Obétago

Despoblado de Layna localizado muy cerca del límite con la provincia de Guadalajara.

Iglesia de Obétago. Foto Alberto Arribas
Iglesia de Obétago. Foto Alberto Arribas

Fecha de despoblación: Desconocida

Localidad: Layna

Estado actual: Despoblado

Término municipal: Arcos de Jalón

Descripción

Despoblado de Layna (Arcos de Jalón) localizado a poco menos de 2 km al sureste en un cerrete amesetado a cuyos pies discurre el río Blanco, muy cerca del límite con la provincia de Guadalajara.

Para llegar a Obétago desde Layna, tomamos la carretera SO-411 que conduce a Maranchón, tras recorrer unos 2 km sale un camino a la izquierda en dirección al cerro inmediato, hacia el nordeste, viéndose ya desde aquí la espadaña vacía de la iglesia del despoblado. Tras recorrer unos 500 m el camino nos deja prácticamente en el lugar.

DATUM

  LATITUD                    LONGITUD

ETRS89

41,090851                      -2,284465

ETRS89

41º 05´ 27´´ N                   2º 17´ 04´´ W

UTM 30

   Coord. X                    Coord. Y

  560.095,13                  4.549.089,08

Altitud

  1.192 m.

Pedro Bartolomé Aguilar (1) analizó las investigaciones toponímicas sobre este nombre y recoge los estudios de Rafael García de Diego (2) para quien deriva del vascuence Ove (concavidad o cantera) y del sufijo Ago que indica tiempo pasado, viejo, por lo que podría traducirse como cantera antigua, una característica que Bartolomé Aguilar considera apropiada pues en este lugar resulta abundante la presencia de enormes piedras que han podido emplearse como cantera. Recoge también las tesis de José Antonio Ranz y José Ramón López publicadas en un estudio sobre toponimia de Maranchón (3), para quienes puede derivar de Aqua y hacer referencia a un término pantanoso situado en un hondo, si bien hay que reseñar que Obétago se encuentra en una elevada muela aunque su base parece que fue una zona lacustre.

La conquista definitiva de Medinaceli aconteció en los primeros años del siglo XII (4) y con la villa una vasta extensión de territorio acabó en manos cristianas, entre las que se incluía el territorio correspondiente al despoblado de Obétago, del que no hay datos para suponer una existencia previa a esa conquista.

Bartolomé Aguilar (o. c. página 157), considera que sería el rey leonés Alfonso VI quien conquistó la villa en 1104 y dispuso la repoblación del territorio, tarea que encomendó primero a Gonzalo Núñez de Lara y después a su hijo, quienes acataron las órdenes atrayendo personas de Navarra, Burgos y La Rioja. El autor apunta la posibilidad de que fuesen esos repobladores navarros los que trajeran a estas tierras los topónimos de origen vascuence que son relativamente frecuentes en la zona, con lo que este autor niega la posibilidad de que se trate de topónimos de origen prerromano o ibérico mantenidos durante muchos siglos de ocupación romana, visigoda e islámica. Esa hipótesis no se sostiene desde el punto de vista arqueológico dada la escasez de restos que hay en toda la zona del Jalón desde el periodo celtibérico y hasta bien entrado el siglo XII. Además considera que estos topónimos aluden a características del terreno o son meramente descriptivos, lo que avalaría la posibilidad de una repoblación sobre terrenos ya abandonados en los que existían previamente casas, canteras, etc.

Para Guillermo García Pérez (5) este camino formaría parte de la ruta del destierro del Cid pues cuando en 1081 Rodrigo Díaz de Vivar fue desterrado de Castilla, inició un periplo que le llevó a recorrer el sudoeste de la provincia de Soria, cruzando transversalmente la provincia de Guadalajara por el norte para adentrase otra vez en Soria por Obétago y Judes hasta Calatayud. Otros autores no comparten esta ruta pero sí parece que esta carretera pudo formar parte del recorrido del célebre “Campo de Taranz” que cita el Cantar en algún punto impreciso de las tierras del señorío de Molina con las de Medinaceli que don Rodrigo y sus hombres recorrieron hasta Medinaceli donde esperaban su esposa, hijas y un fuerte contingente armado que le era fiel.

