Granja desaparecida que estuvo ubicada al norte de Cihuela y al sur de Deza, cerca del camino del también despoblado Mazalacete.
Granja desaparecida que estuvo ubicada al norte de Cihuela y al sur de Deza, en el término municipal del primero, cerca del camino del también despoblado Mazalacete.
Aunque aparentemente nada queda de Albalate, una mirada atenta nos permitirá comprobar que hay más de lo que se ve a simple vista pues además de las antiguas huertas y plantaciones de frutales, quedan dos bodegas, una pequeña junto a esta explanada, y otra un poco más alejada aunque visible desde aquí en dirección sudoeste.
La granja de Albalate estaba ubicada a poco menos de 2 km al norte de Cihuela, a ambos lados del punto kilométrico 30,5 de la carretera SO-350 pero especialmente en el lado oeste, donde ahora hay una superficie plana en la que aparcar y que corresponde al punto donde estuvo una parte del despoblado. Esta explanada, tan conveniente para dejar el coche, es en realidad escombrera, una superficie artificial creada no se sabe muy bien si con alguna otra utilidad, pero ahí mismo, debajo de toneladas de tierra y escombros, se encuentra el solar y los restos de lo que un día fue una granja agropecuaria, además del lugar donde muchas personas vivieron durante mucho tiempo.
Además de la información referida en la bibliografía, los autores de este estudio debemos agradecer la buena actitud del señor Gerardo Raúl Blasco Esteban, antiguo alcalde de Cihuela, quien en visita cursada a las bodegas de Albalate en septiembre de 2021 nos ofreció muchos datos y satisfizo nuestra curiosidad.
José Antonio Pérez-Rioja (4) cree que su gentilicio sería el de albalatino.
Miguel Asín Palacios (1) afirma que Albalate es un topónimo árabe que significa “el palacio”. Eleuterio Carracedo Arroyo (2) comparte esa posibilidad, aunque otras hipótesis lo traducirían por “ribazo” o aún como “vereda en los extremos de las heredades que les sirve de lindero”. Para Eduardo Carrión Matamoros (3) el topónimo tiene otro significado y lo traduce como un complemento de lugar, “del camino”, nombre habitualmente indicativo de la existencia de una vía romana como mínimo de mediana importancia.
En Albalate no constan hallazgos arqueológicos significativos que puedan ofrecernos información concreta sobre su pasado más remoto, por lo que si queremos hacernos una idea de su devenir histórico tendremos recurrir a otras fuentes indirectas como la toponimia o el análisis histórico del entorno.
Unas líneas más arriba hemos comprobado que la toponimia parece indicar un pasado musulmán aunque mucho peor documentado que en lugares cercanos como Deza, a unos cuatro kilómetros al norte, o Mazalacete, un interesante despoblado localizado en un alto a dos kilómetros en dirección nordeste con el que pudo tener una estrecha relación, pero parte de su historia también parece que está inexorablemente relacionada con su posición geográfica junto a una vía de comunicación secundaria pero muy importante para el tránsito de mercancías y viajeros entre las comarcas de Calatayud y Almazán.
Aunque nos extenderemos ampliamente al tratarlo en su propio apartado (véase), podemos avanzar que en el cercano Mazalacete han aparecido restos arqueológicos que indican presencia humana en la Edad del Bronce y en época romana, pero parece que, como núcleo de población más o menos estable, sería en torno al siglo X, en plena ocupación musulmana, cuando se construyó una atalaya de vigilancia alrededor de la cual no tardaría en surgir una pequeña alquería, en principio para dar servicio a los que la custodiaban y sus familias, pero que se mantendría después por su interés económico ganadero y agrícola, actividades que probablemente se extendieran hacia Albalate y su vega regada por el Henar.
