Olmedillos, Los
Antiguo despoblado, hoy propiedad privada, del término municipal de Velilla de la Sierra, que conserva la popular ermita del Santo Cristo de los Olmedillos.
- Fecha de redacción:
- Última revisión: diciembre 2023
Antiguo despoblado, hoy propiedad privada, del término municipal de Velilla de la Sierra, que conserva la popular ermita del Santo Cristo de los Olmedillos.
Antiguo despoblado del término municipal de Velilla de la Sierra que quedó deshabitado en algún momento del final de la Edad Media, fue transformado en coto redondo y hoy da nombre tanto a un espeso bosque como a una granja moderna con naves agroganaderas, ruinas antiguas, viviendas rurales y una ermita, la del Santo Cristo de los Olmedillos. Es propiedad privada.
En realidad cabría etiquetar este despoblado medieval como recuperado, pues tras ser abandonado y transformado en coto redondo primero y explotación agropecuaria después, ha mantenido durante siglos una exigua población destinada a su atención y servicio. Con la categoría de caserío, en 1888 allí había 10 personas avecindadas, 19 en 1940, y 27 en 1960. En la actualidad, aunque no consten personas empadronadas, es probable que con carácter temporal residan algunos trabajadores de la granja en alguna de las viejas casas, o en la casona antaño reservada para el propietario o el administrador.
Por ser de propiedad privada, en principio no es visitable y se desaconseja una visita espontánea, pero en la jornada de la romería o pidiendo los permisos oportunos, es posible visitar la ermita.
Propiedad privada
El antiguo despoblado se encuentra a tres kilómetros al sur de Velilla de la Sierra, con ligera derivación este, en torno a la actual ermita del Santo Cristo de los Olmedillos, y muy cerca del apeadero de ferrocarril de Velilla en la línea Soria-Castejón que limita la propiedad por el norte y el oeste. Desde el puente de piedra de la capital hasta el monte del Cristo hay poco más de siete kilómetros y por el camino de Peñamala que comentaremos después algo menos, pero en cualquier caso un buen paseo que lleva poco más de hora y media, y que es, o era, uno de los paseos habituales para los vecinos del barrio de San Pedro.
El acceso más sencillo a la granja de Los Olmedillos se realiza desde Soria capital por la carretera SO-P-1001 (carretera de Almajano). Dos kms y medio después de cruzar (por debajo) la variante de Soria (SO-20), surge una pista a la derecha que tras poco menos de otros 2 km nos sitúa en medio de la granja. Poco antes de llegar hemos tenido que cruzar la vía del ferrocarril Soria–Castejón, habiendo visto a unos 500 m a la izquierda, la antigua estación ferroviaria de Velilla de la Sierra.
DATUM | LATITUD LONGITUD |
ETRS89 | 41.781090824540414 –2.3975251501651456 |
ETRS89 | 41º 46´ 52´´ N 2º 23´ 51´´ W |
UTM 30 | Coord. X Coord. Y |
550.064,85 4.625.648,70 | |
Altitud | 1.094,5 m |
El nombre del despoblado es un fitotopónimo, una fórmula muy habitual que se emplea todavía en la actualidad para designar o dar nombre a un lugar en función de las especies vegetales predominantes en la zona. En este caso suponemos que el lugar estaría poblado de muchos olmos, lo que unido al topónimo podría indicar un espacio reducido del poblado original o bien que los citados árboles eran de escaso tamaño.
No conocemos datos puntuales sobre este lugar, pero dada su cercanía a Numancia no sería extraña una ocupación antigua, pero de la que no tenemos noticias. Oficialmente la zona fue tomada y repoblada por Alfonso I de Aragón a partir de 1109 y pasó a Castilla en 1134, momento aproximado en el que comenzaría a configurarse esa organización del territorio que conocemos como la Comunidad de Villa y Tierra de Soria, en la que un amplio territorio estaba habitado por pequeñas aldeas dispersas que allí trabajaban para extraer sus recursos aunque tenían una gran dependencia administrativa, fiscal y eclesiástica de la villa de la que dependían, en este caso de Soria.