La primera referencia documental de Obétago se produce a finales del siglo XII. El 4 de noviembre de 1197 (6) el obispo de la diócesis de Sigüenza don Rodrigo, firmó una Concordia con algunos sacerdotes de su jurisdicción, donde aparecen mencionados algunos lugares de la provincia de Soria, entre ellos Obétago (Ovetago).

Según Gonzalo Martínez Díez (7), perteneció a la jurisdicción administrativa de la Comunidad de Villa y Tierra de Medinaceli, pasando después a la jurisdicción del Ducado de Medinaceli.

Precisamente el censo de este Ducado de Medinaceli de 1488 (8) refleja que tenía 21 vecinos. Por su parte el también censo de población pechera de 1528 afirma que en esos 40 años transcurridos había crecido hasta llegar a los 26 vecinos.

El Catastro del Marqués de la Ensenada (1753) lo describe como una aldea de señorío del Ducado de Medinaceli. Basaban su economía en la agricultura, con el cultivo de hortalizas (berzas), cereales de secano (trigo, avena, centeno y cebada) que cultivaban a años alternos, y también disponían de dehesas, pastos, prados y tierras yermas. No había plantaciones de árboles pero sí algunos de carácter silvestre en las orillas del río Blanco que no se aprovechaba para usos industriales o molineros. Tenían rebaños de ovejas churras, cinco cabras que les proporcionaban leche, veintidós bueyes y vacas, cinco mulas, siete caballos y yeguas, once pollinos y ocho lechones, pero no tenían colmenas. Había entonces ocho vecinos, dos viudas, que habitaban en nueve viviendas, además de existir otras tres arruinadas. De la profesión de sus habitantes nueve eran labradores, cuatro pastores de ganado lanar, uno sacristán y otro escribano.

Unos años después, en 1787, se redactó el Censo de Floridablanca que indica que esta población era del señorío secular del Duque de Medinaceli y estaba habitada por 48 personas, 23 varones y 25 mujeres (9), una cifra que supuso un punto de inflexión pues desde entonces comenzó a mermar.

En el Diccionario Geográfico-Estadístico de Sebastián Miñano y Bedoya (10) (1826-1829) figuran ocho vecinos, treinta y cinco habitantes, y pocos años más tarde, hacia mediados del siglo XIX, Pascual Madoz (11) recoge que estaba habitado por tres vecinos, diez almas, y que se conservaban tres casas, ofreciéndonos también un detalle descriptivo de su entorno que puede ayudarnos a entender los motivos de su despoblación y que aún se mantiene en la tradición oral: «comprende un estenso prado pantanoso, que con sus emanaciones vicia la atmósfera, lo cual ha sido causa de la despoblación». Sin embargo parece que la entrada de Obétago la redactó con anterioridad a la de Layna pues al hablar de esta última población nos ofrece datos sobre Obétago que nos llevan a pensar que ya estaba prácticamente abandonada: «Dentro de él [el término de Layna] se encuentran varias fuentes y el l. de Obétago con su iglesia, solo tiene un vecino habiéndose despoblado de pocos años a esta parte, por la horrorosa mortandad que en personas y ganados producían las aguas corrompidas de varias balsas y estanques que se forman alrededor de la población y aun dentro de la misma».

Efectivamente, la causa de su despoblación probablemente sea debida a la presencia cercana del río Blanco ya que poco después de su nacimiento, prácticamente allí mismo, se remansa a la altura de Obétago formando una zona pantanosa, insalubre y caldo de cultivo ideal para la presencia de insectos.

Sin embargo y pese a que a mediados del XIX ya se sabía que esas condiciones eran insanas, las leyendas y tradiciones prefieren justificarla con las repetidas leyendas de las salamandras, culebras u ollas envenenadas.

