Despoblado de Gallinero, que puede conocerse también con el nombre de Adobezo.
Despoblado de Gallinero, término municipal de Almarza. Es menos frecuente pero también puede verse escrito con b, Adobezo, quizá porque inconscientemente lo asociemos con la palabra adobe, ladrillo de barro y paja cocido al sol, aunque en pleno siglo XXI la mayoría conoce más bien Adobe como el nombre de la marca comercial de software.
Hoy todo el paraje es una dehesa de pastos, arbustos, carrascas, robles, acebos y pinos llamada La Mata, aunque quizá más empleada como zona senderista que por su uso ganadero, pues casi es más fácil ver personas caminando o montando en bicicleta que ganado. Algunos de estos senderos fueron, siguen siendo en realidad, cordeles y cañadas, caminos de arrieros o carreteros que nos recuerdan la riqueza pretérita de estas tierras tan bellas como desoladas.
Se encuentra localizado por encima de 1.400 metros de altitud y a unos seis kilómetros al norte de Gallinero, en la ladera sudoeste de la sierra de Montesclaros, cerca de la dehesa de Garagüeta, concretamente y según Gonzalo Martínez Díez (1), a seis mil metros al norte con ligera derivación oeste, en el camino de Gallinero a Los Santos, en el cruce con el camino de Los Cerrados.
Esa ubicación, más bien general de todo un paraje de varias hectáreas de extensión, recibe el nombre del despoblado, Adovezo. La tradición oral ofrece una ubicación más concreta en el lugar donde existe una majada de época antigua pero indeterminada, que podría corresponder a algún edificio residencial abandonado y transformado después en taina o majada. Sin embargo y pese a mostrar recelos, pues allí en superficie apenas se observan indicios que nos aseguren la existencia de restos de otros edificios o incluso de la iglesia que tuvo que tener, nos confirman que es así, debido a estar fresco en la memoria el recuerdo de algunos incidentes debidos a herencias, deslindes o aprovechamientos, que preferimos ignorar.
En cuanto a su posible área, y tomando como referencia que esa construcción fuese el extremo sudoeste de Adovezo, parece que el poblado se extendería en forma de triángulo equilátero de unos 150-200 metros, pues los escasos restos de construcciones que hemos identificado se encuentran a esa distancia, al norte y este de este punto, además de alguna ruina aislada al sur. Más que ruinas son montones de piedra acumulada en líneas de cimentación, entre las que también se observan algunos fragmentos de tejas, lo que permite aventurar que, además de tapias desechas de lo que parece una gran cerrada, hubo algún tipo de construcción de piedra en seco que tuvo uso residencial o agroganadero. Aunque hay quien hacia 1985 identificó la iglesia -lo veremos después-, en la actualidad no hemos encontrado resto alguno que lo sugiera.
Expuestas esas reservas, el despoblado estaría localizado en las coordenadas 42°00’00.6″N 2°27’23.7″W cerca de un camino del mismo nombre, así como del arroyo aún llamado de Adovezo que abastece de agua a una moderna balsa promovida hace pocos años por el Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León.
Nicolás Rabal (2) cree que el origen etimológico del topónimo estaría en la palabra Adobero que deriva de la lengua euskera. Para Eleuterio Carracedo Arroyo (3) deriva del árabe al-tub (el ladrillo) y puede ser un topónimo descriptivo que recuerda la existencia de restos de construcciones a la llegada de los repobladores al lugar. Recordemos que no lejos de este emplazamiento puede haber restos de un dolmen, y en el cercano Gallinero hay restos de dos castros, el de Los Castillejos y el de la Peña del Castillo.
Para Carlos Álvarez (4), el topónimo Adovezo puede derivar de una abundante presencia de acebo o brezo. Este investigador fotografió y examinó superficialmente unos restos de lo que apuntó que pudiera ser un dolmen: «subiendo en una cerrada (hay muchas) unos 60 metros de ancho más o menos, a la izquierda del arroyo y a la altura de la iglesia a unos 150-200 metros restos de un domen = parecido al de Carrascosa (probabilidad 20%)», unos estudios que no pudo culminar pues le sorprendió la muerte.
No sabemos en qué momento se fundó Adovezo pero su nombre no aparece en las relaciones de aldeas dezmeras de 1270 ni en la de 1352, por lo que es posible que se fundara después o que aparezca citado con otro topónimo de los varios lugares no identificados en esa relación.