A ese periodo entre el siglo X y los finales del XI corresponden las fechas de acuñado de una importante colección de monedas islámicas que fueron descubiertas en Mazalacete a mediados del siglo XX. Por las fechas de las últimas monedas intuimos que fue escondido en los últimos años del siglo XI, un momento histórico muy interesante en el avance cristiano de la Reconquista, y concretamente el año 1085, fecha en la que el rey castellano Alfonso VI dio un paso gigante al tomar Toledo, un éxito militar fundamental en la estrategia global del proceso de recuperación peninsular, si bien en el ámbito en el que nos encontramos, en ese año el monarca tomó también otras plazas mucho más cercanas como Molina de Aragón, Osma, Berlanga o Medinaceli.
Finalmente y tras muchas batallas, escaramuzas, y recuperaciones en las que incluso se llegó a abandonar el territorio conquistado por no poder mantenerlo, toda esta zona pasó definitivamente a manos cristianas en torno al año 1118, cuando Alfonso I de Aragón tomó Zaragoza a los musulmanes y de ahí extendió sus dominios por los valles del Jalón y del Duero. Los castellanos tendrían que esperar hasta la muerte del monarca aragonés en 1134 para que este territorio quedara integrado en su reino, dependiendo en los asuntos episcopales del obispado de Sigüenza.
En esta segunda mitad del siglo XII, Mazalacete, Albalate, Deza y buena parte de toda esta comarca, pertenecían a la poderosa familia de los Muñoz de Finojosa, y es en el reparto de los bienes de uno de sus miembros más ilustres, San Martín de Finojosa, cuando se documenta por vez primera Mazalacete (Mazalazuet) y Albalate (Alvalat), indicándonos además que, al igual que en el primero, en el segundo caso también hubo una torre o atalaya hoy desconocida.
José Antonio García Luján (5) recuerda que fue el 25 de septiembre de 1195 cuando el rey Alfonso VIII confirmó esa partición realizada por el abad Martín de Finojosa con su hermano y sobrinos, así como la donación al monasterio de Santa María de Huerta de la propiedad de Albalate, ofreciéndonos así una fecha de la primera presencia de los monjes cistercienses en el mismo lugar que probablemente estuvo ocupado antes por personas de fe o cultura islámica, que serían quienes le dieron su nombre.
La propiedad de Albalate por parte de los monjes de Santa Maria de Huerta persistió durante siglos, manteniendo allí y en otros emplazamientos similares (6) una pequeña explotación agropecuaria destinada a la producción de alimentos para consumo propio o para el comercio, que se desarrollaría gracias a la actividad de colonos allí avecindados que trabajasen para el monasterio dirigidos por algún monje. Parece que en algunas de estas explotaciones llegó a haber un número plural de frailes, por lo que es posible que más que una simple bailía en algún caso llegase a constituirse un pequeño monasterio anexo al de Huerta. Esto es al menos lo que deduce Carmen Irene García (7) quien ofreciendo datos de 1796, cree que Albalate, además de ser granja llegó a ser un monasterio dependiente del de Huerta, una especie de cenobio filial habitado por algún fraile que controlaría al personal rentero o a los criados empleados por el propio monasterio.
No parece probable que, ya fuera bailía, colegio, hospicio o convento, los cistercienses dedicasen muchos recursos para dotar de más servicios que los imprescindibles a estas instalaciones, pero por su condición de mínimo establecimiento religioso y para asistencia de los legos que cuidaban de la granja, Albalate dispuso de un sencillo templo, capilla o mero oratorio. Lo afirma Honorio Martínez Martínez (8) quien asegura además que estaba dedicado a la advocación de Nuestra Señora de Albalate, una imagen cuyo paradero se desconoce, y ofrece algunos detalles de este lugar:
«Perteneció a los monjes bernardos del monasterio de Huerta, y está situado a media hora de camino del pueblo [Cihuela], dirección carretera de Soria, entre hermosos arbolados frutales y de adorno, verduras, guindas y cerezas, y bastante viñedo y grano; en su capilla, había ropas de todos colores, dos cálices y demás ornamentos sagrados, que usaba la Iglesia para celebrar los Divinos Oficios, actualmente es un descampado y debajo de él se conserva una gran bodega, en el cerro frente a su emplazamiento se encuentra otra grandiosa bodega, con un casona delante de la entrada y la Cruz del Estudiante dirección a Mazalacete. En el año 1881 tenía 30 personas».