Esa dependencia administrativa motivó ciertos problemas legales entre el clero de Soria y los de las aldeas pues los parroquianos estaban obligados a pagar el diezmo en una parroquia de la villa, no en la de su pueblo, lo que ocasionó conflictos que se resolvieron por disposición del rey de Castilla Alfonso X el Sabio, que para conocer la envergadura del problema ordenó la confección de un censo poblacional en 1270 por el que conocemos el nombre de las aldeas de la Tierra de Soria, el número de sus vecinos, de las diferentes categorías de estos, de su nombres y oficios, así como de la parroquia en la que tributaban en Soria.
Gracias a ese documento sabemos que en ese año ya existía una aldea llamada Olmediello habitada por cuatro moradores que tributaban su diezmo a la soriana parroquia de Nuestra Señora de las Cinco Villas. Enrique Díez Sanz y Víctor M. Galán Tendero (1) la documentan bajo la misma denominación en el censo de 1352.
Debió quedar despoblado a partir de esa fecha puesto que las siguientes noticias que nos proporcionan estos autores nos indican que, como resultó muy habitual en los siglos XIV y XV, algunos miembros de la nobleza local de Soria, pertenecientes a Los Linajes y casi siempre de familias muy poderosas que ocupaban los cargos más importantes en la administración política de la ciudad, acostumbraban a ocupar ilegalmente estos términos despoblados, derraygados (2) en el lenguaje de su época, omitiendo deliberadamente el derecho de todos los vecinos de la Tierra de Soria no a ocupar esos terrenos de realengo, pero sí a beneficiarse ordenadamente de los frutos de ese territorio.
Continúan Díez y Tendero informándonos de la ocupación de este término de Los Olmedillos en 1486 por parte de Rodrigo de Morales, una situación ante la que las instituciones que representaban al Común de Hombres Buenos y a la Universidad de la Tierra que entendían tenían derecho al usufructo del término, reclamaron en los tribunales. Aquella sentencia dictada en ese año por el juez pesquisidor Chinchilla, falló a favor de los intereses de todos los vecinos de la Ciudad y Tierra y en contra de Rodrigo de Morales, así como de otros muchos oligarcas sorianos que habían actuado de idéntica forma. Sin embargo, la falta de diligencia en la aplicación de la sentencia hizo que esta fuese prácticamente papel mojado e ignorada por la autoridad local, generalmente los mismos que habían cometido la ilegalidad. En este caso esa confirmación la conocemos con seguridad pues en 1514 Juan de Morales, descendiente del anterior y que en ese momento era regidor de Soria, volvió a ser denunciado por el mismo motivo sin que conste que cambiase la situación.
Siguen diciendo Díez y Tendero que en 1585 la entonces propietaria Catalina de Morales, utilizaba el término para sus negocios ganaderos y para evadirse del impuesto de la alcabala, y que, al fallecer a finales de ese siglo, cedió su mayorazgo y el lugar a su sobrina Inés de Morales
En 1739, con las haciendas reales en números rojos pero con una necesidad irrefrenable de construirse nuevos palacios, el rey Felipe V decidió financiar sus caprichos vendiendo los baldíos o realengos del reino, es decir, todas aquellas tierras de labor que no fuesen de concejos, particulares o no pudieran demostrar su propiedad, y Los Olmedillos fue uno de los que el juez Solórzano –uno de los encargados de localizar estas propiedades- calificó de derraygado y susceptible de enajenación para la Corona. En Soria fueron muchos los términos y propiedades que pasaron a manos de particulares o de instituciones pero, sin tener la seguridad absoluta, parece que con este lugar no llegó a ocurrir pues trece años después lo veremos documentado como un término de realengo, aunque su usufructo correspondiera a un noble.
El 22 de marzo de 1752 se redactó el texto del Catastro de la Ensenada correspondiente a la Granja de los Olmedillos, que lo califica como un lugar despoblado perteneciente a Su Magestad, de la jurisdicción de la ciudad de Soria, sexmo de San Juan, cuyo aprovechamiento del suelo pertenecía al Excmo. Sr. Martín Nicolás de Castejón e Ibáñez de Segovia, marqués de Velamazán y vecino de Ágreda. Había tierras de secano, prados, pastos, matorral, yermos y los únicos habitantes eran los dos ermitaños que residían en “(una casa) para los ermitaños del santuario y demás personas que vienen a novenas y romerías” y otra para los renteros que labraban las tierras del marqués.