José Ramón López de los Mozos (12), recuerda la leyenda popular recogida en Maranchón que culpa del abandono de Obétago a un suceso que provocó la muerte de la población pues estando todos reunidos para celebrar una boda se intoxicaron al tomar la comida de una olla en la que había caído una salamandra. Por nuestra parte, en Maranchón nos relataron la tradición de que lo que causó el envenenamiento no fue una salamandra sino una culebra que se introdujo en el depósito de agua y causó la muerte de todos los vecinos salvo una anciana que sólo bebía vino y que se refugió en Maranchón donde ya tenía familia.

Una variante de esa leyenda recogida en Maranchón recuerda que al vaciarse Obétago, algunos vecinos de este pueblo vecino acudieron hasta allí con un carro de bueyes y cargaron una campana, pero al intentar cruzar los límites del despoblado, los animales se resistían a avanzar. Dieron la vuelta para devolver la campana pero los bueyes continuaron hasta Laina donde se detuvieron. Allí quedó la campana que se emplea para los toques de tentenublo que alejan las tormentas de granizo.

Con independencia de las causas más o menos legendarias, si hacia 1850 Obétago ya estaba prácticamente vacío, la confirmación definitiva la tenemos en 1866 cuando el Nomenclátor del obispado de Sigüenza (13), al hablar de Layna incluye a Obétago con la etiqueta de despoblado, culpando también de su abandono a la abundancia de aguas estancadas.

En Layna todavía se recuerda que algunas familias proceden de Obétago.

IGLESIA PARROQUIAL DE SAN GINÉS

La iglesia estaba totalmente arruinada pero hacia 2018 fue sometida a un proceso de consolidación / restauración.

Antes de esa fecha los muros de la capilla mayor y de la epístola habían desaparecido y tampoco quedaban restos arquitectónicos de la portada ni del interior. Su arquitectura desarrolla una nave rectangular con muros de sillarejos y mampostería de piedra caliza cogida con cal, espadaña de dos vanos vacíos a los pies y debajo ventana adintelada que iluminaría el coro. Todo el muro de la epístola desde el primer tramo, donde probablemente estaría la puerta de acceso, estaba desaparecido así como la capilla mayor cuyo derrumbe no permitía adivinar su forma.

Vista del interior de la iglesia de Obétago. Foto Alberto Arribas
Vista del interior de la iglesia de Obétago. Foto Alberto Arribas

Entre 2017 y 2018 las ruinas de la iglesia fueron consolidadas por la Asociación Desarrollo Verde (Asdeve) que destinó al proyecto 20.000 euros de sus recursos propios del Comunero de Eriales y Liegos de Layna, procedentes de aprovechamientos de fincas y por los ingresos de los parques eólicos. El proceso fue llevado a cabo siguiendo las directrices del proyecto técnico desarrollado por la empresa Arquetipo, que transformó las ruinas en un edificio cerrado perimetralmente con muros de mampostería y una sencilla portada de nueva factura resuelta en arco de medio punto, pero carente de puerta y cubierta. En la cabecera presenta una dependencia anexa, de finalidad incierta, “descubierta” en las labores de desescombro que probablemente corresponda a la obra original.

De su retablo mayor sabemos que fue realizado en torno a 1579 cuando así lo dispuso el correspondiente Visitador de la diócesis Sigüenza, si bien sería muy humilde pues ordenó que su coste no fuese superior a cincuenta ducados. Finalmente fue realizado por el entallador seguntino Nicolás de Pierres y pintado por Diego de Madrid (14).

En Layna y como procedente de Obétago, se guarda una imagen de San Ginés fechada en el siglo XVIII, así como exvotos y una cruz de hierro (15).

Espadaña de la iglesia desde el exterior. Foto Alberto Arribas
Espadaña de la iglesia desde el exterior. Foto Alberto Arribas

CASCO URBANO

Aunque no quedan edificios en pie, persisten muros de los antiguos inmuebles y aunque apenas levanten medio metro permiten entrever el trazado de lo que fueron las calles y los edificios particulares, algunos formados al menos por planta baja y primera, especialmente en los alrededores de la iglesia. Al norte y al oeste del caserío se observan líneas de cimentación que cierran espacios muchos más amplios, probablemente destinados a cerramientos para el ganado.