Posteriormente sí aparece como integrante de la Tierra de Soria, concretamente como miembro del Sexmo de Tera, y se documenta por primera vez en el censo de población pechera de 1528 cuando vivían allí siete vecinos pecheros, unos 30-40 habitantes. En ese siglo XVI, dicen Enrique Díez Sanz y Víctor M. Galán Tendero (5) que el término fue comprado por el regidor de la ciudad de Soria y poderoso propietario ganadero, Juan de Vinuesa; y que en el Censo parroquial de 1587 Adovezo era un anexo de Lumbrerillas habitado por 7,5 vecinos, unas 30 personas, y recuerdan que cuatro años después más que un poblado era un “paraje”, eso sí, habitado por 9 vecinos (7 pecheros, 1 hidalgo, 1 clérigo), una cifra algo más alta que la que recoge el censo de 1591, que ofrece otros siete vecinos pero añade el matiz de que no tenía pila, un indicio de que ya era un población de menor categoría que dependía de otra para el servicio parroquial, en este caso de Lumbrerillas.
El 19 de agosto de 1752 se redactó el Catastro de la Ensenada de este lugar, que nos ofrece una interesante información: era entonces un lugar de realengo habitado por dos vecinos y una viuda, todos labradores que habitaban en tres casas, si bien había otras cuatro arruinadas. Sus habitantes sembraban y recogían trigo, lino, centeno, berza, hierba “y mui poca zevada”. En cuanto a ganadería, criaban corderos y comerciaban con la lana de ovejas churras y extremeñas. Además tenían cerdos y ganado de tiro como bueyes o caballos, para el trabajo.
Resulta sorprendente que dos o tres generaciones después, Sebastián Miñano y Bedoya (6) nos recuerde además de sus límites -al norte con el puerto de Piqueras, al nordeste con Yanguas, al este con Los Campos, al sur con Lumbrerillas y Barriomartín y al oeste con Los Santos- un espectacular crecimiento demográfico, pues se había multiplicado por siete ya que en esa época tenía catorce vecinos y cincuenta y siete habitantes. Pocos años después Pascual Madoz (7) redactó su famosa obra en la que sigue refiriendo también la existencia de 14 vecinos y 57 habitantes.
Si ese crecimiento resulta sorprendente, no menos extraño es lo contrario, la decadencia que aconteció prácticamente a la vez, pues de ese mismo periodo disponemos de información que contradice a Miñano y Madoz, como la relación ofrecida en el documento oficial “Subdivisión en partidos judiciales de la nueva división territorial de la península é islas adyacentes” aprobada por S. M. en el Real Decreto de 24 de abril de 1834 (8), que ya lo consideraba un despoblado anejo a Gallinero.
Cierto es que en esa época se consideraba igualmente despoblado a los pueblos y aldeas donde ya no residía nadie como a los escasamente poblados, algo que podría aplicarse a Adovezo, lo que intuimos más que conocer con absoluta certeza, pues a mediados del siglo XIX el Boletín Eclesiástico del Obispado de Osma nº 14 de 04/02/1854, nombró al sacerdote don Mateo Pérez párroco de Lumbrerillas, Cerveriza y Adovezo, un dato que sugiere la existencia de una iglesia con algunos vecinos, aunque no podría descartarse que aquel fuera formalmente el nombre oficial de una parroquia con tres emplazamientos pero con parroquianos sólo en Lumbrerillas.
Pocas noticias más encontramos y siempre referidas al ya definitivamente despoblado. El BOPSo nº 152 de 20/12/1861 página 4, sacó a subasta una serie de fincas rústicas del Ayuntamiento de Barriomartín, «en el despoblado de Adovezo, procedente de sus propios y que utilizan sus vecinos mancomunadamente. Su terreno es de mala calidad …» así como otras fincas pertenecientes al Ayuntamiento de Soria: «Una dehesa y 2 prados, el uno de pasto y el otro de labor… en término del lugar de Barrio-martin y pertenecientes al despoblado de Adovezo, procedentes de los propios del Ayuntamiento de Soria y que llevan en arriendo los herederos de D. Lorenzo Bartolomé Medrano. Su terreno es de segunda y tercera calidad». También sabemos por el BOPSo nº 33 17/03/1862 página 4, que el hospital de Santa Isabel de Soria poseía allí unas fincas, quizá con una casa en mal estado, que llevaban en arriendo unos vecinos de Peroniel del Campo.
A principios del XX Manuel Blasco (9) lo nombra como dehesa de otro despoblado, el de Cerveriza (véase).
En cuanto a las causas concretas de su despoblación se ignoran, pero no creemos que sean muy distintas a las de tantos otros lugares que quedaron vacíos, aunque para este caso también hay una causa más o menos mítica o legendaria que lo explica, además de otra más lógica o realista.