La presencia de esos cultivos y de la gran bodega nos hace pensar que para los frailes aquella finca era una gran despensa que además de frutas, verduras y hortalizas también les permitiría obtener su propio vino (9) y probablemente comerciar con su excedente para obtener un legítimo beneficio económico.
El Catastro de la Ensenada, redactado el 28 de febrero de 1753, informa que Albalate era entonces una granja de abadengo de los monjes aunque a la vez, en la segunda respuesta, le dan la categoría de población de señorío perteneciente al del Real Monasterio de Huerta. No tenía personas avecindadas aunque sí residentes y estaba dirigido por un monje administrador. Aunque con seguridad habría alguna dependencia ocupada exclusivamente por ese fraile y quizá por más religiosos, su vivienda o la granja en conjunto no tenía consideración conventual pues la respuesta treinta y nueve de ese texto indica que en Albalate no hay convento alguno. Allí los monjes cistercienses disponían de fincas de cultivo de regadío y de secano, en las que obtenían linuejo, cañamones, judías, trigo, cebada, avena y viñas, además de tener montes yermos y un plantío de olmos, pero no citan más frutales. Sí disponían de rebaños de ovejas que les proporcionaban carne y lana, algunas colmenas y ganado de labor. El texto indica que vecinos, es decir, personas formalmente asentadas no había, pero allí vivía el religioso que hacía de administrador en «la Casa de havitacion», y no había jornaleros aunque residían seis criados para la labor.
La descripción del Catastro nos ofrece una bucólica sensación de bienestar (prácticamente inédita en los textos fiscales de ese documento de carácter tributario referidos a la provincia de Soria en general), y describe un lugar que prácticamente recuerda a un vergel. Esa idílica realidad se rompió en 1835, cuando el político liberal Juan Álvarez Mendizábal se hizo cargo del consejo de ministros de un país en bancarrota, lo que quiso solucionar con algunas medidas muy controvertidas como la de iniciar una política desamortizadora consistente en expropiar algunas propiedades de la Iglesia o de las órdenes religiosas para venderlas, rellenar las arcas públicas y ofrecer unos medios de subsistencia a los que trabajaban, si bien lo único que estos consiguieron fue empeorar sus condiciones al cambiar de unos propietarios eclesiásticos a otros legos.
En la provincia de Soria unos de los más afectados fueron los monjes de Santa María de Huerta que perdieron el propio monasterio, sus bienes, tierras y propiedades, y entre otras muchas la de la granja de Albalate con sus huertas, ganados y bodegas. La documentación sobre la subasta (10) ofrece datos concretos sobre los bienes que conformaban la granja:
«Una casa, bodega vinaria, dos pajares, tres corrales y 416 fanegas de tierra, las 45 de regadío de 1ª clase, incluso dos pedazos que se llaman huerta y huerto, 70 de 2ª clase, también de regadío, 101 de 3ª clase, 100 de secano, 39 de viñedo, entre ellas 18 de regadío y las 61 restantes de monte, chaparral y pasto, una arboleda de chopo, olmo y saz, y una era para poder trillar con 3.000 varas de cabida con su parte de parde, hacinador y otro descanso por la parte de arriba, tasadas las expresadas fincas en venta en 459.257 reales de vellón y en renta 12.000 reales anuales».
Según Rosa Ortega Canadell (11) y Felicidad Martínez Utrilla (12), la granja pasó a manos de los vecinos de Madrid Vicente Díaz de Tejada y Andrés Leal, por ochocientos cincuenta mil reales. No conocemos datos del primero pero sí del segundo de quien sabemos que era un profesor universitario de leyes probablemente oriundo o con familia en la provincia, y aunque en principio cabe suponer que, como tantos otros casos, el interés de dos hombres de recursos por Albalate sería meramente especulador para ganar dinero con la transacción incluso antes de pagarla, podemos suponer una actitud distinta y que la propiedad acabara en manos del segundo pues la granja acabó perteneciendo a un sobrino de Leal que la recibiría por compra o herencia y del que hablaremos más adelante.
