay rodadas profundas y se precisa vadear un pequeño arroyo poco antes de llegar.
La disposición del caserío en la ladera de una suave loma puede justificar el origen del topónimo que haría referencia a la característica del terreno en el que se encuentra.
No hemos podido determinar desde cuándo existe una población llamada Lomeda y aunque no sería extraño evocar un pasado muy remoto, pues desde hace miles de años la zona estuvo habitada, no hemos podido encontrar referencias documentales de su existencia hasta épocas relativamente modernas. Ni siquiera se puede probar su pertenencia a la Comunidad de Villa y Tierra de Medinaceli en tanto no se demuestre su existencia medieval.
En este caso la toponimia no es reveladora y no conocemos investigaciones arqueológicas que puedan arrojar luz, pero suponemos que su historia correría paralela a la de Medinaceli, al menos hasta que el territorio pasó definitivamente a manos cristianas.
Las referencias históricas más antiguas que hemos podido localizar sobre Lomeda las ofrece Teresa Angulo Fuertes (1) quien afirma que los frailes del monasterio burgalés de La Vid poseían una granja en Lomeda, «Lumpnera», al menos desde 1163 que fue cuando la confirmó el papa Alejandro III, si bien reconoce desconocer cómo pudo llegar esta granja a ser de los frailes. Muy pocos años después los frailes acrecentaron sus posesiones en el lugar pues recibieron donaciones aquí y en Medinaceli, como las que le hizo la condesa Estefanía en 1170; otra en 1183 por Gómez García; y otra más en 1193 por Pedro García de Aza y su mujer Sancha Ponce, todas en el mismo emplazamiento.
Esta posesión de los frailes de La Vid estaba localizada geográficamente en el corazón de la diócesis de Sigüenza, algo que generó roces y controversias entre las dos partes debido al pago del diezmo. Finalmente y tras recurrir a Roma, dice la investigadora que en 1291 una avenencia estableció el pago anual de dos doblas de oro por parte de los frailes de La Vid, una al obispo segontino y otra al cabildo de su la iglesia catedral. Añade que el tributo seguía siendo abonado por los colonos de Lomeda en el siglo XVIII según se indica en el Catastro de la Ensenada.
Angulo Fuertes añade que en 1454 los frailes de La Vid vendieron la granja a Gil García de Andrade, alcaide del castillo de Medinaceli (2) por nombramiento de Luis de la Cerda, y que uno de sus descendientes fue Blas González de Andrade y Funes, primer marqués de Villel, familia a la que quedó vinculada Lomeda y a quienes sigue perteneciendo en el siglo XXI.
Juan Luis Pérez Arribas (3) cree que el censo de 1488 abrió ficha de este lugar, puesto que, aunque aparezca en blanco, tiene una página del censo, una circunstancia que puede indicar que no vivía nadie o que vivían pero sin estar avecindados ya que en caso de ser propiedad de algún señor –como acabo siéndolo- podían residir allí de forma temporal.
Hemos visto que desde el principio Lomeda ha sido prácticamente una isla en medio del extenso territorio del todopoderoso ducado de Medinaceli, algo que también fue causa de disputas entre ambas nobles familias pero que siguió vinculado a los del marquesado de Villel, un título hoy vinculado al marquesado de Lapilla (4); lo que es seguro es que sus habitantes nunca fueron dueños ni de la tierra ni de las casas y, probablemente, ni sean suyas las sepulturas que al final les acogieron.
El 21 de diciembre de 1752 fueron redactadas las respuestas del Catastro de la Ensenada correspondientes al “Caserío de Lomeda” de la jurisdicción de la villa de Medinaceli, siendo propiedad del «dueño absoluto de este caserío y su término» el marqués de Villel que percibía las alcabalas y otros impuestos como el derecho de Primicia de los diez vecinos-colonos, que allí explotaban tierras de secano de sembradura y regadío de hortalizas que producían trigo, cebada, centeno, avena, hierba y berza. Disponían también de tierras yermas e incultas, eras de pan trillar así como prados y pastos para el ganado ovino de raza churra que les proporcionaba carne y lana. Había entonces ciento cinco colmenas de varios particulares que producían miel y cera, y también poseían ganado porcino, vacuno, caballar, asnal y mular. No existían plantíos de frutales y el único arbolado era de carácter silvestre.
