Molino Pelayo

Antiguo molino construido junto al río Duero en su margen izquierda, cerca de Vilviestre de los Nabos, término municipal de El Royo, que se constituyó como entidad poblacional propia. 

Molino Pelayo
Restos de construcciones (dic. 2021). Foto Alberto Arribas

Fecha de despoblación: Desconocida

Localidad: Vilviestre de los Nabos

Estado actual: Despoblado

Término municipal: El Royo

Descripción

Antiguo molino construido junto al río Duero en su margen izquierda, cerca de Vilviestre de los Nabos, término municipal de El Royo, que según el Nomenclátor de población de 1940 se constituyó como una de las ocho entidades poblacionales del término municipal royano (1). 

Al igual que en 1940, el Molino Pelayo debe estar formado por dos o tres edificios, algo que desde el exterior no puede certificarse con seguridad pues, además de estar parcialmente arruinado, la vegetación ha crecido tanto en el interior que no se puede examinar y la propiedad, que ahora parece más bien una finca de recreo, se encuentra vallada y cerrada, algo que sólo nos permite realizar una exploración visual superficial. 

Según ese somero análisis, se trataría de un conjunto arquitectónico aparentemente en proceso de rehabilitación, del que algunas partes, como lo que parece el molino propiamente dicho que almacenaría la maquinaria, se encuentran en buen estado, pero otras siguen hundidas en espera de la rehabilitación que convierta el paraje en un apacible lugar para el descanso o el encuentro. La construcción es de piedra de mampostería con algo de sillería para esquinales, vanos, jambas y dinteles, cubierta de teja a dos aguas, chimenea de losa de piedra, ventanas con sencillas rejas modernas… Por su lado norte lleva un anexo, que quizá fue la vivienda, de la que queda la puerta de acceso en buena piedra de sillería, estando el resto hundido. Por el lado que da al río se observan los dos arcos que presumiblemente evacuaban el agua del molino, algo que no se puede asegurar porque desde el exterior no se observa.  

En las inmediaciones hay tapias de piedra en seco y entre los arbustos se observan muros de otros edificios hace mucho tiempo arruinados y que podrían ser cobertizos, almacenes o viviendas. Fuera del perímetro vallado se observa que al menos una de ellas ha sido rehabilitada y dotada de pesebres para ser empleada como cuadra. 

Molino Pelayo
Restos de construcciones (dic. 2021). Foto Miguel Verde

Molino Pelayo se encuentra en un espeso bosque de robles y encinas a poco más de dos kilómetros al oeste de Vilviestre, junto al río Duero, en su margen izquierda y sobre el caz que llevaba el agua hasta su interior, en las coordenadas 41°52’39.2″N 2°40’46.1″W. El acceso debe hacerse por el antiguo camino de El Royo a La Muedra, que cruza perpendicularmente la carretera de Vilviestre. A unos 450 metros, antes de llegar al puente del Duero, hay un cruce de caminos que parte del mismo punto de la carretera. Al este hay un camino que lleva a una gravera, pero tendremos que tomar el ramal que sale al oeste hasta llegar a una portilla de hierro con paso canadiense que deberemos dejar como estaba. El camino, no muy adecuado para turismos pero perfecto para ir en bicicleta o a pie, llega hasta otra portilla ganadera mucho más sencilla, en este caso una simple malla sujeta con palos, que también tendremos que dejar como estaba y que nos alerta sobre la posible existencia de ganado suelto que no hemos visto. Unos doscientos metros después el camino que ya discurre paralelo al río nos lleva hasta el molino, un conjunto arquitectónico formado por varios elementos que fue y sigue siendo propiedad particular, razón por la que sus propietarios lo han cercado impidiendo el acceso. 

Hemos documentado este lugar bajo dos formas, la más usual como “Molino Pelayo” pero en alguna ocasión se ha visto como “Molino de Pelayo”. El matiz con esa preposición que hace de enlace sintáctico puede ser importante de cara al análisis toponímico, pues la primera forma podría hacer referencia a una antigua característica del paisaje sin arbolado, pelado, de donde pudo derivar la forma actual, y puestos a rizar el rizo, relacionar ese nombre con el original griego que significa “mar” o “marino”, asociando su situación junto a una corriente acuática, y si nos dejamos llevar por la fantasía, hasta podríamos tratar de relacionarlo con el nombre del mítico monarca que detuvo a los musulmanes. Sí, ciertamente es posible y a menudo se ha abusado de esos recursos para hacer más interesante un lugar, pero en esto de la toponimia la realidad suele ser mucho más vulgar y a menudo suele aplicarse el principio de Occam que viene a decir que casi siempre, la explicación más sencilla suele ser la correcta, lo que nos lleva a pensar que es posible que un individuo de ese nombre fuera el promotor del molino o el dueño del terreno que todavía al otro lado del río se sigue llamado Raso Pelayo. 