Desde la desamortización y paso a manos seglares, Albalate se desarrolló, llegó a contar con más viviendas y permitió una explotación agrícola que la hizo muy rentable. No hemos podido localizar fuentes directas, pero según la relación de municipios y lugares de la provincia de Soria y población de 1858, recogida por Carmelo Romero Salvador, Carmelo García Encabo y Margarita Caballero Domínguez (13), Albalate era entonces una población con rango de “granja” del término municipal de Cihuela, que contaba entonces por veintitrés habitantes; y sin indicar año o fuente, el anónimo autor del texto recogido en la web municipal de Cihuela (14) nos recuerda que la granja de Albalate la formaban «seis viviendas habitadas, además de iglesia y dos bodegas. La entrada era un gran portalón con una puerta de dos hojas muy alta y ancha. En el año 1910 vivían allí 28 habitantes. Resto de esta población es una bodega común que todavía se encuentra debajo del solar mencionado, conservando unos artísticos arcos apuntados de sillería, que sujetan la estructura».
En esos principios del siglo XX, Albalate –incluyendo el monte y despoblado Malamergo (véase)- era una finca de unas novecientas hectáreas propiedad del sobrino de Andrés Leal, el médico soriano Aniceto Hinojar Leal (15), que acudía regularmente hasta aquí para practicar la caza, si bien en base a las informaciones del sr. Gerardo Raúl Blasco Esteban, en algún momento estimado en esos años, los propietarios decidieron explotar la finca y la dividieron en dieciséis partes para ponerlas bajo arriendo de las que una se quedó su abuelo. Con esa dieciseisava parte, nuestro informador reconocía que su familia había vivido sin penurias pues les proporcionaba frutas y recursos suficientes, todo a cambio de una renta mínima que no se actualizó en muchos años.
De la población que había en Albalate, Gerardo recordaba que en torno a la década de 1950 llegó a conocer un pequeño núcleo en el que vivían siete familias. Alrededor de la bodega pequeña había una explanada con corrales, y un poco más allá las viviendas (alguna de dos plantas) y una capillita en el segundo piso de una casa donde sólo recordaba la presencia de un confesionario, una dependencia religiosa que no parece ser la misma que unos párrafos antes hemos citado, quizá porque aquella se arruinara o transformara para otro uso al dejar de pertenecer a los frailes. Recuerda también unos edificios que llamaban graneros pero que más bien eran unas naves donde guardaban una variedad de pera llamada Roma que se cultivaba en Albalate, y que tras recolectarse sin madurar se almacenaba durante algún tiempo en unos montones que llamaban “sierras”. Recordaba que en sus buenos tiempos cada día salía un camión de Albalate cargado con esta variedad de pera para abastecer los mercados de fruta de Madrid.
Los descendientes de Hinojar mantuvieron la propiedad de Albalate hasta algún momento de la década de 1960, cuando por 2.400.000 pesetas la vendieron al Instituto Nacional de Colonización. Este organismo realizó diferentes obras para mejorar el regadío de la vega, y junto con el monte realizó una parcelación que fue vendida a una cooperativa de veintiún agricultores de Cihuela que aprovechan esas fértiles tierras, especialmente desde que en 1962 se realizaron unas obras de canalización del agua del río Henar que permiten regar la vega, obra anunciada por la Subdirección de Obras y Proyectos del Instituto Nacional de Colonización, -BOE 20/11/1961, página 16477-, y que fueron adjudicadas a Anselmo Díaz Martínez por 1.317.000 pesetas, según recogió el BOE de 23/01/1962, página 1069.