Estos edificios estuvieron realizados con muros de mampostería de la típica piedra caliza del entorno. Entre las ruinas aún persisten fragmentos de la carpintería de madera y abundan los fragmentos de tejas, todo entre zarzas y carrascas.

A los pies del cerro del despoblado discurre el río Blanco que, como ya se dijo, pudo ser la causa del abandono del lugar.

Salvo esas aguas del río, no hemos localizado otros lugares de posible abastecimiento para el suministro humano por lo que, probablemente, se tomara la del río subiéndola a cántaros, un inconveniente este que probablemente incrementaría los motivos para el abandono de Obétago.

Restos de una casa de Obétago. Foto Alberto Arribas
Restos de una casa de Obétago. Foto Alberto Arribas

Alberto Arribas con la colaboración de Ángel Lorenzo, Maribel Zapatero, Luis C. Pastor

(1) BARTOLOMÉ AGUILAR, Pedro (2000): “Sierra del Condado de Medinaceli: Estudio de su toponimia”, artículo en Casos y Cosas de Soria II, Soria Edita página 154.

(2) GARCÍA DE DIEGO, Rafael (1959): “Sobre Topónimos Sorianos y su Historia”. Celtiberia nº 18.

(3) RANZ YUBERO, José Antonio y LÓPEZ DE MOZOS, José Ramón (1996): “Repertorio de la toponimia menor de Balbacil, Clares, Codes y Turmiel (Maranchón, Guadalajara)”.Cuadernos de Etnología de Guadalajara, nº 28.

(4) No es objeto de este trabajo pero se han ofrecido varias fechas: julio de 1104 por Alfonso VI de León, o el mismo cuatro años después, poco ante de fallecer. Para otros investigadores esta conquista definitiva no llegó hasta 1120.

(5) GARCÍA PÉREZ, Guillermo (1988): Las rutas del Cid. Editorial Tierra de Fuego, páginas 44 y 54.

(6) MINGUELLA Y ARNEDO, Fray Toribio (1913): Historia de la Diócesis de Sigüenza y de sus obispos, tomo I páginas 181, 495, Imprenta de la «Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos», Madrid.

(7) MARTÍNEZ DÍEZ, Gonzalo (1983): Las Comunidades de Villa y Tierra de la Extremadura castellana. Editora Nacional, Madrid, página 223.

(8) PÉREZ ARRIBAS, Juan Luis (2009): “Población de la Tierra de Medinaceli según el Censo de 1488, ordenado hacer por el I Duque de Medinaceli, don Luis de la Cerda”. Revista de Soria nº 66 IIª época, página 71.

(9) APARICIO ANDRÉS, Divina (2005): “Señoríos sorianos según el Censo de Floridablanca”. Revista de Soria IIª época nº 48, páginas 40 y ss.

(10) MIÑANO Y BEDOYA, Sebastián (1826-1929): Diccionario geográfico-estadístico de Soria. Edición para la provincia de Soria realizada por Silvano Andrés de la Morena, Soria Edita, Soria 2004.

(11) MADOZ, Pascual (1846-50): Diccionario geográfico-estadístico-histórico. Edición facsímil de los textos relativos a la provincia de Soria. Edita Ámbito ediciones S. A. y Diputación de Soria, 1993. Imprime Gráficas Ortega S. A. Valladolid.

(12) LÓPEZ DE LOS MOZOS, José Ramón (1993): “Sobre la despoblación de Obétago”. Revista de Folklore. Tomo 13b nº 154 páginas 142 y 143, accesible en la web http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/sobre-la-despoblacion-de-obetago-soria/html/

(13) ANÓNIMO (1886): Nomenclátor descriptivo, Geográfico y Estadístico del obispado de Sigüenza. Zaragoza, Tip. de Mariano Salas 1886, página 87.

(14) MARCO MARTÍNEZ, Juan Antonio (1997): El retablo barroco en el antiguo Obispado de Sigüenza. Premio provincia de Guadalajara «Layna Serrano» 1996, edita Diputación de Guadalajara, páginas 54 y 55.

(15) Tomado de la web Amigos de Luzón http://luzonnuestropueblo.blogspot.com/2009/03/acerca-de-layna.html (visto el 14/07/2022).