Molino Pelayo
Majada cercana a Molino Pelayo (dic. 2021). Foto Miguel Verde

Si al menos tuviéramos documentos antiguos que nos indicasen un remoto origen, aún podríamos suponer alguna hipótesis más legendaria, pero es que de este lugar no hemos localizado detalles que siquiera nos sugieran su origen. Un dato ciertamente subjetivo -aunque sea de ojos acostumbrados- nos hace pensar que el análisis exterior de la edificación podría corresponder a una obra similar a la de otros molinos construidos en los siglos XVIII y XIX, una información que en el fondo resulta totalmente irrelevante pues lo que de verdad nos interesaría conocer sería la fecha de construcción de la obra hidráulica (presa, caz…) y que podría ser mucho más antigua que la fecha de construcción de la obra que hoy vemos. 

En los datos de confección del catastro de la Ensenada (1752) referidos a la localidad más cercana, Vilviestre de los Nabos, no se hace mención a la existencia de molinos, lo que hace pensar que a mediados del siglo XVIII no se había construido pues el catastro sí indagaba expresamente en la pregunta 17 sobre estos elementos. Tampoco podemos descartar que sí existiera y en lugar de incluirlo como perteneciente a esa localidad cercana se hiciera en la de El Royo donde sí se recoge la existencia de varios molinos, pero parece una posibilidad menos probable. 

Molino Pelayo
Restos de construcciones (dic. 2021). Foto Miguel Verde

Posteriormente otros autores como Miñano, Madoz o Blasco se ocuparon superficialmente de describir los dos pueblos pero sin citar la existencia de molinos, que ya hemos visto que sí existían, por lo que en este aspecto sus informes no resultan aclaratorios. La única y de momento primera referencia documental que hemos podido localizar, es una breve nota de prensa de El Avisador Numantino (20/06/1917) que informaba de la denuncia que se le había impuesto a su arrendatario por parte de la Benemérita por pescar sin licencia en el cauce de su molino.  

Posteriormente, el ya citado Nomenclátor de la provincia de Soria de 1940 indica que el Molino Pelayo se encontraba a 4,2 km de distancia de El Royo, siendo el núcleo de población más alejado del municipio. Estaba formado por una vivienda además de otros dos edificios. De ellos uno era de dos plantas, y allí residían seis personas. 

Alberto Arribas con la colaboración de Ángel Lorenzo, Maribel Zapatero, Luis C. Pastor. 

(1) En la redacción de este trabajo, una de las primeras controversias que se nos plantearon fue la de establecer la definición sobre qué consideramos despoblado y que no, y si lo aplicábamos estrictamente a los poblados o lo ampliábamos a pequeñas granjas que eran aldeíllas, o si incluíamos a las que tenían parroquia o a las que no. Tras muchas reflexiones que iremos explicando en su momento según vayan surgiendo, decidimos considerar que en esta base de datos deberíamos incluir todo aquel núcleo de población que documentalmente haya tenido esa consideración en cualquier época, y abrirlo por lo tanto a lugares, villas, aldeas, barrios y todo aquel lugar considerado entidad poblacional independiente, ya fuera por geógrafos, estadistas o demógrafos, incluyendo de esta forma a no todas, pero sí a las posadas, molinos o granjas que haya tenido esa consideración. 

Aunque también las había en el interior de los poblados, por su propio carácter de servicio ha sido y es común que las ventas, posadas y fondas estuvieran junto a los caminos por donde discurrían los viajeros, en las afueras o incluso a mucha distancia de los pueblos de los que dependían. Para dar servicio a estas instalaciones, además de los propietarios y sus familiares solía disponerse de criados, sirvientes y mozos que por la lejanía a otros núcleos habitados a veces residían y hasta se domiciliaban allí, solos o con sus familias, constituyendo en definitiva una pequeña comunidad estable que en algunos casos podía albergar hasta a veinte personas residiendo a la vez, una cifra que puede parecernos exigua pero que es mayor que el número de empadronados en algunos municipios sorianos actuales. 

Algo parecido ocurrió con algunas estaciones de ferrocarril en la época dorada de este transporte en Soria, e incluso con los molinos, batanes, granjas u otras instalaciones manufactureras como las tenerías que solían estar algo retiradas, más cerca de la corriente de un río que de los pueblos. 

Sin embargo resulta sorprendente que de los muchos molinos alejados del pueblo que conocemos y que sabemos que a la vez tenían carácter residencial, solo unos pocos se constituyeran como entidad poblacional propia, y en los censos que manejamos sólo los hemos encontrado en cuatro casos recogidos en el Nomenclátor provincial de 1940. Sería interesante conocer los criterios demográficos empleados en aquella época pero su averiguación, estudio y análisis se escapa a las ambiciones de este proyecto.