En cuanto al poblado, no hemos podido concretar la fecha en la que Albalate fue abandonado ni cuándo ni por qué su solar fue empleado como escombrera, algo que pudo suceder en algún momento entre la década entre 1955 y 1965, merced de alguna expropiación pública con el fin de mejorar el trazado de la carreta a Cihuela, o quizá debido a las obras que acabamos de citar destinadas a convertir en regadío la vega del Henar en Albalate.
Sin embargo existen recursos para aproximar más esta fecha y hasta para hacernos una idea de cómo pudo ser Albalate: la fotografía aérea histórica (16). Las imágenes, recursos y planos contenidos en esta página web nos han permitido observar las fotografías del conocido como “Vuelo Americano” y averiguar que entre 1956 y 1957 existía un poblado formado por cuatro manzanas de edificaciones de buen tamaño dispuestas en pareja a ambos lados de la carretera y extendidas alrededor de unos 15.000 metros cuadrados. La resolución de la fotografía no es buena y no ofrece más detalles que los de la imagen que reproducimos. La siguiente colección fotográfica aérea disponible de esta web es la serie de 1973, momento en el que se observa que las edificaciones del lado occidental de la carretera han desaparecido sustituidas por el relleno de la escombrera, y las del lado oriental han sido derribadas y desescombradas, si bien aún es posible vislumbrar algunas líneas de cimentación. En la actualidad y según ofrecemos en la correspondiente imagen, el lado oeste de la carretera no ha variado y el del este ha sido roturado, habiéndose perdido ya cualquier rastro físico de Albalate.
Aunque no hemos podido documentar cifras estadísticas correspondientes a momentos posteriores al primer tercio del siglo XX, fuentes de tradición oral aseguran que en Albalate -con la etiqueta de empadronados o de meros residentes- vivieron varias familias al menos hasta algún momento impreciso que podría establecerse en los mediados del siglo XX. La fotografía aérea del vuelo americano que hemos comentado antes nos ha permitido identificar cuatro manzanas formadas por varios edificios e incluso otros dispersos y aislados alrededor, pero nuestro informador pensaba que pudo haber unas diez viviendas, una pequeña iglesia, corrales, naves… Los edificios se situaban en un nivel inferior al de la carretera y se correspondía con el de las huertas y fincas frutícolas que aún perduran, además de la bodega de la que hablaremos después.
Nada hemos podido averiguar de la tipología de estas construcciones hoy cubiertas bajo el relleno de escombros, pero teniendo en cuenta la construcción tradicional en los pueblos de los alrededores, y que por lo general las casas de los colonos no destacan por sus lujos, podríamos aventurar con poco riesgo y suponer que serían sencillas edificaciones formadas por un murete bajo de mampostería sobre el que se disponían muros de adobe en una, quizá dos, plantas cubiertas por tejados de teja árabe a dos o cuatro aguas, sin agua corriente ni electricidad, con ventanas sin cristales, de carpintería sencilla y con herrajes simples de la fragua del pueblo.
La única forma de poder averiguarlo es la investigación arqueológica que retire esos escombros y los analice, pero mientras pasan los siglos que generen y justifiquen ese interés, un análisis más detallado nos permitirá comprobar que, aunque el caserío del poblado desapareció, aún quedan algunos elementos arquitectónicos como dos bodegas, a las que a efectos descriptivos denominaremos bodega grande y bodega pequeña.
Hasta hace poco prácticamente desconocida por los foráneos de la comarca, la “bodega pequeña” es en realidad una gran construcción que exteriormente se encuentra cubierta por los escombros que cubren Albalate, pero que es accesible rodeando el terraplén hacia el lado oeste por las fincas de frutales y descendiendo hasta ese nivel. Allí, un sencillo arco rebajado de dovelas de arenisca inscrito en un murete de piedra que se va desmoronando, permite el acceso a una estancia sorprendente que irremediablemente nos evocará la arquitectura gótica, pues el espacio resultante es una especie de nave alargada de planta rectangular de unos veinte metros de longitud por cuatro de ancho, con cubierta de tierra prensada y sustentada por seis arcos fajones apuntados de dovelas de sillería. Al fondo se abre un túnel que parece que no avanza mucho, algo que tampoco conviene comprobar pues no se encuentra en el mejor estado. El inevitable paso del tiempo, unido a una falta total de mantenimiento, puede hacer que tan interesante instalación acabe un día por derrumbarse y desaparezca.