Lorenzo Calonge en el ya referenciado artículo de El País recuerda el particular régimen de vida que llevaban los colonos de Lomeda:
«Solo podían habitarla nueve familias y todas recibían lo mismo: una casa (suya hasta su muerte), una parcela de tierra y unas 60 cabezas de ganado. A cambio, debían pagar una cantidad fija anual al administrador de la marquesa, un canónigo de Sigüenza y luego un sobrino abogado de este. Y además, por la falta de espacio, regía una norma: los hijos tenían que abandonar el pueblo, salvo el pequeño, que se quedaba al cuidado de sus padres, y al cargo del campo y la ganadería».
Sebastián Miñano y Bedoya (5) aporta unas cifras de población de dieciocho vecinos, setenta y nueve habitantes.
A mediados del siglo XIX Pascual Madoz (6) nos ofrecía una información estadística más clara e interesante:
«ald. del distrito municipal de Velilla en la prov; de Soria (14 1/2 leg.), partido jud. de Medinaceli (1) audiencia terr. y ciudad g. de Burgos (35), diócesis de Sigüenza (5) sit. al pie de un elevado cerro que la domina por el N., goza de CLIMA sano: tiene 10 CASAS; escuela de instrucción primaria, á cargo de un maestro, a la vez sacristán, dotado con 25 fan. de trigo; una iglesia parr. aneja de la de Jubera; hay una fuente de buenas a g u as, que provee al vecindario para beber y demás necesidades domésticas: confina el término N. Jubera; E. Velilla- S. Arbujuelo, y O. Medinaceli: El TERRENO, en su mayor parte es montuoso y de buena calidad, todo de secano; comprende un buen bosque de encina y roble. CAMINOS los que dirigen á los pueblos limítrofes, todos de herradura y en mal estado. CORREO: se recibe y despacha en la estafeta de Medinaceli».
Según la relación de municipios y lugares de la provincia de Soria y población de 1858, recogida por Carmelo Romero Salvador, Carmelo García Encabo y Margarita Caballero Domínguez (7), se trata de una población con rango de “lugar” del término municipal de Velilla de Medinaceli con setenta y cuatro habitantes.
En 1886 el desconocido autor del Nomenclátor de la diócesis de Sigüenza (8) certifica su existencia documental diciendo que forma parte de la jurisdicción de Velilla de Medinaceli, una situación muy parecida a la ofrecida por Manuel Blasco Jiménez (9) en sus dos ediciones del Nomenclátor de Soria, donde sólo aporta el comentario referido a Lomeda «… escuela privada mixta».
El estudio de Andrés Sanz Sánchez (10) lo incluye en la relación de núcleos de población desaparecidos desde 1960, indicando que entonces tenía categoría de lugar, contaba con treinta y un habitantes y ocho viviendas.
Esteban Valtueña Jiménez (11) ofrece como último censo con habitantes el de 1960 con 31 personas censadas, época que coincide con las informaciones recogidas en Velilla y otras referidas más adelante que estiman su despoblación en esos años.
En el citado artículo de Lorenzo Calonge, sus propietarios afirman que Lomeda hoy está formada por 450 hectáreas de extensión y que su propiedad es un tanto compleja, pues la última propietaria única que falleció sin descendencia decidió en 1930, sin que se sepa la razón, dejarlo en herencia a la tercera generación, a la que aún le faltaban muchos años para nacer, mientras la primera y segunda quedaban solo como usufructuarias.