Según la relación de municipios y lugares de la provincia de Soria y población de 1858, recogida por Carmelo Romero Salvador, Carmelo García Encabo y Margarita Caballero Domínguez (3), se trata de una población con rango de “Santuario” del término municipal de Velilla de la Sierra, que contaba entonces con once habitantes.
El estudio de Andrés Sanz Sánchez (4) lo incluye en la relación de núcleos de población desaparecidos desde 1960 indicando que entonces tenía categoría de caserío, contaba con quince habitantes y quince viviendas, siendo de propiedad particular.
Esteban Valtueña Jiménez (5) ofrece como último censo con habitantes el de 1960 con 27 personas inscritas, gracias a que en el lugar residían los guardeses y empleados de la finca.
A finales del siglo XIX la finca era propiedad de doña María de los Dolores Queralt y Bernaldo de Quirós y de su esposo don Joaquín Casani y Bernaldo de Quirós, conde de Giraldeli y de Cifuentes, vecinos de Madrid, y era su arrendador el que fue alcalde de Soria en dos ocasiones don Ramón de la Orden, que pasaba alguna temporada en la residencia que tenía en la finca. Posteriormente esta fue adquirida por Ángel Lacalle pero tras un breve periodo de posesión la traspasó a don Pedro Borque de Pablo (6) y su esposa Matilde Guillén, que acostumbraban a pasar temporadas en su residencia de la granja.
Además de algunas edificaciones modernas y varias naves ganaderas, del poblado antiguo persisten algunos elementos como dos viviendas tradicionales en piedra de mampostería, una planta y tejado a dos aguas, además de una vivienda de factura más reciente y con mayor calidad que dispone de planta baja y primera, grandes ventanales, balcones, paredes enfoscadas y bien pintadas que, sin duda, es la vivienda que han debido ocupar los propietarios y/o el administrador. Persisten también las ruinas de un gran horno al que se accede a través de un arco de medio punto de dovelas de sillería en regular estado de conservación.
Sin duda, es la ermita del Santo Cristo de los Olmedillos el elemento más antiguo e interesante del lugar, que debe ser el edificio que sucedió a la primitiva ermita con la que contó el despoblado y que cabría suponer sería un sencillo templo del románico rural del siglo XII o XIII del que no queda ningún elemento. El templo actual parece en su conjunto obra del XVII-XVIII y hay noticias de que el 19 de agosto de 1625, el maestro cantero Sancho de la Riva firmó el contrato para realizar la obra de cantería de este templo.
Se trata de una construcción descrita en el “Inventario artístico de Soria” de 1989 (7) como una obra de piedra de mampostería y sillar para la portada, esquinas, vanos y espadaña que dispone una única nave con coro alto a los pies, dividida en tres tramos por arcos fajones de medio punto sobre pilastras, y cubierta por bóveda de lunetos y arista. Se accede a la capilla mayor a través de un arco triunfal de medio punto y se cubre con cúpula sobre pechinas. En el lado del evangelio, junto a la capilla mayor, se abre un recinto cubierto por lunetos, y a los pies del lado contrario la monumental portada formando un cuerpo saliente de sillar con arco de medio punto y gran óculo, por el que se accede a un ingreso situado a los pies de la iglesia con puerta igualmente de sencillo arco de medio punto moldurado entre dos escudos idénticos, uno a cada lado del mencionado arco, tallados en piedra y que presentan la siguiente composición:
Escudo sobre fondo apergaminado, cuartelado y con timbre (la parte superior del escudo) oculto por el techo de la estancia. 1º cuartel: un árbol derraigado, 2º cuartel: tres lises bien ordenadas con bordura de ocho veneras, 3º cuartel: tres fajas, 4º cuartel: ondas de agua. El 1º y 3º cuarteles podrían pertenecer a la familia Morales, el 2º y 4º a la de Río, ambas de los Doce Linajes de Soria.
La espadaña en el muro de poniente está realizada con buenos sillares y presenta tres vanos para campanas, uno de ellos, el más pequeño, sobre los otros dos gemelos. Únicamente estos dos últimos tienen campanas.