Nuestro informador recordaba que la entrada a esta bodega se cerraba con un portón de madera muy grande en cuya parte superior había una imagen religiosa, cuya advocación no conocía con seguridad, pues había quien la llamaba la Virgen de Albalate, mientras que otros la llamaban la Virgen de la O.
Al no poder examinar su aspecto exterior original, cuesta averiguar cómo es la construcción, que pudo aprovechar algún desnivel o quizá fue parcialmente excavada, pero desconocemos su fecha de obra. Conocemos la existencia de algún trabajo de investigación que recoge documentos inéditos que pronto saldrán a la luz, que arrojará mucha información sobre ésta y otras bodegas sorianas, pero en tanto esperamos a que se publiquen nos conformaremos con adelantar que, aunque lo parezca, esta bodega no es obra medieval sino del siglo XVII, si bien resulta extraño que no se refiera su existencia en la relación de bienes de la granja elaborada a raíz de la desamortización en 1836.
Si desde el emplazamiento donde estaba Albalate enterrado miramos al sudoeste, observaremos que a unos quinientos metros, en la parte baja de un monte cubierto de vegetación, existe una construcción de llamativo aspecto rojizo por la piedra, el adobe y la arcilla del desmonte del terreno. Eso es lo que antes llamábamos “bodega de Albalate” sin más complementos, pero que por lo dicho en el punto anterior, a partir de ahora matizaremos llamándola “bodega grande”, y eso de forma resumida porque si la denomináramos con propiedad deberíamos referirnos a ella como “bodega grande-lagar” pues tenía ese doble fin.
El acceso puede hacerse a pie desde ese punto original donde dejamos el vehículo junto a la carretera, aunque es posible llegar en turismo hasta la misma entrada de la bodega grande, por la carretera primero y después por los caminos y puentes del canal, que aunque son de tierra están en buen estado, sin precisar más indicaciones que no dejar de mirar la bodega que no se pierde de vista.
Esta bodega grande consta de dos partes bien diferencias: la exterior y la interior.
La externa es un edificio parcialmente arruinado, construido en piedra de mampostería en el piso inferior –que es el único que permanece- donde se abre una puerta adintelada de sillería, que hasta hace pocos años llevaba encima un piso superior con paredes de tapial en el que se abrían dos ventanas adinteladas sencillas, todo coronado con cornisa y sillería bien escuadrada en los esquinales. El interior del edificio se derrumbó hacia adentro en algún momento previo a 1990, y la fachada del primer piso en alguno estimado en torno al año 2010.
Esta construcción delantera, de la que ya solo queda la fachada del piso inferior, tenía una doble función: por un lado permitía controlar el acceso a lo que constituye propiamente la bodega excavada en la montaña, y por el otro resultaba ser el emplazamiento de un lagar con dos tinas en el lado izquierdo. Como nos explicó en su día delante de la fachada el cihuelano Gerardo Raúl Blasco Esteban, cada una era un enorme recipiente de obra en cuyo interior se disponían horizontalmente unos tablones de madera a media altura, formando una superficie llamada pisadera en la que se disponía la uva para ser pisada. El mosto resultante caía entre los resquicios de las tablas a la parte inferior de la tina o trujar, posteriormente se retiraban las tablas dejando caer también la parte sólida de las uvas, los pellejos, pepitas y rampojos. Todo ello se dejaba en reposo durante un mes, más o menos, sabiendo que cuanto más tiempo estuviera fermentando el mosto, más fuerte sería el vino.
Pasado ese tiempo, el mosto se conducía por una tubería existente en el fondo del lagar, hasta una conducción cuyo extremo distal, que aún es visible, se tapaba con una bola de cal y que había que perforar, o en su lenguaje, “pinchar”, con un palo para que el “vino neto” brotase cayendo por gravedad a unas cubas que, a continuación, eran conducidas al interior de la bodega para completar el ciclo vinícola. Posteriormente, decía, la parte sólida u “orujo” se prensaba, dando lugar a un vino de menor calidad.
