Como ya dijimos, los restos de la iglesia de Los Castellares, denominados La Monasteria, se encuentran en una singular ubicación en la parte superior de un meandro limitado por el río Alhama en un entorno ciertamente abrupto. El edificio solo conserva los muros perimetrales hasta una altura variable entre uno y tres metros, aunque en algún pequeño tramo prácticamente ha desaparecido. Está levantado con mampostería ordinaria de la zona aunque de vez en cuando aparece algún mampuesto de “toba” caliza. No se aprecia argamasa como aglomerante sino tierra (salvo en el rincón norte donde se unen nave y ábside) y en sus muros, en la parte interna del edificio, quedan algunos huecos verticales que pudieron acoger “pies derechos” de madera para el sostenimiento de la cubierta que no conserva.

En la parte sur aparece el hueco de lo que pudo ser la entrada, aunque en ella no hemos apreciado restos de las mochetas de la puerta. Por el lado este aparece el “ábside” adosado a la nave aunque de forma “extraña” ya que podemos apreciar, en el exterior de las fábricas donde se juntan los dos cuerpos, que no se encuentran íntimamente unidos. En la cabecera podemos distinguir un gran número de sillares de piedra toba, que abundaría en el momento de la construcción del inmueble. Precisamente la cabecera cuadrada hace pensar en unos orígenes altomedievales (5).

En la web del Colectivo “Románico sin techo” (6) se dice: “En el Libro de Fábrica de la parroquial de Magaña se puede leer que en 1766, el visitador General del Obispado de Calahorra y La Calzada visitó la ermita de Nuestra Señora de Monasterios, incidiendo en el mantenimiento y la limpieza. El libro de fábrica de las parroquiales de Verducea y de Monasterios (1827-1916) conserva un inventario de sus posesiones. Por él sabemos que en 1827, la ermita de la Virgen de los Monasterios contaba con una cerrada o prado de encinar, en medio de esa cerrada se mantenían en pie las paredes de la ermita y el trono de la virgen. Tenía huerto y tres nogales. Luego, en esas fechas, ya estaba abandonada y sin cubierta”.

Tanto el exterior como el interior de los restos aparecen tan invadidos por la vegetación que su visita y análisis se hacen ciertamente dificultosos.