En el interior presenta tres retablos barrocos, uno en el testero, y otros dos en la nave, cada uno a un lado de esta. En el central aparece la imagen titular, un Cristo crucificado de grandes proporciones entre columnas salomónicas. Joaquina Gutiérrez (8) afirma que el conjunto del retablo fue realizado por Domingo Romero (su primera obra documentada), y que Juan Zapata se encargó de realizar parte de las pinturas, siendo el Cristo obra de José Rodríguez en el primer tercio del siglo XVII.
Según Joaquina Gutiérrez Peña y Javier Herrero Gómez (9), en 1693 José López, Francisco Martínez Villar, Félix de Arce, Manuel de Almazul y Domingo Romero se obligan a hacer un retablo para la ermita del Santo Cristo de los Olmedillos, por dos mil ochocientos reales. En 1699 el pintor dorador Juan de las Puertas firma el contrato por el que se obliga a dorar el retablo mayor de la iglesia del Santo Cristo de los Olmedillos.
La imagen titular de la ermita es un crucificado que ha sido, y sigue siendo, objeto de las devociones populares de los vecinos de los pueblos de alrededor pues el Cristo tiene fama de ser muy milagrero y atender complejas necesidades de sus devotos. Una de las peculiaridades del templo es que conserva muchos de los exvotos ofrecidos al Cristo, por lo que expuestos en la cornisa o almacenados en la sacristía, se pueden contemplar una gran colección de coletas, brazos o piernas hechas en cera, muletas, una serie de extrañas ofrendas pero que fueron usuales no hace tantos años cuando la fe y la devoción se entendían bajo un punto de vista muy diferente al actual.
Desde la ciudad de Soria partía un “Camino al Cristo de Los Olmedillos”, según figura en los planos del Instituto Geográfico y Catastral, “puestos al día” por el Servicio Geográfico del Ejército en su edición de 1955. Aparte del apunte en sí mismo es muy interesante el dato, ya que podría ser la explicación de un imponente “muro” exento que se conserva a poco más de cincuenta metros al noreste (eso sí, hacia arriba) del recientemente emplazado “cementerio templario” (10) en el “Barrio del Puente” de Soria.
Por su notable entidad, se han querido relacionar los restos de este muro con las defensas de la Muralla de Soria, pero pensamos que no tiene conexión alguna con ella y que obedece a un elemento de contención para proteger de las escorrentías y derrumbes el camino mencionado, por cierto, con poco éxito. El camino del Cristo de Los Olmedillos comienza a poco de cruzar el puente de piedra sobre el río Duero, viniendo de Soria, en el lado izquierdo de la Carretera de Ágreda, después de sobrepasar el cruce de la que nos llevaría hacia Almajano (SO-P-1001) y el Callejón de las Tenerías. Todavía se conserva el espacio del camino entre las tapias de las fincas adyacentes. Siguiéndolo daremos con los restos del imponente muro mencionado, aunque el entorno está muy erosionado precisamente por las escorrentías que pretendía evitar.
Antiguamente el lunes de la Pascua de Pentecostés y desde hace muchos años trasladado al Domingo de la Ascensión, los vecinos de Velilla, Renieblas, Ventosilla y Fuensaúco, se desplazan a la ermita en romería para celebrar una misa seguida de comida de hermandad, pero antes participaban también los vecinos del barrio del Puente de la capital que de regreso a Soria, organizaban un animado desfile con carreras y a veces baile en el barrio, una fiesta muy esperada por los sorianos pues prácticamente daba inicio al ciclo festivo de junio que culminaba con las fiestas de San Juan.
El semanario La Provincia de 05/06/1906 rememoraba con añoranza costumbres entonces ya antiguas desaparecidas y asociadas a la romería, como la comida y baile en la pradera de la ermita, que a veces se alargaba en el propio Barrio del Puente en Soria. No dejaba de ser menos animado el regreso de los romeros desde la ermita del Cristo a la capital, pues se hacía formando una comitiva muy animada de carruajes y caballistas que desfilaban haciendo carreras hasta la calle Marqués del Vadillo, para gran regocijo del público que aplaudía desde los balcones o silbaba a los que no se atrevían a galopar.
Esta fiesta extendida a la capital era muy esperada por los sorianos pues, como ya comentamos, preludiaba la celebración inminente de las fiestas de San Juan.