El conjunto urbano está formado por una unidad de cuatro manzanas de edificios dispuestos prácticamente de forma perpendicular, de modo que generan un amplio espacio o plaza de planta cuadrangular en pendiente pero cuyos extremos no se cierran.
Pese a su estado medio ruinoso y de absoluto saqueo, el obispado de Osma la sigue incluyendo en sus relaciones como oficialmente en uso y perteneciente a la Unidad de Acción Pastoral de Arcos de Jalón, aunque no es de su propiedad.
La iglesia parroquial, cuyo aspecto recuerda más a una sencilla capilla adosada al resto de viviendas, se encuentra ubicada en un extremo de la manzana norte, en mal estado de conservación, con amenaza de ruina pero aún recuperable. Al exterior es fácilmente identificable por la espadaña de dos vanos vacíos culminada en frontón, una estructura que corona la parte superior de la fachada. A nivel del suelo se accede al interior a través de un arco de medio punto de gran dovelaje sobre impostas. La capilla mayor es fácilmente identificable desde el exterior ya que por su altura destaca del resto de la iglesia.
Consta de una pequeña nave y la mencionada capilla mayor, prácticamente del mismo tamaño y ambas de planta cuadrada. La nave se cubre con bóveda de lunetos y la capilla con cúpula sobre pechinas. Tiene púlpito en el lado de la epístola y una sacristía, con el tejado hundido, adosada en el del evangelio. Coro alto a los pies con acceso a la espadaña, debajo baptisterio con pila aparentemente lisa y tapa de madera.
La iglesia tiene la puerta abierta y su interior ha sido saqueado y vaciado de las imágenes y piezas valiosas, pero desperdigados por el suelo aparecen restos de retablos, bancos, andas, un confesionario… Como el resto de los edificios del poblado, la iglesia fue electrificada y, según una costumbre muy frecuente en muchos despoblados, el lucido de yeso del coro se ha empleado como improvisado soporte de grafitis y pintadas donde antiguos moradores quisieron dejar constancia de su paso por esta iglesia, o reflejar sus sentimientos o ideas políticas durante la Guerra Civil.
El interior está encalado y decorado con pinturas de colores que representan motivos geométricos o pictóricos, como una Virgen del Pilar sobre la puerta de la sacristía. Al lado de esta puerta hay una percha que parece corresponder a un soporte para exvotos en forma de miembros de cera.
Como todo el arciprestazgo, la parroquia de Lomeda perteneció al obispado de Sigüenza, época en la que como dice Minguella (12) el templo era anejo de la parroquia de Jubera, si bien desde su paso a la dependencia de Osma a mediados del siglo XX ha sido atendida por el sacerdote de Velilla.
Salvo algún palomar y unos pocos edificios arruinados, la mayor parte del poblado está agrupado en esas cuatro manzanas.
Son construcciones de mampostería en diferente estado de ruina, algunas con interiores lucidos de yeso, restos de iluminación eléctrica y cocinas con hogar, pero no se observan indicios de haber tenido agua corriente. En su mayor parte el interior ha sido reformado para convertirlo en refugio del ganado, ovejas parece, por lo que se han tirado tabiques interiores y en algunas los suelos de la primera planta; hasta en la capilla hay restos de paja que indica un uso como corral.
En las fachadas de los edificios, en las caras que miran a la plaza, aparecen hasta seis placas epigráficas talladas, muy deterioradas; dos en la manzana norte, otras dos en la oeste, una en la este y otra en la sur, siendo esta última la única que hemos podido transcribir de forma íntegra: “Por disposición del mismo señor y siendo igualmente D. Mariano Benito quien cuida de su cumplimiento, se edificó de planta este frente en el año de 1857”. De las otras cinco, apenas se entienden unas pocas palabras: Mariano Benito aparece de nuevo en dos de ellas, un “Excmo. Sr. Juan Antonio” en otra y, en fin, los años, uno por placa, de 1848, 1850 y 1857.