Frente a esa puerta de entrada adintelada nos encontramos la ladera de la montaña en donde se excavó un largo y profundo túnel que, según Marisol Encinas Manchado, junto con el edificio precedente, son obra de 1662, mandada realizar por Diego Bazquez, abad de Santa María de Huerta, siendo prior de la Granja Xrisóstomo Pinilla. Tras un primer tramo o pasillo, se accede a una pared de adobe que lleva una puerta de madera de tablas dispuestas de forma que dejan unos cuadradillos libres para permitir la ventilación. Pasada esta puerta, cuyo dintel es el husillo de una prensa de lagar, a nuestra izquierda veremos otro lagar pequeño, y aún hay alguno más en el interior, donde se disponen las galerías de roca ennegrecida por el humo de las velas y que posee unas dimensiones por las que, fácilmente, podría discurrir una furgoneta o un camión pequeño. El interior de la bodega es un complejo excavado con una galería principal de unos 60 m. de longitud, con tres secundarias, dos auxiliares y otra pequeña galería tapiada.
El acceso a la bodega es fácil, pues, salvo un túnel de ventilación al fondo, está todo en un mismo nivel, no hay espacios estrechos, se puede caminar erguido sin problema ya que tiene altura de sobra, y más parece una cueva grande que una bodega, pero, aunque no parezca un lugar claustrofóbico, los miedos y las sensaciones son únicos y a cada uno le afectan de una forma. Eso sí, aunque su recorrido sea corto, en el interior se precisa iluminación artificial.
Según nuestro informador local, la producción de vino debía ser importante, al menos a mediados del siglo XX, cuando el cultivo de la vid se extendía frente a las bodegas en los cerros que hay en su lado oriental al otro lado de la carretera en el Montecillo o Cerro Cortés, y en la propia montaña donde está excavada la bodega y que se llama la Corona. Estimaba Gerardo que la mitad de la superficie cultivable de Cihuela serían vides y que la mayor parte de la producción se la llevaban en camiones cisterna de los que llegó a haber uno al día.
Decía que las cubas de vino empleadas en Cihuela eran enormes y en lugar de arillos o cercillos de hierro, aquí empleaban troncos de madera de olmo vaciados hasta darle esa forma. Disponían las cubas en el lado izquierdo del primer tramo al que hemos denominado pasillo; del tamaño de las cubas de Cihuela, Gerardo recordaba haber oído hablar de una enorme con nombre propio llamada la “Cuba parda de Albalate” que tenía una capacidad de 365 arqueces (17), y, aunque aquella no la conoció, sí recordaba haber tenido que limpiar desde dentro algunas otras de gran tamaño.
Tras abandonarse como bodega vinícola, se acordaba de que la instalación se usó para el cultivo de hongos a cargo de un médico deshonesto que los producía en su beneficio, aprovechándose de la buena fe de los de Cihuela, a los que les pedía que le llevaran el ciemo de las caballerías pues era necesario para “producir penicilina”.
Posiblemente ésta sea la bodega tradicional de mayor tamaño, pero no sólo de Albalate sino de toda la provincia de Soria, merecedora de otro trato que la rescate del abandono en que se encuentra.
Alberto Arribas, con la colaboración de Ángel Lorenzo, Maribel Zapatero, Luis C. Pastor
(1) ASÍN PALACIOS, Miguel (1944): Contribución a la toponimia árabe de España. CSIC, Madrid, 2ª edición, página 46.
(2) CARRACEDO ARROYO, Eleuterio (1996) Toponimia de la Tierra de Soria. Ediciones de la Excma. Diputación Provincial de Soria. Colección Temas sorianos nº 32. Imprenta Provincial de Soria, Soria.