Ignoramos cuando desapareció aquella tradición que entonces ya era antigua, pero esa participación más o menos organizada de los vecinos del Barrio del Puente y de San Pedro en la romería, se mantuvo hasta algún momento indeterminado que podría estimarse en los últimos años de la primera mitad del siglo XX; sin embargo la costumbre de ir a pasear o a modo de peregrinación para pedir la intercesión milagrosa del Cristo por el camino tradicional que citábamos en el punto anterior por Peñamala, se ha continuado hasta tiempos tan recientes que probablemente aún haya quien la mantenga.
Se desconoce el origen de esta romería que cabe suponer antigua, pero con seguridad existe al menos desde 1809 pues Emilio López Pelegrín – en su artículo Un proceso curioso. La Justicia en tiempos del rey José, recogida en la publicación Del tiempo viejo (Personas y cosas de Soria) imprenta de Fermín Jodra, Soria 1914 pp. 88 y ss.- recuerda unos incidentes que tuvieron lugar tras la romería a esta ermita el lunes de Pascua de Pentecostés de 1809, sin aportar más datos sobre el festejo propio.
Alberto Arribas, con la colaboración de Ángel Lorenzo, Maribel Zapatero, Luis C. Pastor
(1) DÍEZ SANZ, Enrique y GALÁN TENDERO, Víctor M. (2012): Historia de los despoblados de la Castilla Oriental. Tierra de Soria siglos XII a XIX. Ediciones de la Excma. Diputación Provincial de Soria, colección Temas Sorianos nº 56, página 434.
(2) DIAGO HERNANDO, Máximo (1991): Los términos despoblados en las comunidades de villa y Tierra del Sistema Ibérico castellano a finales de la Edad Media. Revista Hispania LI/ 2, 178. dice que para que una entidad de población se considerase derraygado no era preciso que todos los vecinos lo abandonaran, bastaba con que tuviera menos de cinco y su término pasaba a ser de realengo aunque se respetaran las propiedades particulares que pudiera haber. Para apoderarse de un lugar afirma que esperaban a que quedara derraygado, aunque a veces ejercían presión o amenazaban a sus escasos moradores para que lo abandonaran y así poder ocuparlo como término redondo.
(3) ROMERO SALVADOR, Carmelo, GARCÍA ENCABO, Carmelo y CABALLERO DOMÍNGUEZ, Margarita (1985): La provincia de Soria entre la reacción y la revolución (1833-1843). Ediciones de la Excma. Diputación Provincial de Soria, colección Temas Sorianos nº 10, Soria, páginas 215 a 232.
(4) SANZ SÁNCHEZ, Andrés (2001): Demografía de la Soria rural durante el siglo XX en Celtiberia nº 95, página 131.
(5) VALTUEÑA JIMÉNEZ, Esteban (2011): Nomenclátor de todas las entidades de población de la provincia de Soria. Censo de Población de los años 1880, 1920, 1940, 1960, 1966 y 2007 en Revista de Soria IIª época, nº 62, página 56.
(6) Pedro Borque de Pablo: menos conocido que el anterior pero también un gran emprendedor, fue concejal en el Ayuntamiento de Soria, diputado provincial y presidente de la Sociedad de ganaderos y labradores de Soria. Todavía, o al menos hasta que falleció uno de sus hijos hace poco tiempo, la granja seguía vinculada a su familia.
(7) MANRIQUE MAYOR, María Ángeles, GARCÍA ENCABO, Carmelo y MONGE GARCÍA, Juan Antonio con la colaboración de NEGREDO DE FRANCISCO, Julián: Inventario de Soria y su provincia. Tomo I. Arciprestazgos de Abejar, Almajano y Almarza. Ministerio de Cultura (1989).
(8) GUTIÉRREZ PEÑA, Joaquina (2000): Casos y cosas de Soria II. Soria Edita. Imp. Marco Gráfico S. L, página 140.
(9) GUTIÉRREZ PEÑA, Joaquina y HERRERO GÓMEZ, Javier (2008): El retablo barroco en la ciudad de Soria. Colección Temas locales, edita Caja Duero, página 109 y 94.
(10) Este “cementerio templario” obedece a una justificación turística, no tiene ninguna base histórica ni arqueológica.
Asociación de Amigos del Museo Numantino