Sobre la primera, el 14 de febrero de 1942 Bienvenido Calvo publicó en El Avisador Numantino una de sus habituales colaboraciones dentro de la sección Cosas de la Provincia, que tituló “El lugar de Adovezo”. En aquella serie y de una forma a veces un tanto fabulada, el periodista acostumbraba a relatar algunos datos sobre la historia del lugar del que trataba, incluyendo ciertas leyendas que intentaban justificar unos supuestos acontecimientos históricos que otros historiadores ni antes ni después han referido. En este caso ofrece la causa del abandono de Adovezo y recuerda una visita a Soria del rey Carlos III (1759-1788) cuando de camino a su siguiente etapa, el conde de Torrubia quiso homenajear al monarca y le ofreció ir de cacería. Se instalaron en la casa fuerte de San Gregorio y de allí partieron a cazar por la zona de Adovezo, pero un jabalí mató al mejor perro de la jauría del monarca e hirió gravemente a uno de los participantes al que el rey le profesaba gran afecto, por lo que el rey muy indignado maldijo a Adovezo. Cuando sus habitantes se enteraron, marcharon a rogar por la salud del herido ante la imagen de la Virgen del Rosario de Gallinero, y «como voluntario sacrificio para cortar el enojo del S. M. acordaron abandonar sus casas y trasladarse a vivir al mismo pueblo de Gallinero».
Tanto la noticia como la causa de la despoblación resultan ser una novedad para justificar la despoblación de un pueblo, pero es una razón sólo un poco más realista que la reiterada historia de la salamandra, o la de la boda en que todos los invitados acaban envenenados. Probablemente, y para entender ese relato moralizante de sumisión absoluta al líder, haya que situarse en el contexto de la época y relacionarlo con el significado ético de estos relatos, máxime si lo de contextualizarlo lo hacemos literalmente y lo situamos en la primera página del citado periódico, encajando el texto entre un artículo sobre el Comunismo inglés y otro que informaba sobre la clausura del VIº Consejo Nacional de la Sección Femenina.
No ha sido esa la única explicación del abandono. Jesús Gómez Ceña (10) ofrece un relato que dice que Adovezo fue una finca perteneciente a un gran ganadero, y que como la carretera general no pasaba por allí y sí por Barriomartín, los de Adovezo se trasladaron a vivir a Barriomartín, aunque recuerda que el último habitante se fue a Gallinero.
Gómez Ceña supone también (o. c. página 96) que las campanas de la iglesia de Barriomartín fueron antes las del templo de Adovezo, y es posible que no pasase de ser una humilde capillita con la categoría de ermita que probablemente ni dispuso de pila bautismal, pero que en cualquier caso y como ya hemos comentado, el ojo experto de Carlos Álvarez supo identificar.
Hoy en Adovezo apenas quedan restos visibles de alguna construcción pero resulta ser un lugar muy interesante para pasear, hacer senderismo, circular en bicicleta y contemplar algunas majadas o construcciones con sus características cubiertas de teja de barro con losa de piedra. Y hacerlo abrigado un soleado día de invierno con ese característico cielo azul de nuestra tierra, es una de esas gratas experiencias que en pocos sitios más se puede llevar a cabo.
Alberto Arribas, con la colaboración de Ángel Lorenzo, Maribel Zapatero, Luis C. Pastor
(1) MARTÍNEZ DÍEZ, Gonzalo (1983): Las Comunidades de Villa y Tierra de la Extremadura castellana. Editora Nacional, Madrid, página 168.
(2) RABAL, Nicolás (1889): España, sus monumentos y artes, su naturaleza e historia: Soria. Editorial Daniel Cortezo y Cia. Barcelona.
(3) CARRACEDO ARROYO, Eleuterio (1996): Toponimia de la Tierra de Soria. Ediciones de la Excma. Diputación Provincial de Soria. Colección Temas sorianos nº 32. Imprenta Provincial de Soria, Soria.
(4) ÁLVAREZ, Carlos (1985-1991): Apuntes sobre despoblados. Trabajo inédito. Caja 30210. Archivo Histórico Provincial de Soria.
(5) DÍEZ SANZ, Enrique y GALÁN TENDERO, Víctor M. (2012): Historia de los despoblados de la Castilla Oriental. Tierra de Soria siglos XII a XIX. Ediciones de la Excma. Diputación Provincial de Soria, colección Temas Sorianos nº 56, página 263.
(6) MIÑANO Y BEDOYA, Sebastián (1826-1829): Diccionario geográfico-estadístico de Soria. Edición de Silvano Andrés de la Morena, Soria Edita, Soria 2004.
(7) MADOZ, Pascual (1846-50): Diccionario geográfico-estadístico-histórico. Edición facsímil de los textos relativos a la provincia de Soria. Edita Ámbito ediciones SA y Diputación de Soria, 1993. Imprime Gráficas Ortega SA Valladolid.
(9) BLASCO JIMÉNEZ, Manuel ((1909): Nomenclátor. IIª edición, Soria. Ed. Tipografía de Pascual P. Rioja.
(10) GÓMEZ CEÑA, Jesús (2006): Barriomartín, un pueblo de Tierras Altas de Soria. Ochoa Impresores, página 71.
Asociación de Amigos del Museo Numantino