(3) CARRIÓN MATAMOROS, Eduardo (1996): La zona oriental soriana en la alta Edad Media y la Leyenda de los Siete Infantes de Salas: La leyenda y la historia. Celtiberia nº 90, página 57.
(4) PÉREZ-RIOJA, José Antonio (2005): El alma de Soria en el lenguaje. Colección Temas Sorianos nº 50. Edita Excma. Diputación Provincial de Soria, Soria, página 27.
(5) GARCÍA LUJÁN, José Antonio (1981): Cartulario del Monasterio de Santa María de Huerta. Edita Monasterio de Santa María de Huerta y Excma. Diputación Provincial de Soria, página 95.
(6) DIAGO HERNANDO, Máximo (2018): El monasterio de Santa María de Huerta entre os siglos XII y XVI: Relaciones con Aragón y con los poderes nobiliarios regionales. Hispania Sacra, LXX 141, enero-junio 2018, 267-282, ISSN: 0018-215X, https://doi.org/10.3989/hs.2018.020 página 269 «Fuera de Huerta, el monasterio poseyó algunos otros términos compactos en territorio de la Corona de Castilla, como Albalate, Arandilla Boñices, Cántabos o Bliecos…».
(7) GARCÍA, Carmen Irene (2000): Albalate, un lugar en la memoria del siglo XIX. Abanco/Cosas de Soria nº 34, página 20.
(8) http://soria-goig.com/despoblacion/despo_08a.htm#Albalate (consultado el 20/12/2020).
(9) En nuestro contexto sociocultural actual resulta incomprensible esa importancia vital del vino pero hay que hacer hincapié en que hasta hace poco más de cien años, en nuestro país el vino era más que una bebida, era un alimento fundamental en cualquier dieta completa.
(10) Datos recogidos por un autor anónimo en el estudio http://www.cihuela.es/venta-de-la-granja-de-albalate (19/09/2021).
(11) ORTEGA CANADELL, Rosa (1982): Las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz en Soria. Obra Cultural de la Caja de Ahorros y Préstamos de la provincia de Soria, página 68.
(12) http://recuerdosdelaabuela.blogspot.com/2014/05/la-granja-de-albalate.html (16/05/2014).
(13) ROMERO SALVADOR, Carmelo, GARCÍA ENCABO, Carmelo y CABALLERO DOMÍNGUEZ, Margarita (1985): La provincia de Soria entre la reacción y la revolución (1833-1843). Ediciones de la Excma. Diputación Provincial de Soria, colección Temas Sorianos nº 10, Soria, páginas 215 a 232.
(14) http://www.cihuela.es/albalete-y-malamergo-1a-parte
(15) Aniceto Hinojar Leal (Velamazán 1839 – Soria 1927) residente en Soria capital en torno a 1873, fue médico, director del Hospital de Santa Isabel, Inspector de Sanidad, alcalde nominal de Soria, diputado provincial, miembro de la Real Academia de Historia, presidente de la Comisión de Monumentos de Soria en la época del asunto de San Baudelio, presidente del Casino Numancia… en definitiva, un hombre poderoso en todas sus facetas y poseedor de muchas propiedades, si bien por lo general de él se tiene el recuerdo del cacique y hombre bueno. Estuvo casado con Teresa González Martín, su hija María se casó con el político soriano, gran propietario y empresario José Morales Orantes, que a su vez tuvieron a María Morales Hinojar, primera esposa de Jesús Calvo Melendro, a su vez padres de los Calvo Morales.
(16) Disponible en https://www.ign.es/web/mapasantiguos/index.html, ya es una herramienta indispensable para los investigadores pues permite observar planos e imágenes antiguas y compararlas con los de la actualidad.
(17) Según nuestro informador, el arquez es una unidad de medida empleada para líquidos que equivale a 12-13 cántaros, y también nos informó que un cántaro equivale a unos 10 litros. Si un arquez son unos 125 litros, la cuba parda tenía una capacidad de 45.625 litros, algo que más que una cuba era un enorme depósito, como ya quedan pocos.
Asociación de Amigos del Museo Numantino