La primera ha sido identificada por Cándido Las Heras (13) en la casa central de la manzana sur, junto a lo que fue el edificio que llama ayuntamiento. El transformador se encuentra a la entrada del poblado junto al horno.
Son de mampostería, planta cuadrada y tejado a un agua, en diferente estado de ruina. También se observan corrales, casetas para guardar los aperos o las herramientas.
Alejado unos cien metros desde la iglesia aparece un pequeño cementerio con la fecha de 1881 en la clave central, y cuyo último enterramiento parece corresponder a 1954.
Las fuentes orales consultadas han sido vecinos o descendientes de Velilla de Medinaceli que apenas nos han aportado alguna información general. Para obtener otros datos hemos recurrido a los del investigador de despoblados Faustino Calderón (14) en cuya web http://lospueblosdeshabitados.blogspot.com/ hemos documentado mucha de la información ofrecida a continuación, y a la que remitimos para el lector que quiera conocer más detalles.
La misa y una procesión eran los primeros actos de las fiestas que se celebraban en la amplísima plaza con el baile, donde los Albarquillas procedentes del pueblo de Somaén ponían la música para hacer bailar a todos los presentes, siendo otras veces Melchor y Tiburcio de Velilla de Medinaceli los músicos que acudían a las fiestas.
En Velilla recuerdan que las tierras de Lomeda eran muy productivas; como en toda la zona, cultivarían trigo, cebada y patatas. En ganadería la oveja era, y sigue siendo, el ganado más representativo pero limitado a unas pocas cabezas. Faustino Calderón (o.c.) apunta que cada familia tenía derecho a tener un máximo de sesenta ovejas, una cabra y cinco caballerías. Los corderos criados en este pueblo, que se vendían a carniceros de Arcos de Jalón, tenían buena fama. Dice el investigador que a Sigüenza les tocaba ir una vez al mes para pagar las rentas al administrador de la marquesa de La Lapilla.
Las investigaciones y entrevistas llevadas a cabo por Faustino Calderón le han permitido averiguar que los vecinos de Lomeda tuvieron que marchar del pueblo por desavenencias con el administrador de la marquesa, que quería meter a otra gente en el pueblo y llevar la producción de otra manera, pero por el tipo de contrato que tenían los quiñoneros no los podía sacar de allí. Finalmente, basándose en una cláusula menor que había en el contrato con letra pequeña y que especificaba que cada vecino tenía obligación de plantar un árbol al año en el pueblo, al no haberse puesto en práctica le permitió al administrador llevar a juicio a los vecinos de Lomeda y ganar los pleitos, por lo que tuvieron que abandonar el pueblo.
Entre 1960 y 1965 todos los vecinos que había en Lomeda fueron marchando dejando el pueblo en nuevas manos. Unos se fueron a Arcos de Jalón, otros se fueron para Alcalá de Henares y alguna familia marchó para la zona de Sagunto.
En el citado reportaje de Lorenzo Calonge se ofrecen algunos datos como es que el entonces propietario de Lomeda era Juan Pedro de Soto Martorell, marqués de La Lapilla y marqués de Monesterio, junto con otros trece co-propietarios miembros de una misma familia, que poseen las 450 hectáreas de superficie dedicadas a agricultura y algo para la caza. “No hay calles, todos los edificios se disponen dando forma a una gran plaza en cuesta con la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción presidiendo el conjunto. La única señal de vida humana reciente son las pintadas que alguien ha hecho en varias fachadas, también de la parroquia. Como el resto de casas, el interior del pequeño templo no conserva prácticamente nada en pie que recuerde a la capilla donde los vecinos escuchaban misa. En uno de los extremos hay, incluso, restos de paja, prueba de que ahí han sido guardados animales”, “En realidad, esta propiedad no está ahora unida a ningún título —los señoríos se suprimieron hace casi dos siglos—, pero al transmitirse entre miembros de una misma familia de nobles, siempre termina vinculada a una persona con alguna distinción”.
Alberto Arribas, con la colaboración de Ángel Lorenzo, Maribel Zapatero, Luis C. Pastor.
(1) ANGULO FUERTES, Teresa (2015): El monasterio premostratense de Santa María de la Vid (Burgos). Siglos XII-XV. Tesis doctoral, Departamento de Historia Medieval y Ciencias Técnicas Historiográficas, Facultad de Geografía e Historia de la UNED (2015), descargable en http://e-spacio.uned.es/fez/eserv/tesisuned:GeoHis-Mtangulo/ANGULO_FUERTES_TERESA.pdf, página 127.
(2) Información obtenida a partir de la ficha de Beatriz de Torres en el Diccionario Biográfico de la Real Academia de Historia, https://dbe.rah.es/biografias/106518/beatriz-de-torres confeccionada por Nicolás Ávila Seoane.
(3) PÉREZ ARRIBAS, Juan Luis (Otoño 2009): Población de la Tierra de Medinaceli según el Censo de 1488, ordenado hacer por el I Duque de Medinaceli, don Luis de la Cerda. Revista de Soria nº 66 IIª época, página 78.
(4) CALONGE, Lorenzo (2018): Un pueblo propiedad de la aristocracia, artículo en El País 25/06/2018, disponible en https://elpais.com/politica/2018/06/19/diario_de_espana/1529415401_962990.html.
(5) MIÑANO Y BEDOYA, Sebastián (1826-1829): Diccionario geográfico-estadístico de Soria. Edición de Silvano Andrés de la Morena, Soria Edita, Soria.
(6) MADOZ (1850): Diccionario geográfico-estadístico-histórico. Edición facsímil de los textos relativos a la provincia de Soria. Edita Ámbito ediciones SA y Diputación de Soria, Imprime Gráficas Ortega SA Valladolid, 1993.
(7) ROMERO SALVADOR, Carmelo, GARCÍA ENCABO, Carmelo y CABALLERO DOMÍNGUEZ, Margarita (1985): La provincia de Soria entre la reacción y la revolución (1833-1843). Ediciones de la Excma. Diputación Provincial de Soria, colección Temas Sorianos nº 10, Soria, páginas 215 -232.
(8) ANÓNIMO (1886): “Nomenclátor descriptivo, Geográfico y Estadístico” del obispado de Sigüenza (Zaragoza, Tip. De Mariano Salas 1886, página 85.
(9) BLASCO JIMÉNEZ, Manuel (1880): Nomenclátor histórico, geográfico, estadístico y descriptivo de la provincia de Soria. Editorial Imprenta y Librería de la Infancia, Soria, 1880. Segunda edición (1909).
(10) SANZ SÁNCHEZ, Andrés (2001): Demografía de la Soria rural durante el siglo XX. Celtiberia nº 95, página 130.
(11) VALTUEÑA JIMÉNEZ, Esteban: Nomenclátor de todas las entidades de población de la provincia de Soria. Censo de Población de los años 1880, 1920, 1940, 1960, 1966 y 2007. Revista de Soria IIª época nº 62, página 52.
(12) MINGUELLA Y ARNEDO, fray Toribio (1912) Historia del obispado de Sigüenza. Volumen II. Desde principio del siglo XIV hasta comienzos del XVII. Madrid, Imprenta de la «Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos» 1912, página 13.
(13) HERAS MARTÍNEZ, Cándido las (2022(01/12): Lomeda II, en su blog http://www.otrasoria.es/2022/01/lomeda-ii-soria.html
(14) CALDERÓN, Faustino: Lomeda (Soria), en http://lospueblosdeshabitados.blogspot.com/search/label/SORIA%20%20-Lomeda- (consultado en septiembre de 2020).
Asociación de Amigos del Museo Numantino